“No somos el Manchester City, somos el Athletic”


El Athletic de las clasificaciones europeas, algunas de rebote por el negocio del fútbol moderno que amplió la cuota de inscritos. El Athletic más resultadista con récord de ingresos gracias al negocio de las televisiones y la chequera indomable de malvados y poderosos, vivía cómodamente en el discurso del esfuerzo por recuperar el fortín de San
Mamés, buscando sin éxito más puntos a domicilio. En época de bonanza tampoco éramos el City, adolecíamos de soluciones a defectos y contraindicaciones del pasado. La subida artificial de la marea propició que el barco flotase, pero nadie logró recuperarse del naufragio rumano. Tampoco éramos el City.



En el intento por recuperar identidad, resultados y fútbol perdido; las últimas propuestas fueron dispares.
Caparrós
llegó para salvar al club tras un bienio negro. Su trabajo no fue del todo valorado. No éramos el City. La llegada de
Bielsa
mostró, de perfil, el lado más amable de la trascendencia mediática, pero también la eterna infelicidad del perdedor en las citas decisivas. Un año sin Europa ayudó a la rehabilitación.

En cuanto volvieron las liguillas y las previas, todo retornó al mismo punto. Imposible competir y cumplir. Los partidos de casa eran constantes remontadas. Fuera, más de lo mismo. No éramos el City.

La apuesta por
Ziganda
duró menos que la paciencia de su mentor. Se rompieron el contrato y el discurso presidencial en defensa de lo firmado. Echar al de casa para traer al sucedáneo del bielsismo. No éramos el City.

La cosa salió fatal y también tuvo que ser cesado, esta vez por una gestora. ¿Cuánto ganamos y cuánto perdimos por el camino? No somos el City y llevamos dos años sin Europa. ¿Ya no valoramos el camino de lo logrado desde diciembre en puestos de descenso hasta hoy? Somos el City.


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