No llegó en helicóptero, como Santiago Carrillo a aquella primera fiesta del PCE tras la legalización del partido celebrada en junio de 1977, pero la reaparición de Pablo Iglesias en un acto político desde su retirada el pasado 4 de mayo generó muchísima expectación. Pasadas las cuatro de la tarde y rodeado de una veintena de militantes y miembros de la directiva del Partido Comunista, el exvicepresidente caminó entre las carpas del recinto de Rivas-Vaciamadrid elegido para la conmemoración del centenario de la organización. Más de un millar de personas desbordaban el aforo del espacio habilitado para escuchar su discurso junto al secretario general del partido, Enrique Santiago, y el aplauso duró varios minutos. “Sí se puede”, gritaba el público militante, como si se tratase de una asamblea morada. “Lo bueno de no tener responsabilidades políticas es que uno no tiene que modular su discurso y puede decir lo que quiera. Me voy a aprovechar de esta ventaja”, avanzaba.
Un ejemplo de la relevancia que sigue teniendo el fundador de Podemos, alejado de la política, lo dio un pequeño grupo de jóvenes de extrema izquierda, que apenas un minuto después de que Iglesias comenzara su discurso, trató de buscar visibilidad y reventar el acto al grito de “dónde está el cambio, dónde está el progreso”. Los activistas fueron reducidos por el personal de seguridad mientras los asistentes rechazaban sus proclamas. “Los que regalan titulares y clics a los medios de ultraderecha no son más que provocadores que merecen toda la contundencia de la militancia popular y comunista”, exclamó el exvicepresidente al retomar la palabra. Después, un repaso a los cien años de historia del partido, su “voluntad de Estado”, la “cláusula de exclusión” que alejó a los comunistas del poder en la Transición y el cambio en la política española desde el movimiento 15-M hace ya diez años.
“Esa cláusula de exclusión implica que hayan tenido que repetirse las elecciones generales en cuatro ocasiones desde 2015 hasta 2019″, explicó Iglesias. “Esa es la que hace que todos los poderes que no tienen controles democráticos se hayan hecho ver de una manera que no se habían hecho ver nunca en los últimos 40 años de historia democrática en España”, señaló en referencia a los medios, la élite del poder judicial y el económico. Para el ex secretario general de Podemos, la voluntad de Estado propia de la tradición comunista implica “muchas contradicciones”, porque gobernar con el PSOE, por ejemplo, “no es la posición más izquierdista”. Su discurso dejó también frases afiladas: “Hay ingenuos que piensan que el PP se va a sentar a negociar la renovación del CGPJ. Esa época ya se terminó”. De su etapa en el Gobierno, recordó especialmente el choque en el verano de 2020 para sacar adelante los Presupuestos. “Una parte quería acuerdo con Ciudadanos y otra parte con ERC y EH Bildu”, rememoró. “Nos pusimos a correr y ganamos esa carrera y soy perfectamente consciente de que el hecho de que ganáramos implicaba que mi cabeza acabaría expuesta en una pica”.
La intervención de Iglesias terminó con una llamada a la militancia a reaccionar frente a la manifestación homófoba del sábado pasado en Madrid. “La respuesta al fascismo y a los provocadores no se puede delegar en las instituciones”, reclamó. “Hace falta militancia antifascista en los barrios que construya contrapoderes sociales” para frenar su “peso” en el espacio público.
El exvicepresidente abandonó el recinto a los pocos minutos de cerrar el acto, igual que lo hizo por la mañana su sucesora, Ione Belarra. Irene Montero, quien militó en las Juventudes Comunistas, participó por la tarde en una mesa sobre feminismo. A mediodía, las colas para adquirir las raciones de tortilla a cinco euros superaban los veinte minutos. No había en ella ministros. El ambiente era festivo, con público de todas las edades caminando entre las casetas de cada autonomía. A lo largo del fin de semana, la organización espera que participen en la 43ª edición de los festejos —se han celebrado cada año desde 1977 menos el pasado por la pandemia— en torno a 50.000 personas. “Yo iba a la fiesta cuando se hacía en la Casa de Campo y nos daban paella”, recordaba por la tarde Antonio Díaz, militante del PCE de 72 años. “Ahora es otro tiempo, nada que ver con aquello”, se resignaba. El arroz todavía se reparte, pero en los ochenta los asistentes se contaban por centenares de miles y los conciertos atraían en masa a ciudadanos más o menos afines.
Unidad popular frente al avance de la extrema derecha
Representantes de Unidas Podemos reivindicaron por la mañana la unidad popular frente al avance de la extrema derecha. La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, llamó a “cuidar” la “mayoría” que sostiene al Gobierno de coalición y el espacio político de UP. “Hay que estar muy alerta porque a las élites económicas, cuando no les sirven las herramientas democráticas para sus objetivos, apuestan por la reacción, la ultraderecha”, advirtió la ministra de Derechos Sociales, quien también abogó por “ensanchar” el espacio político. “A la gente le gustaría ver a Yolanda [Díaz] como la primera presidenta de España”, afirmó ante el aplauso unánime del auditorio. “Hay que trabajar para llegar a las elecciones [municipales] haciendo posible la unidad”, manifestó.
“La extrema derecha está destruyendo la democracia día a día. Ha llegado el momento de trazar una línea roja y decir ‘ya basta’”, proclamó el líder de Alianza Verde y diputado de UP, Juan López de Uralde. “Es fundamental recuperar la calle, la palabra en los bares”, añadió.
“No nos va a quitar la calle porque es nuestro espacio natural”, insistió la portavoz federal de Izquierda Unida, Sira Rego, quien sustituyó en el debate al ministro de Consumo, Alberto Garzón, que no llegó a tiempo a la cita después de que su vuelo desde La Palma fuese cancelado por la ceniza del volcán. Gerardo Pisarello, parlamentario de los Comunes, defendió la unidad popular “para construir republicanismo y república”. Durante la intervención, relató su experiencia como “hijo de la gran reacción neoliberal y neofascista que comenzó en América Latina en los setenta”, que llegó a Madrid y vio a su madre declarar “por primera vez” ante un juez por el asesinato de su padre durante la dictadura de Jorge Rafael Videla. “Nunca olvidaré que los abogados eran dos jóvenes comunistas. Virginia Díaz y Enrique Santiago”, dijo ante un público que aplaudió emocionado.
Homenaje a Julio Anguita
En el mitin central de la fiesta, celebrado a última hora del sábado, Enrique Santiago reivindicó el papel del PCE dentro del Gobierno de España, después de más de ochenta años sin presencia en un Consejo de Ministros. En el acto, un homenaje al que fuera secretario general del partido, Julio Anguita, fallecido el año pasado, Santiago defendió que “lo más importante” del centenario es “todo lo que queda por hacer”. Se refirió así a la igualdad real de la mujer, la unión de las juventudes del mundo frente al cambio climático o la creación de “nuevos modelos productivos justos” y “sostenibles” que “pertenezcan a las clases trabajadoras”.
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