Olatz Rodríguez Cano: “La anorexia es un monstruo al que acabas queriendo”

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De esta chica de 19 años impresiona, de primeras, su carita de niña, pero, sobre todo, su voz infantil diciendo con toda naturalidad cosas terribles y acabando las frases con una risita nerviosa adorable. Lo más conmovedor, sin embargo, es que lo que cuenta es su vida. La peripecia de una cría de siete años de un pueblo leonés que se apunta a un gimnasio para divertirse, destaca tanto como para acabar formando parte del equipo nacional de gimnasia rítmica y competir en torneos internacionales, y acaba ingresando en 2020 en el hospital de León al borde de la muerte por anorexia. En el libro Vivir del aire se explica a sí misma, y al mundo, su caída en ese trastorno de la conducta alimentaria, y la pelea por lograr salir de sus garras. Sigue en ello.

Su libro me ha arañado por dentro ¿Lo comprende?

Sí, porque es una realidad que no nos atrevemos a enfrentar. Yo misma, cuando me ingresaron con 36 kilos, tampoco entendía qué me estaba ocurriendo. Buscaba testimonios, quería identificarme con ellos. Por eso he escrito este libro, para ayudar a entenderlo. Cuando por fin lo asumes, el ver que alguien puede con esto te hace sentir esperanzada.

¿Se sentía un bicho raro?

Sí. Hay mucha desinformación con los trastornos alimentarios. Se tiende a identificar anorexia con un estereotipo: alguien muy delgado obsesionado por el físico. Es un mundo mucho más amplio. La restricción de comida es como la fiebre de algo mucho más profundo. El problema no es tanto el peso, sino la emoción que hay detrás.

Cuenta que su clic para casi dejar de comer fue ver a las gimnastas de Europa del este en un campeonato europeo. Si no podía ser tan buena como ellas, al menos podía ser tan delgada, pensó.

Sí, así controlaba algo. Es como quien acude a la bebida o a las drogas para evadirse de sus sentimientos. No comiendo me sentía más tranquila, pero nunca es suficiente. Por poco que comas, te viene la culpa porque podrías haber comido menos. Hasta que un día, muerta de hambre, te das un atracón, vuelve a empezar la rueda y pierdes el control por completo. La anorexia es una adicción porque dependes de ella. Dependes de ese comportamiento para sentirte tranquilo.

También dice que, peor que el hambre, es la culpa.

Sí. Te culpas por el daño que te estás haciendo a ti misma y, sobre todo, a tu familia. Si hoy estoy mejor, ha sido por la culpa que me provoca el sufrimiento de mi familia. La anorexia es una enfermedad mental y, aunque todo venga de las emociones, piensas que, como tú has decidido dejar de comer, toda la culpa es tuya.

No comiendo me sentía más tranquila, pero nunca es suficiente

En el libro, reparte la responsabilidad de su trastorno entre usted misma, su familia y la hiperexigencia de sus entrenadoras. ¿Lo han leído los y las aludidos?

Mis entrenadoras, no sé. La gimnasia me dio algunos de los momentos más felices de mi vida, pero el hecho de que te recriminaran cualquier ganancia de peso y que hicieran constantes alusiones al físico, me hizo asociar la comida con algo malo. Adoraba entrenar, pero odiaba competir. Mi madre no ha sido capaz de leerlo, pero mi padre sí y, a pesar de que hablo de algunos de sus problemas emocionales, dice que está muy orgulloso de mí.

Eso es una prueba de amor.

Sí, soy muy afortunada. Mi familia me adora, y yo a ellos.

¿Cuánto se quiere usted, de 0 a 10?

Uf, es una pregunta muy difícil. Te podría decir lo que quiero a mi hermana, que es todo. Pero a mí…. ¿Un tres?

Dice no estar aún curada. ¿Qué sería para usted curarse?

Comer libre. Ya no recuerdo lo que es comer ni vivir sin la ansiedad constante de pensar qué he comido y qué voy a comer. Comer por placer, sin culpa. Yo no sé cuándo tengo hambre y cuándo estoy saciada. Mi cuerpo ni siente ni padece. Muchas veces como por obligación. Mi ideal de estar recuperada sería ir al campo y comerme un sándwich de Nutella feliz, como cuando era niña.

¿Se negaba otros placeres?

Sí. Sentía que no los merecía.

¿Por qué?

Porque si, por ejemplo, tomas algún alimento calórico, te sentías tan culpable que tienes que restringir el resto de placeres, tanto alimentarios como no.

Mi ideal de estar recuperada sería ir al campo y comerme un sándwich de Nutella feliz, como cuando era niña

¿Se castigaba sin cosas que le gustan solo por haber comido?

Exacto. Es que ni siquiera sientes que quieres hacer algo que te guste. La culpabilidad es tan enorme que ni lo piensas. Así es muy difícil vencer el miedo a ciertos alimentos y, al final, a comer, porque sabes las consecuencias. Pero el mensaje es que llega un día en que eres capaz. Llegará.

¿En qué fase del camino de recuperación cree encontrarse?

