Ponga un destiltraje en su vida

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En el top ten de la moda estelar (si es que esto no es un pleonasmo) figuran las camisetas de la tripulación de la Enterprise en Star Trek, el traje de astronauta de Dave Bowman en 2001: una odisea del espacio (reconvertido en indumentaria de Madelman), la túnica de Jedi (dejamos para otro artículo el interesante tema de cómo es su ropa interior) o los harapos que resaltan el cuerpazo de Charlton Heston en El planeta de los simios. Pero si hay un elemento de vestuario realmente guay en la ciencia ficción y que ha marcado tendencia en el género es el destiltraje.

Se trata de la ropa que usan los nómadas Fremen, los correosos habitantes del planeta Arrakis, el planeta-desierto conocido en el universo como Dune. El destiltraje permite sobrevivir en el calor más atroz (aunque, parafraseando a aquel jocundo marine espacial de Aliens, es un calor seco) mediante la recuperación y conversión en agua potable, que se chupa por un tubito, del sudor y otras desinencias corporales como la orina y las heces. Esto tan desagradable no lo digo yo, lo dice el planetólogo y ecólogo imperial, y Fremen honorario, Liet Kynes, al explicar el funcionamiento del traje a la plana mayor de los Atreides en la novela de Frank Herbert y las películas que se han hecho sobre ella. En la última, la de Denis Villeneuve, lo han convertido en mujer para aumentar la cuota femenina dado que no se podía cambiar de sexo a los gusanos gigantes, que son hermafroditas.

En la novela, el destiltraje, que se lleva bajo “las amplias ropas del desierto” y la capa Jubba antirreflectante, tiene una brillante y crujiente superficie, cubre la frente, incluye un filtro que se porta sobre el rostro y posee correas de ajuste que hay que apretar para evitar roces. Se lleva con botas del desierto a juego. Con él no pierdes más de un dedal de humedad al día. Con esta descripción pides un destiltraje en Mango y ves a saber qué te dan. David Lynch en su machacado Dune de 1984 plasmó el destiltraje como un mono acolchado, adelantándose varias temporadas a la omnipresente parka de Uniqlo. El destiltraje masculino de Lynch incluye chocolatines abdominales y suspensorio marcapaquete, y que no falte nada en la galaxia. Bien puesto, como lo lleva Paul Atreides (Kyle MacLachlan, ¡esa barbilla!), permite moverte con la soltura suficiente como para vencer en duelo mortal al requetemalvado Feyd Rautha (Sting, ¡ese todo!), que en su uniforme de combate Harkonnen, digno de Rammstein en una noche loca, enfatiza también la parte contratante. En el Dune de Villeneuve, el destiltraje sigue la misma idea (el mismo patrón: voilà la tendencia) pero con más complementos como si dijéramos. Desconcertantemente o en una sutil referencia a la moda unisex, el destiltraje de Chani (Zendaya) también marca paquete. Al Stilgar de Javier Bardem parece quedarle un poco apretado en los bajos, quizá por eso está siempre con cara de mala leche.

En un encomiable (espero) ejercicio de profesionalidad he acudido a The Science of Dune (Benbella Books, 2008), una fascinante exploración de la ciencia real tras el Dune de Herbert para aclarar si el destiltraje, al que el libro dedica un capítulo, es científicamente plausible. Sintetizando las pormenorizadas explicaciones tecnológicas y termodinámicas del doctor John C. Smith de la Nasa, experto en mecánica celeste (¿la forma de pasar la ITV las astronaves?): No. Pues qué pena.

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