Salton Sea, el mar olvidado (y putrefacto) en medio del desierto californiano

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En medio del desierto californiano yace un mar olvidado que es una bomba de relojería para la salud pública. El lago se formó de manera accidental en 1905 cuando una serie de inundaciones causó una brecha en un canal del río Colorado, desviando el flujo del agua durante 18 meses y llenando el lecho de un antiguo lago prehistórico. Cuando por fin lograron controlar el río, el agua ocupaba una superficie de más de 900 kilómetros cuadrados, un tamaño mayor al del Mar Muerto actual. Así nació el lago más grande de California, el Salton Sea.

Los primeros en llegar a este nuevo oasis fueron las aves silvestres. Y tras las aves, los turistas. En los años cincuenta y sesenta, el Salton Sea se convirtió en un destino vacacional con lujosos clubes náuticos y artistas como Frank Sinatra, los Beach Boys o Jerry Lewis. Los especuladores inmobiliarios promocionaban el “milagro en el desierto”. Pero pronto este sueño empezó a desmoronarse. Si se hubiera dejado a la naturaleza seguir su curso, el lago se hubiera evaporado bajo el sol. Sin embargo, en los años veinte se decidió permitir a los agricultores de la zona verter sus aguas residuales al lago. Así, de forma silenciosa y paulatina, el Salton Sea se fue envenenando. Su salinidad se disparó junto con peligrosos brotes de algas y niveles de bacterias alarmantes. El desequilibrio químico desencadenó graves problemas ecológicos y los peces empezaron a morir. En 1999 hubo un día en el que aparecieron muertos casi ocho millones de peces en las orillas. Las aves que se nutrían en el lago también empezaron a morir. Hoy, sus largas playas blancas no son más que un cúmulo de restos de peces muertos calcificados. Y así termina el cuento de hadas del Salton Sea.
Ya no quedan turistas, pero sí un gran quebradero de cabeza ecológico y de salud pública. Las personas que viven cerca del lago sufren afecciones respiratorias crónicas y los casos de asma entre niños son casi tres veces mayores en esta zona que en el resto del Estado. Sin ningún drenaje y apenas lluvia para diluir el agua contaminada, el lago es una olla a presión cuyos fondos retienen una acumulación incalculable de químicos tóxicos.
La evaporación del lago es ahora la amenaza principal. El viento desperdiga el polvo tóxico por todo el sur de California y el hedor penetrante consigue cruzar distancias de hasta 240 kilómetros. En alguna ocasión el olor a huevo podrido llega hasta Los Ángeles. Para ralentizar la evaporación, California concedía ayudas a los agricultores para que desviasen parte del agua al lago en lugar de cultivar sus tierras. Pero dichas ayudas se terminaron, y se calcula que dentro de 10 años un tercio adicional del lago habrá quedado expuesto al viento. Existe un sinfín de ideas para resolver el estado agonizante del Salton Sea, como crear un sifón para traer agua desde la Laguna Salada, situada al otro lado de la frontera; traer agua del Pacífico, crear humedales o dejar que se seque totalmente. Lo único en lo que todos coinciden es que tanto intervenir como no hacerlo supone un coste elevadísimo: monetario, sanitario y ecológico.


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