Sean Connery no supo quién era durante los últimos años de su vida

James Bond, en abril de 1964, en el rodaje de 'Goldfinger', con Shirley Eaton cubierta de pintura dorada.
James Bond, en abril de 1964, en el rodaje de ‘Goldfinger’, con Shirley Eaton cubierta de pintura dorada.Victor Boynton / AP

Se va un truhan, una estrella, un galán. Se va Thomas Sean Connery. Un hombre lleno de vitalidad, brillo, esperanza y ambición. El último mohicano.

Nos hizo disfrutar con la serie 007, películas de acción de sueños de un mundo mejor. Donde el mal era identificable en una persona, y por ello vencible, destruible. Y lo hacía con humor, ironía, seducción. Como un truhan. Antes y después, con Hitchcock, Spielberg, De Palma … y muchos más. Una filmografía envidiable. Pero por encima de todo estaba él. El hombre detrás de la máscara. Una máscara que nos hacía disfrutar.

Miro atrás y recuerdo un mundo mejor. Quizás no lo fue. Connery tenía esa habilidad; hacerte creer que los deseos y los sueños eran posibles. Esa fue su gran aportación. Detrás del encanto, el talento y la fuerza, se escondía el desafío a lo establecido, la posibilidad de llegar a lo más alto sin seguir la norma. Una inspiración que nos hacía soñar; entre la admiración, la seducción y la broma de no tomarse nunca realmente en serio nada; de dejar constancia de que todo es un juego. Desde la pantalla guiñaba un ojo y nos desafiaba “¿Te atreves? Deberías.”

Sus primeras películas de acción eran entretenidas, vistosas; lo más intrigante era su descaro. Parecía decirnos “estoy aquí para pasarlo bien, disfrutar, conocer, soñar, ¿y tú?”. Un desafío en toda regla, alejado muchas veces de los propios guiones. Sin encajar en todos los géneros, convertido en galán desde sus inicios, y brillando más en personajes secundarios, lanzaba desde la pantalla ese deseo profundo que todos tenemos por romper nuestros límites y reír. Ese canalla que todos llevamos dentro, o que nos gustaría llevar.

Uno de los grandes actores que supo trabajar desde la carcasa y construir contenido humano alejado de los personajes que interpretaba; como si la película no fuera con él. Trascendía la historia y la narrativa de forma canalla, alejándose de la servidumbre y utilizando el medio para desafiarnos con su encanto. Como si tuviera la certeza de que la única forma de avanzar es la creencia en uno mismo.

Solo los grandes brillan con luz propia, y él fue uno de los elegidos.

Actor y hombre de acción. Hombre de vida. Inspirador, desafiante. Un auténtico pirata británico; y era escocés.

Daniel Calparsoro es director de cine. Su última película es Hasta el cielo, estrenada este año.


Source link