Se largó

No conocía el significado de la palabra gambito. O sea, que me acerco con curiosidad a la serie de Netflix Gambito de dama. En los títulos de crédito observo que está basada en una novela de Walter Tevis. Alentador arranque. Robert Rossen dirigió El buscavidas, una de las películas de mi vida, adaptando otra novela de Tevis.

Gambito de dama habla del ajedrez y de un orfanato. No sé nada de ese juego o esa ciencia que requiere tanta inteligencia, concentración y audacia. Pero me enamoró la película de Steven Zaillian En busca de Bobby Fischer. Y en cuanto a orfanatos cómo olvidar la preciosa Las normas de la casa de la sidra, poblada de niños huérfanos a la espera de improbable adopción, a los que el entregado, drogota y abortista director del centro, interpretado maravillosamente por Michael Caine, les despedía cada noche con un conmovedor: “Sois príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra”.

Y el primer capítulo me dejó intrigado. Al final, mis expectativas se han cumplido. Lo protagoniza una enigmática cría, impávida y secretamente desolada, a la que el taciturno, hosco y alcohólico celador del hospicio la enseña a regañadientes a jugar al ajedrez.

Existe algo hipnótico en la evolución de esta persona singular, precozmente enganchada al pastilleo y al bebercio, en su supervivencia mental gracias a un juego que dominará magistralmente, en su inmensa y afectada soledad interior, en su negativa para entregarse a nada ni a nadie que la distraiga de la única pasión en la que se siente segura. Es una serie extraña y oscura. En el mejor sentido. No creo que tenga continuación. Ojalá que a esa campeona alguna vez se le cure un poquito el alma.


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