Nadie delata a la Reina de la Coca

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Ana María Cameno, en el banquillo de la Audiencia Nacional, el pasado 29 de marzo.
Ana María Cameno, en el banquillo de la Audiencia Nacional, el pasado 29 de marzo.

Las cámaras aguardan a Ana María Cameno cuando enfila hacia la Audiencia Nacional. Escudada tras una mascarilla y unas gafas de sol que le cubren buena parte del rostro, la llamada Reina de la Coca no solo se enfrenta al tribunal que la enjuicia por una millonaria venta de droga, sino también a la mismísima leyenda que ha construido a su alrededor. A la historia de una burgalesa de familia acomodada que levantó un supuesto imperio del narco desde la nada. Que puso en marcha el mayor laboratorio de cocaína de Europa, con testaferros, sociedades pantalla, con tentáculos en EE UU y Sudamérica, y relación con peligrosas bandas criminales como Los Miami.

Cameno es una mujer preocupada, según destaca la Policía, por los detalles y este 2022 se la juega, así que, ante los periodistas, La Reina calla. “No voy a declarar”, le dice también a los magistrados de la Audiencia en la primera sesión del juicio —celebrada el pasado miércoles— que la acorrala ahora por una presunta operación para vender 100 kilos de cocaína en 2014, por la que la Fiscalía le pide 25 años de cárcel. Cameno opta así por guardar silencio y espera a ver si sale victoriosa de una compleja vista oral que continuará en las próximas semanas. Ya salvó, desde luego, la primera bola de partido: no la delató ninguno de los 11 presuntos socios y subordinados que se sientan a su lado en el banquillo.

De esta forma, la supuesta narco escribió un nuevo capítulo de una tormentosa vida llena de fechas marcadas en rojo:

26 de septiembre de 2014. Cameno llega en un Volkswagen Touareg a un aparcamiento de La Alcaidesa, una urbanización de La Línea de la Concepción (Cádiz), donde se encuentra con Graziano Molón, y donde aparecen dos individuos más, a los que la burgalesa entrega dos bolsas de plástico. Para los agentes que la cercan por la venta de los 100 kilos de coca y que llevan meses siguiendo sus pasos, está claro: es otro intercambio de droga. No necesitan más. Tienen a La Reina. De nuevo.

29 de marzo de 2022. A sus 51 años, La Reina escuchó cómo el magistrado José Antonio Mora pronunció su nombre. Fue la tercera persona llamada a declarar en el juicio de la Audiencia Nacional que acaba de arrancar, uno de los que tiene pendientes. Antes de intentarlo con ella, ya habían sido interrogados dos de sus presuntos colaboradores en la venta de esos 100 kilos de coca, quienes echaron balones fuera con argumentos de todo tipo, y que la mantuvieron fuera de peligro en todo momento. Después, los emularon otros nueve.

En este causa judicial, el ministerio público mantiene que, tras salir de prisión después de ser detenida en 2011 por montar el mayor laboratorio de cocaína de Europa, La Reina volvió a las andadas. Se rehizo junto a su entonces nueva pareja, José Ramón Parra, un aficionado al gimnasio —que se encuentra en busca y captura por no acudir a la vista la pasada semana—. Juntos, levantaron una nueva organización criminal, con ella en la cúspide. Mantenían “contactos regulares” con suministradores y con los encargados del transporte de la mercancía, según la acusación, que se nutre de un sumario repleto de intervenciones telefónicas y seguimientos policiales a los sospechosos.

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Pero, pese a todos los indicios, los procesados insisten en que no saben de qué se les habla. “A Cameno la vi solo en un par de ocasiones”, se defiende la mujer de Graziano Molón, Carmen Cano, a quien el fiscal sitúa en traslados de droga en los que participa mano a mano con La Reina: “La vi antes de su arresto, que nos dejó un perro para que lo cuidáramos […] y un día también que fui con ella al Carrefour”. Tampoco sabe mucho, según dice, Rubén Isaac Blanco, a quien los investigadores implican en otro movimiento de cocaína: “La conozco desde hace muchos años… Su madre es amiga de mi madre […] Pero llevaba meses sin verla [cuando la detuvieron en 2014]. Creo que nunca he mantenido conversaciones telefónicas con ella”.

