Stephen Jackson es uno de esos jugadores que se ha pasado toda su trayectoria deportiva puliendo su currículum. En 14 años de carrera profesional ha jugado en ocho equipos de la NBA y seis equipos de ligas menores en sitios tan lejanos como Australia, Venezuela, República Dominicana, un currante y un jugador con un papel claro: ayudar al equipos y ejercer de líder en el vestuario. Ahora, Jackson es el líder inesperado de la ola de protestas por la muerte de George Floyd, su amigo de infancia, a manos de la policía estadounidense.
“¿Cómo conseguí este papel?”, se pregunta Jackson en una entrevista con Marc Spears, de The Undefeated, a través de Instagram Live. “Si te soy sincero, no esperaba tener este papel y tener a tanta gente esperando escuchar lo que tengo que decir y cuál es mi próximo movimiento. No pedí estar en esta posición, pero la acepto. La recibo con los brazos abiertos”.
Jackson, que ganó un anillo con los San Antonio Spurs de 2003, se retiró en 2014 a los 36 años y ha logrado una exitosa transición de la canasta a los micrófonos. Junto a Matt Barnes, ejerce de presentador del podcast All The Smoke para Showtime, un programa con mucha tirada entre los seguidores NBA en Estados Unidos. Si primero fue una de las voces experimentadas del vestuario, luego lo fue en las ondas.
Ahora, su altavoz resuena por las calles de Minneapolis, donde se desplazó para apoyar a la familia de su “gemelo”, y por las redes sociales, donde ejerce de líder de las protestas y reivindicaciones pacíficas en torno al suceso: “Mi único propósito es conseguir hacer justicia, estar al lado de estas personas e intentar ser un buen líder”.
Amigos de infancia
Jackson y Floyd se conocieron en Houston durante sus años mozos a través de un amigo en común. Ambos jugaban a baloncesto y su amigo les dijo que se parecían tanto que bien podrían ser hermanos. “¿Tío, quién es tu padre?”, se preguntaron ambos al verse por primera vez. Desde entonces se creó un vínculo entre ellos que quedó truncado cuando Derek Chauvin, el policía que le ahogó poniéndole la rodilla en el cuello, dejó que su vida se fuera desvaneciendo en los ocho minutos y 46 segundos que le estuvo reteniendo sobre el asfalto.
Jackson ha recibido estos días la llamada de los pesos pesados de la NBA, que acostumbra a liderar los movimientos por la justicia racial y la igualdad en Estados Unidos aprovechando el altavoz mediático del mundo del deporte: LeBron James le dijo que no le había fallado y que él tampoco le fallaría; Adam Silver le aseguró que la liga mantendría su compromiso con los asuntos sociales; Steve Kerr le mandó un mensaje de apoyo y después habló con contundencia a través de las redes sociales.
En pie de guerra
Jackson, mientras tanto, ha aparecido en varias manifestaciones en Minneapolis, epicentro del malestar y lugar de los hechos. Sus palabras son contundentes, y no esconde su enfado ni su malestar por el silencio de muchos sectores. “He estado responsabilizando a otras razas”, explica en la entrevista. “Por ejemplo, no puedes decir que me quieres y no estar aquí de pie a mi lado. Eso se ha acabado”. El exjugador, de 42 años, cree que la muerte de Floyd va a cambiar algunas cosas, y espera que los cuatro policías responsables de su arresto y posterior fallecimiento sean juzgados como culpables, ya sea por participar directamente como por obviar los gritos de socorro de su amigo, que pidió en varias ocasiones que le dejaran respirar porque se ahogaba.
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La autopsia privada que ha pedido la familia del fallecido ha confirmado que la causa de muerte fue la asfixia por la compresión del cuello y la espalda a la que los policías sometieron a Floyd. Este informe contradice a la primera autopsia oficial por parte de las autoridades estatales, que no relacionaba la acción de la policía con la muerte. “La única gente que protege a Chauvin actúa como si no tuviera sentido común… la autopsia privada ha confirmado lo que ya sabíamos: le asesinaron”, clama Jackson.
El exjugador, que vive en Atlanta, Georgia, lleva más de una semana en Minneapolis, capital del estado de Minnesota, y anuncia sus intenciones de cara al futuro: “Vamos a luchar. Esto es un maratón… no vamos a parar, van a cansarse de escuchar el nombre de George Floyd”, asegura. Jackson quiere quedarse un tiempo en la ciudad para liderar desde el lugar de los hechos la respuesta civil al enésimo ataque a los derechos de los afroamericanos, un asunto que arrastra el país desde su nacimiento: “La gente está pidiendo ser liderada, así que debo hacerlo”.
El camino al estrellato del Capitán Jackson, como se le conocía en la liga, fue diferente al habitual. El jugador fue la 42º elección de segunda ronda del Draft de 1997 y empezó sus andaduras en la antigua CBA. Después decidió rondar por el mundo, jugando en Australia, en Venezuela y la República Dominicana antes de alcanzar la NBA con los Brooklyn Nets en la temporada 2000. A pesar de que su juego se caracterizó por ser poco constante, Jackson se ganó un nombre en la liga con anotador con capacidad de rendir en momentos clave. Su oportunidad le llegó pronto durante los playoffs de 2003, cuando ayudó a los San Antonio Spurs a conseguir su segundo anillo de la historia como tercer máximo anotador de un equipo liderado por Tim Duncan y Tony Parker.
Después de pasar sin pena ni gloria por los Atanta Hawks, Jackson recaló en los Indiana Pacers, donde se vio involucrado en la infame pelea en el Palace. Según él, se subió a las gradas a pegarse con los aficionados porque recibió insultos racistas. La NBA le suspendió entonces durante 30 partidos. En su siguiente etapa, Jackson se consolidó como un líder anotador, promediando casi 20 puntos por partido en su etapa con los Bobcats de Michael Jordan y los Golden State Warriors pre-Curry y llevándoles a los playoffs con actuaciones tan geniales como controvertidas. Sus Warriors se cargaron a los Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki en la primera ronda de 2007, y él acabó expulsado en dos de esos encuentros.
Al final de su carrera, Jackson se adaptó al papel de jugador secundario y líder veterano de vestuario. Tras su retirada, reconoció que fumó marihuana durante toda su trayectoria y que eso no le afectó para nada en su rendimiento sobre la cancha. Sus 15,1 puntos, 3,9 rebotes y 3,1 asistencias en 31 minutos de juego por partido así lo atestiguan.
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