La perspectiva cambia nuestra percepción de los objetos. Las ciudades no son las mismas vistas desde el mar que con los pies en la tierra o desde las alturas. Subimos a ocho tejados de Palma para contemplar qué aspecto tiene la capital mallorquina desde el aire. Las azoteas de los hoteles son, sin duda, una buena elección que, además, se marida con grandes propuestas gastronómicas.
Para subir al cielo
Catedral
Hay pocas experiencias turísticas tan gratificantes como subir 140 peldaños por una escalera de caracol y encontrarse, de repente, bajo los arbotantes de una joya del gótico como la catedral de Palma. O cruzar un pequeño pasadizo y darse de bruces con el rosetón mayor, labrado en piedra. Hay también un acceso al campanario, y desde las terrazas del templo además se pueden ver las vidrieras por fuera más una vista de 360 grados de la ciudad que incluye el puerto, la zona vieja de Palma, el castillo de Bellver o la playa de Can Pere Antoni. La hora que dura la visita se hace corta maravillándose con este monumento y con el paisaje que avista, o escudriñando los tejados y azoteas que lo rodean, que son como el inconsciente de los edificios. De mayo a octubre, ambos incluidos, la catedral permite al público acceder a sus terrazas en grupos reducidos. El precio de la visita es de 20 euros (para los no residentes) y debe reservarse en su página web.
Entre el mar y la montaña
Castillo de Bellver
Bellver en castellano significa bellas vistas, así que el nombre de este castillo es un adelanto de lo que se puede divisar desde la fortaleza, ubicada sobre una colina al oeste de Palma: la ciudad, la bahía y la sierra de Tramuntana. Este castillo es el único de España con planta circular y fue construido en el siglo XIV para hacer de fuerte, aunque también desarrolló otras funciones como residencia de verano para la realeza o prisión —Franco lo volvió a usar como cárcel tras la Guerra Civil—. En perfectas condiciones de conservación, se puede visitar la terraza, el patio de armas, el museo, la capilla y las diferentes estancias. La entrada cuesta cuatro euros, a excepción de los domingos, que es gratuita.
Desayuno con vistas
Hostal Cuba
De estilo modernista, el edificio que alberga este alojamiento es uno de los tesoros arquitectónicos de Palma. Con más de 100 años de historia (data de finales del siglo XIX), fue mandado construir por el mallorquín Rafael Juan Roca cuando regresó con riqueza tras emigrar de España y vivir después en Canarias. Compró varias residencias, las hizo tirar y mandó edificar después este inmueble en la zona de Santa Catalina, el antiguo barrio de pescadores. El edificio pasó a ser un hostal para marinos con pocos recursos y el bar de abajo vendía todo lo que podían necesitar: cebos para pescar, gasolina para las embarcaciones y tabaco de contrabando. Desde 2013 es un hotel boutique con una terraza privilegiada. El Sky Bar, en su azotea, está abierto para todos y ofrece desayunos (20 euros para los no huéspedes) y cócteles con música de un DJ.
Menú de altura
Hotel Almudaina
En el número 9 de la avenida de Jaime III, la azotea de este hotel ofrece disfrutar de un menú del día por 15 euros mientras se contemplan los tejados palmesanos, las cúpulas de algunas iglesias, la omnipresente catedral y el Mediterráneo. Desde arriba, la ciudad brilla con el sol, muestra huertos entre los edificios, convertidos en auténticos oasis, y sus terrazas de ensueño. La vista rodea el bar, pero los ojos suelen detenerse en la zona vieja de Palma, llena de recovecos y misterio, más que en la nueva, de edificios asépticos y sin alma. Está abierto de doce de la mañana a doce de la noche.
A la luz del crepúsculo
Hotel Sant Francesc
Los que elijan este antiguo palacete para alojarse, distinguido con premios por diversas publicaciones viajeras y en el corazón de la parte vieja de la ciudad, tendrán el privilegio de poder bañarse en su piscina y tomar el sol en la azotea. Pero los no huéspedes también pueden subir a este confortable puesto de observación. Tan solo deben esperar a las ocho de la tarde para acceder a su Singular Rooftop y abrir bien los ojos mientras el cielo se tiñe de rosa y luego, justo antes de oscurecer, desprende una luz blanca, como si se resistiera a vestirse de negro. Hay cócteles, la tradicional pomada mallorquina (ginebra, limón y azúcar) y snacks para acabar el día, o empezar la noche.
Champán sobre los árboles
De Tokio a Lima
Las dos azoteas del hotel Can Alomar se han transformado en un restaurante de fusión y una coctelería, abiertos a cualquier hora y donde hay hasta una barra de caviar de Beluga y champán Veuve Clicquot. El precioso edificio restaurado da al paseo del Borne y las terrazas planean sobre las copas de los árboles, creando un entorno exótico y fascinante. El lujo aquí no es solo el paisaje circundante, sino lo que se come en su restaurante De Tokio a Lima: un mestizaje de cocina asiática, peruana y mediterránea para gustos sibaritas de la que se encarga el chef German de Bernardi. Además, en el interior del restaurante hay exposiciones temporales de arte contemporáneo. Vale la pena subir hasta aquí y divisar parte de la localidad desde la espesura.
Sabores asiáticos
Katagi Blau
Situado junto a la playa del Arenal, Katagi Blau, que ocupa la azotea del hotel Iberostar Selection Llaut Palma, fue reconocido como el mejor restaurante de cocina fusión asiática en Europa en los World Luxury Restaurant Awards de 2019. Su propuesta: recetas asiáticas que se fusionan con productos mallorquines. El resultado se puede disfrutar en diferentes formatos: almuerzo ejecutivo entre semana, brunch los domingos, a la carta, con la experiencia teppanyaki o sus cócteles de autor. La panorámica de un mar infinito desde la terraza se saborea con la vista, el oído y hasta el olfato. Los jardines verticales de este rooftop, la música de fondo y la luz del Mediterráneo completan una experiencia para los cinco sentidos.
Atardecer en el Moll Vell
49 Steps
Los lobos de mar disfrutarán de este asiento de primera fila en el Moll Vell (el muelle viejo), muy cerca de la catedral y del edificio de la Lonja. La terraza del restaurante 49 Steps permite ver el mar y los yates, que aparcan sus lujosas carrocerías en esta zona vip marítima. Es también un lugar idóneo para asistir a la puesta de sol mientras se bebe uno de sus cócteles exclusivos, como el Kate Moss (vodka vainilla, limoncello, fruta de la pasión, mandarina y prosecco), y se come algo. Carnes, pescados, mariscos, arroces y tapas internacionales en un ambiente de ropa de marca, aderezado con banda sonora.
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