Ricky Rubio, 'feina feta'

Ricky Rubio, 'feina feta'

Corren malos vientos para Ricky Rubio, uno de los jugadores más determinantes del baloncesto catalán y español a nivel internacional –sólo un paso por detrás de los hermanos Gasol–. Y corren malos vientos porque su protagonismo en los Cavaliers ha desaparecido casi por completo en estos playoffs, donde Cleveland está a punto de ceder ante los Knicks de Nueva York. “Al menos –me decía un joven periodista amigo mío– no podrán achacarle la eliminación”.

Pero me gustaría echar brevemente la vista atrás por aquello de justificar el título: Trabajo ya hecho o “que me quiten lo bailao. Y para ello voy a remontarme a la temporada 2005-06, cuando Aíto le hizo debutar en la liga ACB cuando aún no había cumplido los 15 años: un verdadero bombazo.



Recuerdo perfectamente aquel día y recuerdo también que la revista que en aquellos momentos marcaba la pauta informativa del baloncesto español no sacó en portada a Dusko Ivanovic, cuyo fichaje por el Barcelona había causado un notable impacto, o el Baskonia de los Scola, Prigioni o Splitter; no: la portada de Gigantes de aquel inicio la temporada la ocupó un chico que aún no tenía los 15 otoños, sin pelos en la barba y con aspecto avispado: esa fue la presentación en masa de Ricky Rubio. Nunca he sido un gran admirador de Aíto García Reneses –más bien lo contrario–, pero hay que reconocer que aquí el madrileño anduvo muy pero que muy listo, y que supo tener buena vista.

Ricky debutó en un partido contra el Granada: cinco minutitos; suficientes sin embargo para anotar dos puntos, dar una asistencia y robar dos balones: ahí es nada.

Tras su paso por la Penya, su controvertido y dificultoso fichaje por el Barça –dónde fue un factor importante para obtener la segunda y, todavía, última Euroliga del club– Ricky aterrizó en la NBA con muy buenas expectativas –había sido elegido en el número 5 del Draft– y tuvo Minnesota como destino.

– Ricky, moriràs de fred. Te morirás de frío, le dije antes de partir. Él, tan bien acostumbrado al clima de El Masnou, en un enclave de lujo delante del Mediterráneo.

Yo establecí desde el primer día una muy buena conexión con él. A pesar de su juventud era inusualmente maduro en la vida personal y en la conversación; lo que se reflejaba en la pista: un jugador inteligente y cerebral, a la par que explosivo a la hora de inventar jugadas y recuperar pelotas. Sólo le faltaba el tiro exterior. Era cuestión de tiempo, como muy bien dijo Nacho Solozábal en una transmisión. “Tirar bien –comentó el gran Nacho– se aprende y se entrena”. A sus pies, señor Solozábal; tenía usted razón.

Ricky es, además, una persona muy divertida, con una ironía muy fina. Como en el caso de los hermanos Gasol, sus padres le han ayudado a asumir los peligros de una fama precoz, de un exposición excesiva. Sus padres, Esteve y Tona, han sido fundamentales para entender la coronación de Ricky. La muerte temprana de su madre, tras una dolorosa enfermedad, confirmó aún más si cabe su tremenda madurez que, insisto, siempre se ha reflejado dentro de las pistas… y fuera de ellas.

Ricky Rubio posa con sus padres tras su presentación como jugador del Barça

Ricky ha triunfado sobradamente en la NBA: ha demostrado ser un jugador especial, único. Pensad la enorme dificultad que para un base europeo significa destacar en la mejor liga del mundo: allí fracasaron claramente Djordjevic y Jasikevicius –es cierto que eran otros tiempos– y allí ha fracasado, más recientemente, Campazzo; por mucho que la prensa madrileña –tan proclive a ensalzar todo lo que haya pasado por el Real Madrid– insista en decir lo contrario. En la posición de base gustan los jugadores fuertes, corpulentos, de gran actividad atlética: Ricky no tiene ninguna de estas virtudes; pero tiene otra mejor: es inteligente y sabe lo que es lo mejor para su equipo en cada momento.

Ricky Rubio está en horas bajas. A sus 32 años se puede decir que su etapa en la NBA está, tal vez, llegando a su fin. Cuando lo vea, posiblemente en algún aeropuerto de vaya usted a saber dónde, yo le diré: ‘Ricky, no tienes nada que demostrar; todo lo que podías hacer lo has hecho ya. Vuelve a casa: evidentemente no ganarás tanto dinero, pero dormirás cada día en El Masnou, y aquí siempre valoraremos lo que fuiste, lo que eres y lo que serás’. Me consta, queridos lectores, que lo está sopesando.




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