Se vende el palacete de Carlos Arniches

La luna tardía navegaba en el estanque. A su alrededor se entonaban los últimos versos de una velada literaria que había congregado a media docena de invitados en la quinta del sainetero Carlos Arniches. Entre ellos se encontraba su sobrina Victoria Amado, joven rubia y con ojos azules, a quien rondaba un también presente Rafael Alberti. El gaditano cultivaba su amistad con Arniches después de que este le hubiera entregado solo dos años antes, en 1925, el Premio Nacional de Poesía. Así comenzó a frecuentar la Finca de los Almendros, en Hortaleza (Madrid), que más tarde recordaría como un amplio horizonte con olor a jazmín donde enraizó su amor imposible por Victoria. Aquella noche rimaron trovos y cantaron al firmamento, mientras la cálida brisa del verano llevaba de un lado a otro las migajas de la merienda sin recoger.

Victoria Amado, sobrina de Carlos Arniches, fotografiada en la finca los Almendros en 1926.
Victoria Amado, sobrina de Carlos Arniches, fotografiada en la finca los Almendros en 1926.ARCHIVO GARRIDO AMADO

Este tiempo resuena en Sobre los ángeles (1928), una memoria del abandono que sitúa a Victoria en aquella casa de recreo. “Tú. Yo. Luna. Al estanque / Brazos verdes y sombras / te apretaban el talle”, escribe Alberti. El mencionado remanso de agua desapareció con sus patos cuando la autovía cercenó la quinta, hoy propiedad de las adoratrices. La mesa de piedra en la que Arniches recibía a sus jóvenes amigos de la generación del 27, por su parte, tiene los días contados. La congregación ha alcanzado un compromiso de venta condicionado a la aprobación del Plan Especial por parte del Ayuntamiento. Así los compradores desarrollarían oficinas en la parcela, que incluye tanto la Finca de los Almendros como otros dos terrenos municipales, de acuerdo con el Plan General de Madrid.

Más de 80.400 metros cuadrados de terrenos que albergarían también un equipamiento singular todavía por definir —educativo, social o sanitario—, zonas verdes y nuevos accesos a la autovía. El proceso se encuentra en fase de documentación, lo que obliga a los interesados a presentar un estudio patrimonial sobre aquellos inmuebles preexistentes. Al menos uno de ellos se remonta al origen del terreno, adquirido en 1897 por Manuel del Saz Caballero. Este pasó en 1920 a manos de Arniches, quien según sus bisnietos no se deshizo de él hasta una década después. Tras la Guerra Civil, las religiosas buscaron aquí el sosiego de su espíritu. Y terminaron inaugurando el centro terapéutico para mujeres Los Almendros, concertado con la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid. La parcela cayó en desuso cuando en 2012 tal concesión llegó a su fin.

Una página del álbum con poemas y 'collage' que Rafael Alberti creó y regaló a Victoria Amado.
Una página del álbum con poemas y ‘collage’ que Rafael Alberti creó y regaló a Victoria Amado.DAVID EXPÓSITO

Solo un guardés habita desde entonces este escenario de afectos y desventuras que José María Amado, hermano de Victoria, recordaba en su correspondencia con Alberti, publicada por la revista Litoral: “A la izquierda de la amplia alameda de árboles corpulentos que desde la verja de entrada conducía a la casa, estaba el estanque de Sobre los ángeles”. Hoy la maleza apenas permite vislumbrar aquel camino empedrado. Aunque existe. Dos liebres se arrojan en plancha contra la alfombra de hojarasca acumulada durante semanas a uno y otro lado del sendero. El palacio de tres alturas, descrito también por Amado, se yergue sobre una escalinata que conduce hasta la mesa circular de Arniches, enmarcada por dos capiteles con patos de piedra. En la tarde ventosa, una ventana abierta golpea contra su marco y aletean los jirones de cortina que se escapan del interior.

Se diría que hay algo fantasmal en este paraje de nísperos y adelfas que las monjas llamaban “el rincón de Arniches”. Al menos eso aseguran quienes frecuentaron la piscina del complejo, abierta en los setenta al vecindario y hoy abandonada. Una decadencia en las antípodas de lo que recuerda María José Amado, hija de José María, sobrino de Arniches y director de Litoral: “Mi padre solía ir en verano, aunque también algún fin de semana. Las visitas de filósofos como Xavier Zubiri y Ortega y Gasset despertaron en él un interés por el pensamiento”. También se codeó con Alberti y dos hombres que pretendían a sus primas Arniches, José Bergamín, novio de Rosario, y Eduardo Ugarte, pareja de Pilar. Menos de una década más tarde, Bergamín huiría del país con un símbolo en verso bajo el brazo: el borrador de Poeta en Nueva York que el propio Lorca le había confiado.

