Proezas de la ingeniería que dan mucho vértigo: de las casas colgantes de Perú a la pasarela de cristal que se agrieta



¿Transformar uno de los estadios de fútbol más célebres del mundo en un (casi invisible) islote rodeado de un mar de árboles? Hay ideas tan audaces que corren el riesgo de no ser tomadas en serio. Mientras otros estudios de arquitectura se plantean qué harían ellos con la nueva fachada del Camp Nou y cómo reordenarían su entorno, en ON-A, la smart office de los arquitectos Jordi Fernández y Eduardo Gutiérrez, proponen un replanteamiento mucho más radical, “un ejercicio de urbanismo ficción” sin inhibiciones ni prejuicios: a lo mejor lo último que necesita el coliseo barcelonista es una fachada nueva. ¿Qué tal si lo cubrimos con “un manto de bosque verde”, si lo sumergimos en una colina arbolada con un par de lagos en sus laderas, convirtiéndolo así en un “estadio montaña” o un “estadio bosque”? En definitiva, en un vasto y frondoso parque urbano con un estadio dentro.
Para Fernández, impulsor de la original propuesta Nou Parc, se trata de renunciar de una vez a la obsesión por las fachadas vistosas y a la lógica de la “arquitectura trofeo”, que sigue guiando proyectos como el del criticado nuevo Bernabéu, ya en construcción. Asumir que el estadio no puede seguir siendo una especie de altivo intruso en el corazón de Barcelona, una barrera que separe unos barrios de otros y un mero templo a la opulencia deportiva desconectado de la urbe y las necesidades cotidianas de sus ciudadanos.
Al integrarlo, que no sepultarlo, en un bosque mediterráneo de 25 hectáreas con su mirador y sus áreas de ocio al aire libre, el campo del Fútbol Club Barcelona seguiría cumpliendo su función y, a la vez, se relacionaría mucho mejor con la ciudad. Una ciudad que, según Fernández, tiene una “urgente” cita con el futuro sostenible y debe “renaturalizarse” para sobrevivir y seguir creciendo. Sobre todo, después de que la pandemia nos demostrase hasta qué punto son dramáticas sus contradicciones y carencias.

“Un vecino de Les Corts podría ir de su barrio a la Zona Universitaria, y de ahí pasar al parque Cervantes y, a continuación, internarse en el parque natural de Collserola sin pasar en todo el trayecto por áreas de pavimento duro ni cruzar semáforos”, explican los arquitectos. | ON-A

Barcelona lleva 150 años planteándose qué quiere ser de mayor. Partiendo de una idea de diseño tan brillante como el Plan Cerdà, quiso ser una de las primeras y más completas ciudades jardín de Occidente, pero pronto aparcó esa vocación y se rindió a puntos de vista más mercantilistas, más prosaicos. Hoy es una urbe densa, congestionada, rendida a la cultura del automóvil y con una llamativa falta de grandes zonas verdes más allá de ese pulmón externo que es la sierra de Collserola. Para Fernández y su equipo, “proyectos como la remodelación del Camp Nou y su espacio circundante, la reforma de la Sagrera, el nudo de Glòries o el desarrollo de las superislas son la oportunidad de que la ciudad se plantee cómo quiere seguir creciendo y en qué quiere transformarse”.
Por ese motivo, hace ahora tres años, en ON-A empezaron a preguntarse cómo resolverían ellos la reordenación del Camp Nou. Por entonces, el Fútbol Club Barcelona había aprobado por referéndum entre sus socios el proyecto Espai Barça (lo votaron en 2014) y acababa de alcanzar un acuerdo con el ayuntamiento de la ciudad en el que se contemplaba la cesión para uso público de un mínimo de 10 de las hectáreas que rodean el estadio.
Fernández vio en ello una ventana abierta para “proyectos imaginativos que se atreviesen a repensar esa área sin perder de vista las necesidades de Barcelona en su conjunto”. Les sirvieron de inspiración, “además de la política urbanística de ciudades como Singapur”, dos de los proyectos finalistas al concurso de construcción del estadio de los Juegos Olímpicos de Tokio: “Aunque el proyecto ganador también tiene sus virtudes, a nosotros nos interesaron muy especialmente las dos propuestas más radicales, el ‘estadio montaña’ y el ‘estadio bosque’, y trabajamos en una especie de síntesis de ambas adaptada al Camp Nou y su entorno inmediato”.

El “estadio montaña”, de DGT Architects, es uno de los proyectos que se presentaron para los Juegos Olímpicos de Tokio que, aunque no ganaron, sirvieron de inspiración para Nou Parc. | DGT Architects

Un vídeo y una serie de imágenes renderizadas fueron la plasmación práctica de este esfuerzo creativo. Arquitectura ficción, sin duda, pero con los pies en la tierra y mirando de frente al futuro inmediato. “Como se trataba de una especulación teórica pensada para desarrollar nuestras ideas sobre el efecto regenerador de la arquitectura sostenible –y con suerte contribuir al debate ciudadano–, no se hizo una estimación de costes ni plazos aproximados de construcción”, explica Fernández, “pero creemos que es un proyecto tan ambicioso y original como serio y realizable”.

