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El césped de Anoeta, otrora una de las joyas de la corona del estadio, está siendo fuente de quebraderos de cabeza de un tiempo a esta parte. Un año después de que instalaran la hierba en el remodelado campo, ya sin pistas de atletismo, el club procede otra vez a sustituir el verde en busca de que, de una vez por todas, ofrezca las prestaciones que respondan al prestigio que siempre tuvo el terreno de juego de la Real.
Será la tercera vez en los últimos tres años que la entidad txuri urdin somete a su ‘alfombra’ a un lifting tan profundo. En junio de 2016, al detectarse problemas similares a los que están sucediendo en la actualidad, la Real procedió a reemplazar la hierba del campo, con desigual resultado. El césped nunca terminó de estar como en gran parte de sus primeros años, cuando destacaba sobremanera por no perde ninguna de sus virtudes aunque cayeran ‘chuzos de punta’. El campo aguantaba rápido, sin levantarse y favorecía el juego de la Real.
Hace algo más de un año, por motivos evidentes, el césped volvió a ser sustituido. La obra definitiva de eliminación de las pistas, el descenso del terreno de juego, trajo aparejado que volviera a plantarse un nuevo lote de tepes, sin suficiente éxito. El último partido jugado en Anoeta ante el Leganés evidenció la imperiosa necesidad de dotar de otra superficie a los futbolistas, que se quejaron amargamente del estado del césped.
La Real ha comenzado hoy a instalar los nuevos rollos de hierba, con la esperanza de que sea la definitiva. En esta ocasión, la novedad es que al césped natural, después de jugar el próximo sábado contra el Eibar, le añadirán fibras de hierba artificial, inyectadas o cosidas, que teóricamente deben darle al campo una consistencia y una regularidad a prueba de tormentas. El césped, tal y como quedará definitivamente, estará listo para recibir al Barcelona el 14 de diciembre a las cuatro de la tarde.
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