Ni una sola lágrima por la derrota del Athletic


Por su forma de saltar al campo de Los Cármenes, el Athletic ya tenía en el bolsillo su nota de la temporada. Yo le doy un 6. Han peleado por Europa y nos han emocionado por su coraje en la Copa, que no por su juego. Un equipo competitivo, a la medida de su entrenador. Duro atrás, peleón en el medio, sin demasiada creatividad, y con alarmantes carencias de gol.



Desde luego, la goleada -la mayor desde la llegada del técnico de Derio al primer equipo-, es intrascendente. Nada había en juego, más allá de cuatro milloncejos, -entiéndase la ironía-. Pero no espero que nos abramos las carnes.

“Ni una sola lágrima, todo se queda en palabras”, cantaba Germán Coppini, con aquella voz tan propia, como desengañada. Nadie lloró el domingo, se veía venir.

Este equipo tiene algo. Es competitivo. Levántate y anda, escucha tieso el finado. Como en los milagros, los jugadores se rebelan ante eso tan trillado de que era una bella persona. Suplen con derroche físico sus carencias técnicas, que dan para lo que dan.

Sexto o décimo no es tan importante a la hora de calibrar méritos. Poner como objetivo un cuarto puesto, como leí hace unos días a un extécnico del Athletic, me parece sencillamente descabellado.

Ya no están Iturraspe, Rico, Susaeta, Aduriz, Beñat y Sanjo. Una columna vertebral completa. Rejuvenecido, el grupo ha peleado por Europa y en casi todos los partidos ha competido. Pero falta gol. 21 tantos anotados en San Mamés son muy pocos en 19 choques.



Y cuando los partidos se han acumulado, el esfuerzo físico ha dejado al grupo indefenso, sin reservas. Diez partidos seguidos sin ganar han sido mucho lastre. Demasiado.


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