Peregrinos octogenarios en busca de la inmunidad

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Dolores Prados y su marido Rafael Barea o Conchita Baena respiran un poco más tranquilos desde el pasado miércoles. Tienen 82, 84 y 83 años, respectivamente, y ya han recibido la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. Para ellos, sin embargo, el mayor desasosiego no han sido estos meses prácticamente enclaustrados y con un miedo casi permanente al contagio, sino cómo transitar los apenas 20 kilómetros que separan El Rubio, el municipio sevillano de 3.370 habitantes en el que residen, de Osuna, la localidad donde tenían que ir a ponerse la inyección. “Yo estuve tentada de no vacunarme por los inconvenientes para que alguno de mis hijos pudiera venir a llevarme”, reconoce Conchita.

La Junta de Andalucía empezó a vacunar a los mayores de 80 años el 11 de febrero, estableciendo puntos de vacunación en las cabeceras de comarca de los distritos sanitarios para atender a los ancianos. La medida se ha adoptado por motivos de logística y para adaptarse a las particularidades e inestabilidad de las vacunas, según explica un portavoz de la Consejería de Salud. “Es más operativo y además se está combinando con vacunaciones a personal de trabajo a domicilio”, recalca. También se está inmunizando en paralelo estos días a los docentes, al resto de profesionales sanitarios, farmacéuticos y psicólogos.

Esta decisión ha obligado a muchos ancianos a depender de sus familiares o de los vecinos para poder desplazarse hasta los municipios de referencia. Un contratiempo que han criticado varios alcaldes que han pedido a la Administración que reconsidere la organización y que permita que los enfermeros se desplacen hacia sus pueblos para facilitar el proceso de vacunación. “Esto ahonda en los problemas de la Andalucía rural que está mucho más envejecida, aquí tenemos ambulatorios. Si han ido hasta las residencias y han venido a hacer cribados, pueden llegar para vacunar”, sostiene Estrella Montaño, alcaldesa de Aguadulce, que, como El Rubio y Lantejuela, están asignados a Osuna.

Los servicios sociales de estos ayuntamientos están preparados para trasladar a sus mayores si fuera necesario, aunque hasta ahora siempre han encontrado a un familiar o a un vecino que los ha llevado, coinciden los empleados consultados en los tres consistorios. Conchita, que vive sola, sin embargo, casi se queda sin chófer. “Mi hijo, que trabaja en la Universidad de Sevilla, a 100 kilómetros de aquí, se había pedido el día libre, pero una de sus alumnas a la que había corregido un examen dio positivo, menos mal que al final mi hija que vive en Huelva, mucho más lejos [200 kilómetros], pudo también cogerse el día y venir”, cuenta aliviada.

A Conchita la llamaron el lunes pasado para citarla al día siguiente a las siete de la tarde en Osuna. Apenas tuvo margen para poder arreglar el imprevisto de su hijo y como su hija debía volver a Huelva, en el punto de vacunación accedieron a vacunarla en el coche. “Fue rapidísimo, ni me enteré. No me ha dado reacción ni nada. A ver si me ponen la otra dosis ya”, cuenta. En el puesto habilitado en la sede de la Cruz Roja de Osuna, se ha vallado el aparcamiento para inyectar las dosis directamente en el interior de los vehículos. El proceso es muy rápido, una enfermera llena la jeringa mientras otra inocula. En el interior hay otros dos equipos poniendo vacunas. De media se administran unas 800 dosis diarias.

400.000 mayores de 80 años

“Si es para que mi madre se vacune, a mí no me importa conducir 400 kilómetros, pero el problema es que en estos pueblos no hay autobús, no tienen servicio de taxi… Todo ha estado muy bien organizado, pero igual podría haberse hecho en El Rubio”, opina su hija Conchi, que llevaba desde antes de Navidad sin ver a su madre. En el punto de vacunación de Osuna están asignados 9.800 mayores de 80 años. De ellos, 238 viven en El Rubio, según los datos del INE. Desde que comenzó la vacunación de este grupo, han recibido la primera inyección el 35,7% de ancianos en esa franja de edad y 5,35% ya tiene las dos dosis, de acuerdo con los datos facilitados por la Consejería de Salud a 23 de febrero. En la comunidad se calcula que hay 400.000 mayores que superan la ochentena.

Dos horas antes que Conchita, se vacunaron Rafael y Dolores. Ellos tenían la intendencia preparada con tiempo. Viven con su hijo Rafa y su cuñada en la misma casa. “Ellos arriba y yo debajo, mucha casa para mí”, explica Dolores. Su mayor preocupación era cómo iba a poder subirse en el coche su marido, con problemas respiratorios y muy delicado de salud. El departamento de Salud está citando por orden descendiente en cuanto a la edad y solo llamaron a Rafael, pero su hijo explicó la situación y no hubo problema en que fueran los dos el mismo día. “La verdad es que han sido flexibles, preguntaron también si nos venía mejor por la mañana o por la tarde. Ya que tenemos que desplazarnos, mejor una sola vez”, cuenta su hijo.

Por sus problemas de movilidad, Rafael también se vacunó en el coche. Dolores lo hizo en el centro, acompañada de su nieta. “Todo muy rápido y muy bien, a ver si con esto y quedándonos todos en casa empezamos a matar al bicho”, cuenta. En su casa ya son tres los vacunados. Su cuñada es enfermera y ya está inmunizada. “La pobre ha tenido mucho cuidado con mis padres en casa. Mi padre, por su situación, no ha salido a la calle para no tener contacto con nadie y tener que llevarlo a Osuna ha sido una preocupación, aunque todo ha ido muy bien y está muy bien montado”, explica Rafa. “Sin duda, poderse vacunar aquí lo haría todo más fácil”, abunda.

Ni Conchita ni Dolores van a bajar la guardia. “A mí me encantaría volver a mis reuniones de encajes de bolillos o al balneario, que iba siempre una vez al año, pero esto del confinamiento me ha dejado fatal los huesos. Salgo un poquito con mi andador a que me dé el sol y hablo con mis amigas por teléfono, lo de ir a tomarse una cañita el sábado por la tarde ya no va a poder ser”, dice sonriente la primera. Dolores es menos de salir. “Yo no me aburro nada en casa”, reconoce. Durante el confinamiento ha sido una Penélope particular. “Le hice una manta de croché a mi nieto y, como ahora le han comprado una cama más grande, pues estoy añadiendo, y en eso me entretengo”, cuenta.

A todos les han dado cita para la segunda vacuna el próximo 9 de marzo. Conchita tendrá que poner de nuevo a punto la intendencia para acercarse a Osuna, pero como sus dos vecinos, espera ese día con esperanza. ”A ver si se nos va quitando un poquito el miedo”, aventura.


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