Repasar sus versiones en el juicio es un verdadero desfile de presunta ignorancia. Miguel Ángel López Palencia, al que interceptaron en un Mercedes Benz con 19 kilos de droga y que supuestamente recibía órdenes de la narco, se excusa en que “no conoce de nada” a Cameno. Guillermo Velasco tampoco tenía ni idea de los sucios negocios, según repite este guarda de la finca de Medina del Campo (Valladolid) donde se encontró estupefaciente oculto bajo tierra. Velasco asegura que las máquinas de “embalar y pesar” que le incautaron, además de bolsitas y otros instrumentos, eran simplemente para “el cilantro” que cultivaba y vendía a un locutorio.

A la derecha, el abogado David García Asenjo, que se representa a sí mismo en el juicio, el pasado 29 de marzo.
A la derecha, el abogado David García Asenjo, que se representa a sí mismo en el juicio, el pasado 29 de marzo.

A ellos se suma también, por ejemplo, el abogado David García Asenjo, a quien la Fiscalía atribuye el diseño del entramado financiero y societario usado para blanquear el dinero procedente de la venta de la droga. El letrado afirma que nunca supo la verdadera identidad de Cameno, que la conoció como Marta Sánchez, un nombre falso que empleaba, y que solo le pidió ayuda para un “tema concursal” y para una inversión en el extranjero.

Para los investigadores son meras excusas para salvarse ellos y a La Reina, que se tatuó en un antebrazo la palabra Omertá [Ley del silencio]. “Valgo más por lo que callo, que por otra cosa. Siempre cubriré a mis amigos y a toda la gente que he considerado compañera de vida”, dijo hace años en una entrevista.

7 de enero de 2011. La leyenda de Cameno comienza a agrandarse hace una década. El 18 de enero de 2011, la Policía anuncia que ha desmantelado el mayor laboratorio de Europa en una finca de Villanueva de Perales (Madrid), donde localiza 28.905 litros de disolvente, prensas hidráulicas, básculas electrónicas de precisión, palos de madera “agitadores” (utilizados por los “cocineros” para remover la mezcla de droga)… Y, como máxima responsable de la instalación, señala a la burgalesa, que se había traído cuatro profesores de Bioquímica de una universidad colombiana para montar el tinglado y que “desarrollasen el proceso de fabricación y manipulación” de la cocaína, según el juez instructor.

Cameno, a la que arrestaron el 7 de enero de ese año, había tejido además relaciones con otras tres organizaciones: el clan de Los Miami, dirigido por los hermanos Álvaro y Artemio López Tardón —el primero de ellos fue detenido en EE UU en 2011, donde le condenaron a 150 años de prisión—; la banda de los hermanos Raúl y Víctor Juárez Smith; y la red del hispano-colombiano Laurentino Sánchez, Lauro.

Álvaro López Tardón, en una imagen de archivo.
Álvaro López Tardón, en una imagen de archivo.

Había escalado hasta la cumbre del narco español y contaba con una veintena de subordinados —como Jorge Simarro, alias Gordo Panceta o Patata—, según la investigación de la Audiencia, que aún tiene pendiente juzgar todo este entramado desarticulado en 2011. Entre las pruebas recabadas contra Cameno, se encontraron unas agendas rojas y azules que presuntamente usaba a modo de contabilidad. “Debe, dado, le queda”, “falta por entregar”, “por adelantado”, anotaba.

Cameno se prestaba además a la mitificación. Se ha definido a sí misma alguna vez como una “pija”, que se ha sometido a operaciones estéticas, que se vuelve loca por la joyería y por vestir bien, y que, según resaltaron los investigadores, consultaba con santeros antes de tomar decisiones. Su mote de La Reina de la Coca no tardó entonces en popularizarse, dejando atrás otros alias menos rimbombantes que le atribuía la Policía en aquella época: Pollito, Quesito o Llorona. Desde el pasado miércoles, le toca a la Audiencia decidir si la justicia también la ha cazado.

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