Los resultados de las elecciones legislativas del 8 de noviembre en Estados Unidos ya son casi definitivos. Más de un mes después de la fecha de la votación, y tras la segunda vuelta de Georgia para el Senado, aún queda un escaño de la Cámara de Representantes por confirmar en Colorado, donde se está procediendo a un recuento. Las conclusiones que emergieron en los primeros días de escrutinio se mantienen. La marea republicana que pronosticaba Donald Trump no se produjo y el presidente, Joe Biden, ha logrado para su partido los mejores resultados de unas elecciones de mitad de mandato en 20 años. Las miradas ya están puestas en 2024. ¿Qué partido ganaría la presidencia con los resultados de las legislativas? La extrapolación de los resultados apunta lo ajustada que estará la batalla.
Lo primero que hay que subrayar es que se trata de un ejercicio algo aventurado de política ficción. Cada elección es diferente por múltiples motivos. Se lleva a cabo en momentos distintos, con dinámicas políticas propias, reglas electorales diferenciadas, niveles de participación variables y candidatos distintos. En el caso de unas elecciones presidenciales en Estados Unidos, los candidatos tienen un papel decisivo y la movilización de los votantes es mucho más alta que en las elecciones intermedias.
La diferencia de comportamiento electoral se ha puesto de manifiesto en las propias elecciones del 8 de noviembre. Hay Estados (como Georgia y Nevada) donde un partido ha sido el más votado en la suma de sus distritos para la Cámara de Representantes y otro ha ganado en el Senado. Y otros (como Wisconsin, Vermont, New Hampshire y Kansas) donde el mismo partido ha ganado en ambas cámaras, pero en las elecciones a gobernador ha ganado el otro.
La primera cuestión, por tanto, es qué resultados del 8 de noviembre extrapolar. En el Senado y en las elecciones a gobernadores, la circunscripción es estatal, como en las presidenciales, pero no se llevaban a cabo en todo el país. La que sí se renovaba por completo es la Cámara de Representantes, así que parece lógico empezar con el análisis de esta última, pese a que sus circunscripciones son por distritos y en muchos de ellos (por el gerrymandering, la delimitación partidista de los mapas electorales) resultan poco competitivas, lo que desincentiva la participación. En el extremo, hay distritos donde no se llega a votar porque están tan claros que se presenta un único candidato, lo que distorsiona algo los agregados.
En las elecciones a la Cámara de Representantes, los candidatos del Partido Republicano han logrado en el conjunto del país 54,4 millones de votos, frente a 51,4 millones de los demócratas, según el cómputo de The Cook Political Report. Las cifras están muy lejos de los 81,3 millones que logró Joe Biden en 2020 o de los 74,2 millones que recibió Trump ese mismo año, lo que ya muestra a las claras los límites del análisis.
Para extrapolar esos votos de la Cámara de Representantes a unas elecciones presidenciales es necesario sumar los votos de cada partido en cada distrito de cada Estado. Con mínimas excepciones, el candidato presidencial que gana en un Estado se lleva todos los votos electorales o delegados del mismo. En cada Estado ese número equivale al de sus escaños en el Congreso (dos senadores por cada Estado más un número de representantes proporcional a su población). En todo el país se eligen 538 delegados, así que hacen falta 270 para ser elegido presidente. Los Estados con más votos electorales son California (54), Texas (40), Florida (30) y Nueva York (28). Los que menos, varios Estados con 3: Alaska, las Dakotas, Delaware, Wyoming y Vermont, además de la capital federal, el Distrito de Columbia.
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Pues bien, con ese ejercicio y con los votos de las elecciones del pasado 8 de noviembre, un candidato demócrata en las presidenciales habría logrado 274 votos electorales, algo por encima de los 270 votos necesarios, pero con un mínimo margen. La conclusión se refuerza si se toman los resultados de las elecciones al Senado en los Estados donde se han elegido senadores y las de la Cámara de Representantes en el resto. En ese caso, cambiarían de signo los 16 votos electorales de Georgia y los 6 de Nevada, dos estados con candidatos claramente trumpistas y donde la batalla del Senado se ha asemejado más en sus dinámicas a la de unas presidenciales. Con ello, la extrapolación daría 296 votos electorales a los demócratas y 242 a los republicanos, lo que sería casi una repetición de los resultados de 2020, con la única diferencia de los 10 votos electorales de Wisconsin, que le permitieron a Biden lograr un total de 306 y donde ahora ha ganado el Partido Republicano.
Es un ejercicio teórico, pero ayuda a entender la frustración del Partido Republicano porque los resultados llegan, además, en unas elecciones de mitad de mandato, donde se suele castigar al partido de quien ocupa la Casa Blanca, y con un presidente con un índice de popularidad muy bajo. Los republicanos han conquistado la Cámara de Representantes por un escaso margen (222 a 213 escaños), han perdido posiciones en el Senado (de 50 a 49 escaños) y su camino para recuperar la Casa Blanca en 2024 parece repleto de obstáculos. El principal, según muchos de ellos, es Donald Trump.
Donald Trump, durante un mitin en Latrobe (Pensilvania), en noviembre pasado.ANGELA WEISS (AFP)
El expresidente no solo ha protagonizado la campaña republicana de las legislativas, sino que su influencia llevó a la selección en las primarias de candidatos extremistas o poco preparados que han provocado rechazo en los electores independientes. Las derrotas en las elecciones al Senado de sus favoritos en Pensilvania, Georgia, Nevada y New Hampshire han dejado a los republicanos sin la posibilidad de controlar la Cámara Alta. Trump, que insinuó su candidatura a las presidenciales de 2024 durante la campaña y la confirmó después de las elecciones, sigue siendo el más popular entre las bases republicanas.
Trump sigue cuestionando la derrota frente a Biden en la que perdió por siete millones de votos y coquetea abiertamente con la extrema derecha. Es un candidato al que no será fácil batir en las primarias del partido, pero cuyas limitaciones como candidato presidencial para el conjunto del electorado han quedado en evidencia. Eso anima la carrera y lleva a muchos a pensar que habría más opciones con otro candidato. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, que ha arrasado en la reelección, aparece como principal alternativa.
La otra conclusión a la que apunta la extrapolación de los resultados es que la batalla está abierta y que se concentrará en un puñado de Estados pendulares o bisagra. Son los llamados Estados púrpura, la mezcla del rojo del Partido Republicano y el azul del Demócrata, donde las fuerzas de ambos están bastante equilibradas. Pensilvania (con 19 votos electorales), Georgia (16), Arizona (11), Nevada (6) y Wisconsin (10) aparecen en primera fila. En los cinco ganó Biden en 2020 y, salvo sorpresas en otros Estados (Colorado, New Hampshire, Michigan…), los republicanos necesitarán conquistar al menos dos de ellos para allanar el camino a la presidencia.
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