Por una guía de conducta

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Ciertas guías de conducta y su grandeza pertenecen al pasado. Pero estaría bien que volvieran. La criminal invasión de Ucrania se habría producido igual, pero quién sabe si éticamente, aun viendo que vamos rumbo a peor, no nos sentiríamos más fortalecidos. Entre las guías de antaño, estaban los lemas, muy ligados a un sello, a una marca, a uno de esos adagios que eran pensamiento moral, consejo o enseñanza, transmitidos a lo largo de generaciones de una misma familia.

La palabra lema, escribe Karen Blixen en Daguerrotipos y otros ensayos (Elba), “está muy lejos de las mentes de los jóvenes de hoy”. Y como esto lo escribió en 1959 en su ensayo Sobre los lemas de mi vida, ya podemos imaginar adónde habrá ido a parar esta palabra en nuestros días.

Al rescatar Blixen los lemas, explica Clara Pastor en el prefacio de Daguerrotipos, no buscaba reivindicar nada, sino preservar así una continuidad con la herencia del pasado. Blixen fue vista en su época como una excelente cuentista, aunque para algunas, como Hannah Arendt, no fue más que una ególatra danesa, que vivió en África y tenía talento para narrar historias que normalmente versaban sobre ella. Pero nada dijo nunca Arendt de los ensayos, donde se encuentran piezas tan maravillosas como algunos de sus cuentos y que, como se apunta en el prefacio de Daguerrotipos, fueron para Blixen “campo de pruebas y de diálogo, como una conversación en curso”. Léase al respecto Sobre los lemas de mi vida donde Blixen, con gran habilidad, condensa las experiencias más importantes de su vida a través de los cuatro lemas que sucesivamente la fueron guiando.

De los cuatro, mi favorito es el segundo de los que adaptó, el que encontró en Kenia en el escudo de la familia inglesa Finch-Hatton: “Je responderay”, o sea: “Responderé”. El tercero también tiene su gracia (era el nombre de un barco que se hundió a la altura de Islandia): “¿Por qué no?”

Fotografía de 1957 de la casa de Karen Blixen en Rungstedlund (Dinamarca).
Fotografía de 1957 de la casa de Karen Blixen en Rungstedlund (Dinamarca).

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¿Y por qué no volver a las guías de conducta? Es solo una propuesta. “Uno escoge su lema y lo manda grabar en un sello, pero, en un decir amén, el lema lo sella y le marca a uno”, escribió Blixen antes de indicarnos que en su país había familias del campo que habían vivido durante siglos bajo la influencia de uno de esos lemas: los miembros de diversas generaciones eran distintos entre sí, pero, gracias al virtuoso léxico familiar, mantenían en la vida conductas morales ligadas a él.

Para Blixen, el lema “Responderé” era interesante, primero, por la importancia que le daba a la idea de responder, porque todos hemos conocido a personas inteligentes a las que arrojas un balón y, en lugar de atraparlo y devolverlo, se quedan con él para luego monologar y dar signos de no amar la conversación. Y, segundo, el lema le agradaba por su intenso contenido ético. Responderé de lo que digo y también de mis actos, es decir, seré responsable. Yo respondo de lo que estoy proponiendo. Ojalá vuelvan los lemas, y con ellos las guías de conducta y tantos pensamientos morales que tantas cosas cambiaban, para bien, en el mundo de antaño.

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