Rodrygo Goes, desde la modestia del futbolista secundario, fue el gran protagonista de la enésima remontada madridista, esta vez con el City como víctima. Dos goles suyos cuando el partido agonizaba, en apenas 89 segundos (los que transcurren desde el minuto 89:21 del 1-1 hasta el 90:50 del 2-1), abrieron la puerta de la prórroga y de la 17ª final de Champions de la historia del Real Madrid.
Si el primer tanto del brasileño fue un toque con el exterior del pie derecho de gran calidad, el segundo fue una demostración de fuerza y convicción ante un par de defensas que le sacaban casi un palmo de altura.
En efecto, Rodrygo, con sus 174 centímetros, ganó en el salto a Laporte (1,91 metros) y a Rúben Dias (1,87) para cabecear el balón y alojarlo en la portería de un desquiciado Ederson. Cierto que Marco Asensio peinó el balón centrado por Carvajal, desviándolo lo suficiente como para que Laporte no llegara a poder despejarlo, le pasara por encima y llegara los dominios de Rodrygo. Y que ese toque descolocó a Rúben Dias, que apenas tuvo tiempo de reacción y no llegó casi ni a saltar.
Sí lo hizo Rodrygo, convencido de que aquel balón podía llegar a su zona y de que podía ganar en el salto a las ‘torres’ del cuadro inglés. Y ahí llegó la prórroga. Y de la prórroga, la clasificación y la locura.