Ser segundo en Galicia puede valer la Xunta



La candidata del BNG a la Xunta, Ana Pontón, junto a su madre, Auri, y a su padre, Luis, en la aldea de Chorente, en Sarria (Lugo). / Europa PressLa candidata del BNG a la Xunta creció en una aldea junto a una estación en la que no paraban los trenes: “Me han dicho ‘no puedes porque eres de aldea; no puedes porque hablas gallego; y no puedes porque eres mujer’. Nunca acepté ese no”. Ana Pontón arrancó el viernes la carrera electoral recordando, junto a sus padres, las raíces que le han llevado a resucitar un partido que en 2012 se rompió en pedazos. Los sondeos le pronostican una subida con la que le pisaría los talones al PSOE.En estas elecciones gallegas, Pontón es la única candidata de la izquierda que repite. Unos meses antes de los comicios de 2016 tomó las riendas de un partido que se desangraba y que, tras haber llegado a encabezar la alternativa al PP de Manuel Fraga entre 1997 y 2005, había sido arrollado por la pérdida del Gobierno en la Xunta, las pugnas internas y las nuevas formas de la política que alumbró el 15-M. Esta licenciada en Ciencias Políticas de 42 años, diputada en el Parlamento autonómico desde que tenía 27, asegura que la recuperación del BNG es el fruto de un “trabajo colectivo” que ha demostrado que el partido tiene “proyecto, principios, gente seria y las manos libres”.El Bloque nació en 1982 como casa madre del soberanismo gallego, con corazón comunista y unos largos brazos que acogían en su seno hasta al nacionalismo de centroderecha. Su paso efímero por la Xunta entre 2005 y 2009, en coalición con el PSOE, hizo estallar tensiones internas que llevaban años fraguándose y en 2012 sufrió varias escisiones, entre ellas la marcha de quien fue su líder a lo largo de tres décadas, Xosé Manuel Beiras.Beiras fundó otro partido nacionalista, Anova, y se asoció con fuerzas estatales como Podemos e Izquierda Unida. Ya sin disensiones internas, el BNG se negó férreamente a secundar estas alianzas pese a los éxitos electorales que cosecharon entre 2012 y 2016 confluencias como Alternativa Galega de Esquerda (AGE), las mareas municipales o En Marea. La caída que inició entonces el Bloque le llevó a perder su representación en el Congreso de los Diputados y a quedarse sin un solo concejal en Vigo, la ciudad gallega más poblada.Hoy la formación de Pontón ha recuperado un diputado en el Congreso y el barómetro preelectoral del CIS le pronostica una horquilla de entre 12 y 14 escaños en el Parlamento gallego, por detrás de los 16-18 del PSdeG-PSOE. La subida es notable teniendo en cuenta que actualmente tiene 6 representantes y que en 2005, la cita con las urnas en la que Fraga perdió el poder, logró 13. Su número tres por Pontevedra es además una exparlamentaria de En Marea, Alexandra Fernández, que abandonó la confluencia con Unidas Podemos porque, según explicó, “el modelo de entendimiento del soberanismo gallego con la izquierda estatal está agotado”.La mujer que ha resucitado el BNG creció en la aldea de Chorente, en Sarria (Lugo). Su madre trabajaba de ama de casa y llevando la explotación ganadera de la familia, mientras que su padre era operario en una cementera. “Me marcó vivir en una familia donde el trabajo es un valor y en la que aprendí que no se puede tener todo lo que se quiere y que hay que esforzarse”, afirmó este viernes en su casa natal, sentada entre sus progenitores y rodeada por sus gallinas.De su abuela, de la que heredó el amor por la lectura, aprendió a percibir la discriminación de las mujeres —”ella seguía trabajando mientras los hombres dormían la siesta”— y a no consentirla —”me decía que nunca permitiera que me dijeran que nosotras somos menos”—. Su primer logro feminista fue en la iglesia. Ella y su hermana consiguieron ocupar un puesto vetado hasta entonces a las niñas. “Logramos ser monaguillas. Fue una victoria”, recuerda entre risas.Los orígenes de la candidata del Bloque están en la Galicia rural que se vacía. Pontón acusa al PP de “demoler” las medidas que impulsaron los nacionalistas desde el Gobierno de la Xunta para reactivar la actividad económica en estas zonas cuya despoblación no cesa. En una década, subraya, se han perdido 3 de cada 10 empleos en la agricultura. “El medio rural es una oportunidad económica que estamos perdiendo”, lamenta Pontón.


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