Reino Unido presenta un presupuesto para salir de la pandemia y navegar el Brexit


Aunque parezca imposible, hay una semana en la política del Reino Unido en la que Boris Johnson no ocupa el centro del escenario. Todas las miradas se enfocan en un hombre de 1,70 metros y una delgadez extrema, un faquir educado en California, multimillonario de familia y “thatcherista” de convicción, encargado de controlar las cuentas de un Gobierno dirigido por un primer ministro que tiende a gastar como si no hubiera un mañana. Rishi Sunak, el chancellor (ministro de Economía) de Downing Street, presentará este miércoles sus primeros presupuestos pospandemia, junto con el techo de gasto de los próximos tres años.

La información adelantada desde el fin de semana pasado apunta a que Dishy Rishi (Sexy Rishi, como se le conoce entre sus numerosos fans) desplegará un circo de tres pistas. En la primera, mantendrá el gasto que desea su jefe para corregir las carencias del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés), y equilibrar las inversiones en infraestructuras por toda Inglaterra. Un guiño a esos votantes laboristas de la llamada muralla roja que se entregaron en 2019 a los encantos de Johnson. En la segunda, intentará controlar a las fieras del ala dura del Partido Conservador, que consideran una traición a sus esencias la subida del impuesto de sociedades ya anunciada en marzo (del 19% al 25%), y el incremento de un 1,5% en las cotizaciones a la Seguridad Social (National Insurance, en el término inglés).

“Claro que quiero recortar impuestos, pero para hacer eso primero debemos lograr que nuestras finanzas públicas entren en una senda sostenible”, advirtió Sunak a sus críticos en el congreso del Partido Conservador celebrado en Mánchester a principios de octubre. “Una ideología sin sentido es algo muy peligroso. A mí me importa aquello que demuestra su utilidad, no la pureza de ningún dogma”, desafió desde la tribuna. Y tercera pista: un refuerzo a la promesa de Johnson de que la era pos-Brexit traerá una economía con salarios más altos y trabajadores más cualificados.

De momento, el salario mínimo, que el Reino Unido mide por horas, subirá de los 10,50 euros/hora a 11,27 euros/hora, para los trabajadores mayores de 23 años (por debajo están las categorías de 21-22 años y de aprendiz, que también aumentarán). Un incremento del 6,6% que más que duplica la inflación actual del 3,1%, y que “conduce al objetivo anunciado de acabar con los salarios bajos para el final de esta legislatura”, ha dicho Sunak a la BBC.

Más de 8.000 millones de euros destinados a infraestructuras de transporte en el norte de Inglaterra, la zona más golpeada por una década de austeridad; y 7.000 millones extras, que se sumarán a los 14.000 ya previstos gracias a la subida fiscal, para acabar con las carencias, retrasos y listas de espera (más de cinco millones de pacientes) del Servicio Nacional de Salud. El nivel de gasto público contemplado para los próximos tres años (lo que queda de legislatura, si no se produce un adelanto electoral) supone un aumento promedio del 3% al año. Un ritmo que recuerda a los años alegres del Nuevo Laborismo de Tony Blair y de su ministro de Economía, Gordon Brown.

Pero es una cifra engañosa, porque el grueso del dinero se destinará al NHS, que supone un pozo sin fondo (cerca del 40% del presupuesto). La educación pública, los gobiernos locales, la policía o la administración de justicia no compensarán con sus ingresos ni de lejos el 20% de recortes que arrastran desde los años de austeridad del Gobierno conservador de David Cameron. “Y el verdadero problema radica en que el gasto puede crecer alegremente un 3% al año mientras la economía crezca al mismo ritmo”, avisa Paul Johnson, director del centro de pensamiento Instituto de Estudios Fiscales. “Pero no son esas las previsiones que se manejan, entre otras cosas, por los efectos negativos que el Brexit va a continuar teniendo. Junta eso con la presión de una población muy envejecida y un NHS hambriento, y Sunak quizá no sea el último ministro de Economía que suba impuestos y se vea a la vez obligado a buscar dinero para sostener otros servicios públicos”, avisa el economista.

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Sunak juega con la previsión de una recuperación de la pandemia mucho más rápida y fuerte de lo que se pensó en un principio, que reducirá el nivel de endeudamiento calculado hace apenas un año y permitirá al ministro disponer de algo de dinero extra para sostener las constantes promesas de su jefe, Boris Johnson. A cambio, se resiste como el que más a la idea de un nuevo confinamiento, a pesar de lo alarmantes que son las cifras actuales de contagios (unos 50.000 diarios). Y no quiere ni mencionar la posibilidad de tener que echar de nuevo mano del Jobs Retention Scheme (Programa de Retención de Empleos), un programa similar al de los ERTE españoles pero mucho más generoso, que ha supuesto un desembolso de más de 80.000 millones de euros.

La tensión entre el primer ministro del Reino Unido, el habitante del número 10 de Downing Street, y su ministro de Economía (el vecino del número 11), es histórica. Si el primero controla el liderazgo político y es el primus inter pares del Gobierno, el segundo controla el aparato burocrático del Estado desde un poder fuertemente centralizado. Sunak, sin embargo, fue el recambio de Johnson cuando, justo antes de la pandemia, decidió deshacerse de su predecesor, Sajid Javid (hoy al frente del Ministerio de Sanidad). A pesar de su enorme popularidad, como se pudo ver en el congreso conservador de Mánchester, y de que todas las quinielas le coloquen como posible sustituto de Johnson, intenta no despertar los recelos de su jefe, muy poco acostumbrado a compartir escenario.

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