“¡No pasa nada, tenemos a Arconada!”

Luis Miguel Arconada fue el héroe de la final de Copa de 1987 en La Romareda. El mítico portero de la Real agrandó su leyenda en una tanda de penaltis en la que tras, mandar fuera su lanzamiento Da Silva, detuvo el cuarto disparo de Quique para darle el título a la Real.

Los miles de aficionados txuri urdin alojados en su gran mayoría en el fondo contrario a donde se realizaron los lanzamientos, al célebre grito de “¡no pasa nada, tenemos a Arconada!”, encararon aquella tanda con la firme convicción de que su portero les daría el título: “La verdad es que era un cántico muy bonito, pero también de mucha responsabilidad porque sólo se oía cantar cuando había un penalti en contra”, recuerda Arconada en declaraciones a Dazn. “En ese momento te sentías como el único que podía intervenir en el juego y veías a tus compañeros de frente, que te estaban mirando, diciéndote cada uno de ellos por dónde tenías que tirarte. Era muy bonito, pero generaba mucha responsabilidad”.

Lanzó el primero José Mari Bakero y mientras el de Goizueta cogía el esférico, Arconada se apartaba hacia un lado: “Me quedé en un costado pensando porque lógicamente tenía estudiado por dónde tiraban los penaltis los jugadores del Atlético de Madrid, igual que Abel tendría estudiados los nuestros. No es como hoy en día que tienes un entrenador de porteros que te viene con una tablet. Entonces el trabajo era tuyo”, comenta.

Ese análisis dio sus frutos porque, aunque detuvo un lanzamiento, Arconada adivinó la intención de todos los lanzadores, obligando a cada uno de ellos a ajustar sus disparos cada vez más: “No es lo mismo tirar un penalti con 0-0 que si vas ganando 3-0. Si vas con un resultado ajustado, vas a tirar por donde más seguro te sientes, ¿no?”, se pregunta.

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Su postura antes de cada tiro es la contraria a la que se ve hoy en día. Ahora los porteros tienden a hacerse grandes, abriendo los brazos y moviéndose por la línea de gol de lado a lado. Arconada no. Él se quedaba en el centro, juntaba sus manos poniéndolas entre sus piernas y, mientras su rival corría hacia el balón, sus pies se movían a gran velocidad: “Siempre me ponía así, moviendo los pies porque hay que estar rápido. Hay que estar rápido porque si no, no llegas”, señala el portero. “Tienes que estar rápido para ir hacia el sitio porque una cosa es adivinar, pensar hacia dónde va a ir, y otra cosa es llegar”.

Arconada recuerda sus sensaciones en aquel último lanzamiento: “Ves a los compañeros que te están mirando y en ese momento la responsabilidad recae en ti y tienes que intentar parar el penalti sabiendo que con eso has ganado la eliminatoria. A veces te toca fallar y hay veces que paras un penalti y parece que tú has resuelto la Copa cuando todos participamos en ella”, comenta repartiendo méritos.

Él fue también el encargado de recibir el trofeo: “Pesa bastante, pero en ese momento la agarras y hasta la puedes lanzar al campo”, recuerda Arconada. “Era la primera vez que conseguíamos la Copa, un hito importante dentro de lo que es nuestra Real”.


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