Aquellas confabulaciones intelectuales en la periferia madrileña no dotarían a la finca de un valor suficiente como para protegerla, según Ignacio Lovelle, asesor de las adoratrices. El letrado sostiene que la autovía se llevó por delante todo vestigio decimonónico. “Quedaron solo elementos sin ningún interés de los que se puede prescindir para darle un uso al terreno acorde con el parque empresarial de los alrededores. No se trata de especular, las religiosas ni siquiera obtendrían una plusvalía de la venta porque esta se dedicará a sus obras sociales”, arguye a este diario por teléfono. Cualquier afirmación categórica sobre el patrimonio parece apresurada cuando la congregación mantiene cerrada la puerta del recinto a los académicos y casi no existen informes independientes.

Fachada principal de la mansión levantada en el siglo XIX por Manuel del Saz Caballero.
Fachada principal de la mansión levantada en el siglo XIX por Manuel del Saz Caballero.David Expósito

Uno de ellos lleva la firma de la arquitecta Concha Díez-Pastor, que encontró en el legado del Marqués de la Ensenada el origen de la Finca de los Almendros, entonces llamada Huerta de Santa Victoria. Las primeras construcciones podrían haberse erigido tras la Guerra de Sucesión, cuando fluyó en la zona el capital francés. El palacio que ha sobrevivido, de acuerdo con su criterio, presenta una morfología propia del siglo XIX y fue residencia estival de Arniches. “Encaja con las descripciones que hicieron quienes lo visitaron”, concede. Como su actor fetiche, Valeriano León, quien recreó aquellas copiosas meriendas en Hortaleza durante un homenaje que la Asociación de la Prensa brindó al dramaturgo en 1946: “Entre cuento y cuento, [Arniches daba] un paseíto alrededor de la mesa de piedra con abanico para ahuyentar los mosquitos”.

Los Almendros no solo escondía espesas arboledas y tierras de labor, sino un frontón y trigales en los que cabalgar o jugar al fútbol, devoto como era del Atlético de Madrid el prócer de aquella familia. Parece que incluso Alberti se atrevió a regatear con el balón a los hermanos de Victoria, a quien, por otro lado, regaló un álbum. Con aquel collage de 14 páginas conjuró el desamor y quiso sortear los badenes de la existencia. Contiene exlibris, meticulosos recortes de motivos naturales, dibujos y varios textos. Todo lo guarda en su casa Carmen Garrido, hija de Victoria, que expresa su miedo a que algún detalle se desprenda pasando página. “¡Es delicadísimo!”, exclama mientras repasa la selección de poesías que incluye la edición: Antonio Machado, Dante, Juan Ramón Jiménez, Bécquer o Gil Vicente. Versos que alertan sobre la fugacidad de la vida y animan a aprovechar el momento.

En el álbum también hay entradas de los cines Royalty y Callao —a donde ambos acudían en pandilla— o los billetes del tranvía que Alberti tomaba para rondar a Victoria en su casa de la calle de Sagasta. Con insatisfactorios resultados, a la vista de una anotación: “¡Oh, oh!, ¡qué frío tengo! Victorita nunca se asoma”. Puede que su padre, el capitán retirado Julio Amado, influyese en aquel desdén. Fue redactor y después propietario del diario La Correspondencia militar. Escribió, además, un opúsculo en el que presagiaba los peligros del secesionismo catalán, comparándolo con los independentistas cubanos que había combatido en 1898. Ocupó un sillón en las Cortes, que abandonaría al año para marcharse a Barcelona como Gobernador civil. María José Amado apunta que “consideraba a Alberti un hombre sin oficio ni beneficio, poca cosa para su hija”.

Una página del álbum con poemas y 'collage' que Rafael Alberti creó y regaló a Victoria Amado.
Una página del álbum con poemas y ‘collage’ que Rafael Alberti creó y regaló a Victoria Amado.DAVID EXPÓSITO

El gaditano sintió el desgarro del rechazo y buscó refugio en casa de su amigo José María Cossío, también escritor, en el municipio montañés de Tudanca, donde aún hoy se conservan manuscritos. Aquellos lazos que se habían establecido en la Finca de los Almendros fueron debilitándose poco a poco tras su venta, obligada en cierta medida por los problemas económicos que arrastraba el clan. Victoria se casó y, tras la guerra, rompió por miedo a la represión el manual de uso que Alberti había pegado al álbum, donde desvelaba el sentido de cada metáfora y cada verso, cada recorte y anotación. La musa del poeta solo empezó a escribir por su cuenta y riesgo tras enviudar. Llamaba por teléfono a María José y otros sobrinos para leerles aquellas líneas de despedida. También quiso contemplar el estanque de Hortaleza por última vez, aunque sus propietarias, desconocedoras de esta historia, lo impidieron.

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