La idea de GMP Architekten para el Estadio Olímpico de Tokio 2020, otro de los proyectos que inspiraron a los arquitectos Jordi Fernández y Eduardo Gutiérrez (ON-A) para la renaturalización del coliseo barcelonés. | GMP Architekten

Nou Parc pasó un par de años aparcado en el arcén de las utopías de consumo interno (“somos de los que piensan que otra arquitectura es posible, y nos hemos propuesto demostrarlo”, dice Fernández), pero en ON-A han decidido lanzarlo y divulgarlo precisamente ahora, coincidiendo con el fin del confinamiento y con el despertar a la nueva normalidad: “Ver a miles de barceloneses abarrotando las playas y las terrazas en los primeros días de la desescalada o hacinándose en zonas verdes minúsculas en las que a duras penas es posible mantener la distancia de seguridad nos hizo plantearnos lo necesario y lo urgente que es ofrecer a la ciudad pulmones verdes y posibilidades de ocio saludable al aire libre”, nos cuenta el impulsor de la idea.
La versión 2.0 de Nou Parc ha contado con la participación de Verdtical, una empresa de bioconstrucción y soluciones tecnológicas sostenibles que también mira a los ejemplos de Singapur o del edificio bosque de Stefano Boeri Architetti en Milán. Según explica Fernández, “ellos han desarrollado los aspectos prácticos de la idea de intervención topográfica en el entorno del estadio, que es una de las bases del proyecto”.

El proyecto consiste en elevar el terreno circundante al estadio, de modo que el Camp Nou se integre, y no se sepulte, en un bosque mediterráneo de 25 hectáreas. | ON-A
Se trataría de elevar el terreno para crear esa colina artificial que cubriría (salvo en su parte superior) el Camp Nou y el resto de instalaciones deportivas, con lo que se podrían dedicar hasta 25 de las 26 hectáreas disponibles a zonas verdes sin por ello reducir la superficie de uso de que dispondría el club. Las pendientes permitirían también que los dos lagos previstos se nutriesen de agua de lluvia, “de manera que el proyecto fuese, además de verde, azul, es decir, centrado en la acumulación y optimización de recursos hídricos”.
La propuesta viene acompañada de un sólido argumentario en el que, entre otros datos de interés, se insiste en que un parque de 25 hectáreas en el centro de la ciudad podría producir 15.000 kilógramos de oxígeno diarios y absorber 25.000 kilogramos de CO2. Eso acercaría a Barcelona a dos de sus principales objetivos medioambientales: “Pasar de los seis metros cuadrados de zonas verdes por habitante de que dispone en la actualidad a los nueve que la OMS considera el mínimo imprescindible, e incrementar en un 30% la calidad del aire”, lo que evitaría “alrededor de 400 muertes prematuras cada año”.

Ahora mismo, según explican los arquitectos, el barrio de Les Corts se encuentra separado de la Zona Universitaria por un espacio de uso privado que crea un efecto isla. | ON-A
Fernández considera también que Nou Parc se integraría a la perfección en el proyecto municipal, varias veces lanzado, abandonado y reformulado, de las llamadas “siete puertas de Collserola”, pensado para conectar mejor la ciudad con el macizo montañoso que la rodea y la oxigena: “Un vecino de Les Corts podría hace uso de la nueva zona verde para ir de su barrio a la Zona Universitaria, separada ahora de él por un espacio de uso privado que crea un efecto isla. De allí podría pasar al parque Cervantes y, a continuación, internarse en el parque natural de Collserola sin pasar en todo el trayecto por áreas de pavimento duro ni cruzar semáforos”.

Con Nou Parc Barcelona pasaría de los seis metros cuadrados de zonas verdes por habitante a los nueve que la OMS considera el mínimo imprescindible, e incrementar en un 30% la calidad del aire”, lo que evitaría “alrededor de 400 muertes prematuras cada año”. | ON-A

Fernández reconoce que el actual plan de reordenación de la zona, fruto del diálogo entre el consistorio barcelonés, el club deportivo y las asociaciones de vecinos, pese a ser “comprensiblemente” menos ambicioso que el proyecto Nou Parc, “va en la buena dirección y tiene en cuenta aspectos como la sostenibilidad y el incremento de espacios verdes y áreas de uso público”. Sin embargo, insiste en la necesidad de “replanteamientos radicales” como el que presentan ellos, porque la ciudad se enfrenta a graves problemas y “la buena arquitectura y el buen urbanismo pueden contribuir a resolverlos”.
De ahí esta “una reflexión en voz alta” fruto de 15 años de experiencia en el campo de la arquitectura sostenible: “Uno de nuestros primeros proyectos fue para el concurso de remodelación del Parque de Llano Amarillo de Algeciras y ya propusimos recuperar ese rincón de la dársena pesquera de la ciudad insertando un amplio espacio verde en un entorno urbano. Creemos que la renaturalización es el camino. No solo el mejor, sino poco menos que el único”.


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