Me gustaría pensar que estoy a medias. Hay escalones, y recaídas, pero siempre hacia arriba. Fíjate: ahora como pan, incluso pasta. Antes no me atrevía. Me he enfrentado al sentimiento de culpa. Pero tienes que tener cuidado y pensar en cuando venga ese sentimiento, porque va a venir. Yo lo hablo con mi madre. Es importante tener alguien con quien puedas hablar y compartir tus miedos.

Imagine que soy su madre, ¿qué esperaría de mí para ayudarla?

Comprensión, no opinión. Decirle: “Hija, no te preocupes, vas a mejorar”. Ir captando cómo se siente tu hija. Es normal que cometas errores porque estás perdida. Yo comprendo la impotencia de ver a quien más quieres sufrir y no poder hacer nada. De hecho, creo que yo no podría soportarlo.

¿Qué deberíamos evitar los demás ante una persona con un trastorno alimentario?

Alusiones al físico, porque nunca sabes lo que puede provocar en la otra persona. Es verdad que nosotras debemos tener herramientas para saber gestionarlas, pero ese es el problema cuando estás enferma, que no las tienes, o las pierdes. Mi padre me decía “gordi” con todo su cariño y yo me lo tomaba como un agravio. La gente, cuando salí del hospital, me decía que estaba muy guapa, y yo lo que interpretaba es que me estaban llamando gorda. Es así.

Cuenta que nunca le bajó la regla. ¿Se le ha normalizado?

No.

¿Se siente una niña, una chica, una mujer?

Es una pregunta difícil. Me gustaría volver a ser una niña por la libertad de la que hablábamos.

¿Le da miedo ser adulta?

Soy consciente de las responsabilidades que conlleva y me produce temor. Lo he tenido siempre. Desde segundo de la ESO. Pensaba que se iba acercando ese momento, tenía que llegar y, de hecho, ya ha llegado. Hasta que acepté que no podía vivir en ese continuo adelantar acontecimientos, porque si no, no vives.

Tuvo que sacar una notaza en Selectividad para entrar en Medicina en la Universidad Complutense.

Sí, pero no me gusta hablar de números. Como no me gustaba competir en gimnasia. Me ponía supertriste porque una nota no refleja nada. Entiendo que no existe otro modo de calificar, pero no es lo mejor.

¿Ha hecho amigos en Madrid?

Me cuesta mucho. Desde pequeñita, siempre he vivido para adentro, pero, desde el ingreso, vivo en mi mundo, me lo dice la psicóloga, en las nubes.

Creo que es un mito el que de esto nunca te recuperas. Creo que sí lo haces. Pero también que tienes que tener siempre cuidado

¿Los otros se le hacen un mundo?

Sí. Mi compañera de habitación me animó a ir a una fiesta de Navidad, pero bajé las escaleras, vi mogollón de gente, me mareé, empecé a llorar. Es un sentimiento muy angustioso.

¿Se ha enamorado alguna vez? ¿Ha tenido novio o novia?

No, nunca, y te agradezco que me preguntes por las dos posibilidades, pero es que, además, no siento ese tipo de atracción por nadie. Igual tiene que ver con las hormonas. Eso me dice mi madre, que no me machaque con eso también, además de con el bicho, con el monstruo.

¿Qué es “el monstruo”?

La anorexia. Porque al final es algo que te tiene encarcelada y estás continuamente luchando con él. Pero también, tal vez, es bueno, porque te da herramientas para el resto de tu vida. Yo, a veces, le doy las gracias por eso. La anorexia es un monstruo al que acabas queriendo. Forma parte de ti.

¿Hasta cuándo?

Creo que es un mito el que de esto nunca te recuperas. Creo que sí lo haces. Pero también que tienes que tener siempre cuidado. Es como quien tiene un esguince en el pie. Puedes correr, pero sabes que tu pie es delicado. Este es un mensaje que deben entender quienes sufren la enfermedad y sus familias. Pensar que tienes que lidiar con esto siempre te puede llevar a pensar que no quieres seguir así y llevarte a considerar otras opciones.

¿Las ha considerado usted?

He querido dejar de sufrir, pero no matarme. Nunca. Por eso estudio Medicina. Quiero aprender a sentir que puedo ayudar a los demás.

‘VIVIR DEL AIRE’

El título del libro donde Olatz Rodríguez Cano (Tenerife, 19 años), exgimnasta de la selección española de gimnasia rítmica, cuenta su caída en la anorexia y su lucha por salir de ella alude tanto a sus vuelos sobre el tapiz como al trastorno alimentario que casi la mata. Su historia es la de una niña soñadora y despistada que se apunta a un gimnasio para divertirse, encuentra su pasión en el entrenamiento, pero no en la competición y, sometida a la hiperexigencia de sus entrenadoras, a ciertas dificultades de convivencia con su familia, y a su carácter perfeccionista y dependiente de la aprobación ajena, pasa del cielo al infierno sin darse casi cuenta. En 2020, Olatz ingresó en el hospital de León con un peso de 36 kilos y solo consintió en comer lo suficiente para sobrevivir bajo la amenaza de ser alimentada mediante una sonda nasogástrica. En el libro, Rodríguez traza un retrato certero, conmovedor y sin concesiones de una persona con un TCA (trastorno de la conducta alimentaria), afección que se ha disparado con la pandemia.    Retirada de la competición deportiva, Rodríguez estudia Medicina para ayudar a otros.

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