Siguen las huellas de los mexicas y las raíces más profundas de México

La arqueología ha jugado un papel fundamental en la valoración y el entendimiento de la importancia del pueblo mexica en la historia del país, por lo que Eduardo Matos Moctezuma hace un recorrido por los puntos culminantes de esta disciplina en el rescate de las huellas del pasado.

Esas huellas comenzaron a plasmarse en 1790, con el hallazgo de la Coatlicue, y llegaron a un punto fundamental la madrugada del 21 de febrero de 1978, cuando trabajadores de Luz y Fuerza encontraron a la Coyolxauhqui, con lo que se establece el Proyecto Templo Mayor, que lleva ya 43 años.

El ciclo En busca de Tenochtitlán y Tlatelolco, organizado por el Colegio Nacional y coordinado por Eduardo Matos Moctezuma, explora las aportaciones de la arqueología, a través de dos siglos, al conocimiento del pueblo mexica. Esta serie de conferencias inició con Tras las huellas de los mexicas, el pasado 9 de agosto a través de las plataformas digitales.

Matos Moctezuma describió el descubrimiento de la monumental escultura de la Coatlicue, madre de los dioses,  el 13 de agosto de 1790,

“Es una casualidad que coincida con aquel 13 de agosto, el de la caída de las dos ciudades mexicas, Tenochtitlán y Tlatelolco”, dice el arqueólogo.

Ese mismo año, fue hallada la Piedra del Sol o Calendario azteca, una pieza que hoy ocupa la parte central del Museo Nacional de Antropología.

“Que no funciona como un calendario, pero fue el nombre que se le aplicó desde el momento de su descubrimiento”, señaló.

 

“Es un gran monolito que no fue terminado: detrás, se aprecia parte de la piedra que estaba siendo trabajada, aunque sí nos quedó toda la representación de la figura, en la cual observamos en el centro a una deidad muy importante: el rostro de la representación solar, Tonatiuh”.

A lo largo de la historia, explicó el arqueólogo, muchos estudios han planteado diversas interpretaciones de la piedra misma, así como de su centro, siendo una de sus principales características un tallado impresionante.

“La pieza se encontró en la Plaza de Armas, hoy conocida como Zócalo, apareció el 17 de diciembre de 1790, con lo cual estamos hablando de finales de la Colonia. Además, al año siguiente, en 1791, fue encontrado otro gran monolito: la piedra de Tízoc, una pieza que en la parte superior representa al sol y, en su costado, se observan los triunfos del tlatoani mexica y cómo domina diferentes pueblos”.

El hallazgo de todas estas piezas no se puede considerar como un hecho azaroso, pues en ese momento gobernaba en la capital novohispana el segundo Conde de Revillagigedo, quien hizo una serie de obras muy importantes para la Ciudad de México y es considerado como el más importante Virrey de la Nueva España.

“Las piedras llamaron la atención de un sabio novohispano, de Antonio de León y Gama, el autor de uno de los primeros libros en torno a la Coatlicue y la Piedra del Sol. Quiero llamar la atención de la rapidez con que se publicó la obra, con la que se da inicio la arqueología mexicana, porque trajo como consecuencia otros aspectos importantes: su trascendencia estriba en que el sabio trata de interpretar el significado de esas primeras piedras”.

Matos Moctezuma destacó que en algún momento él mismo llamó a estos hallazgos “el retorno de los dioses”.

Por diversos motivos, las piezas prehispánicas tuvieron al principio un destino desigual. La Piedra del Sol se colocó en un costado de la Catedral Metropolitana, mientras que la Coatlicue quedó abandonada en la Real y Pontificia Universidad.

“En aquel entonces, España estaba siendo atacada por pensadores europeos y varios de ellos hacían ver que el triunfo de España sobre las huestes indígenas fue por tratarse de pueblos primitivos, que en realidad tenían una sed de oro. Revillagigedo manda colocar la piedra en el costado poniente de la Catedral, porque quería mostrar que no era cierto que los pueblos conquistados fueran primitivos y ahí estaba ese ejemplo: un círculo perfecto en el que se observaba una serie de glifos que representaban lo que León y Gama había llamado almanaque”.

 

En el caso de la Coatlicue, en el momento en que la sacan y la ponen de pie, se hace ver que hay una serie de figuras en el cuerpo de la diosa, sin pies ni cabeza: tenían razón, porque no tiene cabeza, está decapitada.

“Lo que vemos como cabeza son dos chorros de sangre que, en forma de cabezas de serpiente, se encuentran para dar un frente a manera de un rostro”, describió.

A esa figura, narró, a principios del siglo XIX, la gente del pueblo le llevaba cirios encendidos y se postraban ante ella, por lo que se decidió enterrar a la escultura, hasta que llega Alejandro de Humboldt a la Nueva España.

 



 

Ya en la época insurgente, se buscó reivindicar el pasado prehispánico, con la cultura mexica como eje fundamental, porque habían sido los mexicas quienes enfrentaron a Hernán Cortés y a los miles de indígenas que lo apoyaban.

“Ahora que la patria volvía a ser independiente se tomaba el símbolo mexica del águila parada sobre el nopal, devorando a la serpiente y, aunque lo de la serpiente no aparece en algunos documentos prehispánicos, fue una manera de ver que la nueva nación tenía unas raíces profundas en aquel México negado y destruido por España”, describió el arqueólogo.

Porfirio Díaz también tuvo un papel importante, pues durante su gobierno se glorifica a los héroes mexicas, como Cuitláhuac, pero también se apoyan los trabajos arqueológicos para recuperar esa parte del pasado prehispánico.

En este punto, Matos Moctezuma destacó el trabajo deLeopoldo Batres, que hizo rescates detrás de la Catedral Metropolitana.

Otro personaje fundamental fue Manuel Gamio, el primero que llamó a diversos especialistas para estudiar una región como Teotihuacán y conocer desde su pasado prehispánico, hasta su tiempo, principios de la revolución.


Sin embargo, señaló como punto y aparte el hallazgo de la Coyolxauhqui, el 21 de febrero de 1978, cuando trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro que trabajaban en la Calle de Guatemala. Eso marcó el inicio del Proyecto Templo Mayor, que desde el principio se planteó como multidisciplinario y se determinó que no se iba a reconstruir el edificio.

“Se estableció para no mitificar el edificio, porque su propia destrucción era un dato histórico, había que respetarlo así”, explicó.


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