Cristina Quinto cambió su profesión de analista de procesos en un banco en Argentina por la de elaboradora de quesos veganos en Alicante. Fue después de hacerse vegetariana y pasar un año en una empresa de alimentación en Iguazú. “Siempre tuve el gusanillo de emprender, y tras comprobar que había pocas opciones de alimentos saludables para veganos, decidí empezar a investigar con los sustitutos vegetales del queso”, explica. Un sector que por entonces estaba en pañales y en el que había muchas opciones de crecer.
Con una inversión inicial de apenas 15.000 euros, sus primeras investigaciones tuvieron a los frutos secos como protagonistas. “Primero lo intenté con almendras, pero no salió bien. Luego lo hice con anacardos y vimos que era viable y que estaba bueno”. Su primer éxito fue un sustituto de queso al estilo camembert que llamó mucho la atención en el mercado y que en 2021 ha sido reconocido por la plataforma internacional Abillion como uno de los 10 mejores quesos veganos del mundo; una clasificación en la que es el único producto español de este tipo y en la que también escasean los de origen europeo. Eligieron llamarlo “Este queso no es un queso”.
Quinto fabrica sus productos en un pequeño obrador en Alicante, “aunque tenemos en proyecto trasladarnos a otro más grande a lo largo de este año”. Durante 2020 produjeron más de 26.000 piezas de las variedades que actualmente comercializan: cuatro tipos de cremosos, un semicurado y el tipo camembert, aunque tienen previsto lanzar nuevas variedades, entre ellas un ahumado natural y un mohoso, que, comenta, es muy complicado de conseguir. La producción la realiza con máquinas que adapta de otras industrias, “porque para esto no hay investigación”, aunque asegura que, desde Mommus, están buscando, junto a otras empresas, cómo crear la maquinaria adecuada. “Hay demanda y margen para innovar y mejorar”.
Con cuatro empleados, sus ventas se centran en el canal retail, sobre todo en tiendas especializadas. De momento no están en la gran distribución, “pero llegaremos. Somos artesanos y tenemos que industrializarnos. Los productos más económicos son buenos candidatos a la gran distribución, pero los gourmets, los más caros, no tienen todavía suficiente demanda”, asegura.
En 2020 abrieron la tienda digital con una inversión de apenas 70 euros y la ayuda de amigos, “para salvar los muebles durante la crisis sanitaria”, explica. Una forma de venta que por ahora es casi anecdótica, con un 12% de la facturación total, que en 2020 ascendió a 131.00 euros y que el año pasado subió a 180.000 con beneficios de 14.000 euros. Sus próximos pasos se orientan hacia la exportación (están en alguna tienda de Francia y Portugal) y la elaboración de otros productos, como la sobrasada vegetal que lanzaron hace algunos meses.
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