Suecia cree que su ingreso en la OTAN reduciría el riesgo de conflicto en el norte de Europa

Suecia cree que su ingreso en la OTAN reduciría el riesgo de conflicto en el norte de Europa

El ingreso de Suecia en la OTAN tendría “un efecto disuasorio en el norte de Europa”, según concluye un informe consensuado por el Gobierno socialdemócrata del país y por seis de las ocho fuerzas parlamentarias —salvo ecologistas y excomunistas—. El texto, que analiza la nueva situación de seguridad generada tras el ataque de Rusia contra Ucrania, concluye que, si “Suecia y Finlandia se convierten en miembros de la Alianza Atlántica, los países nórdicos y bálticos estarán protegidos con las garantías de la defensa colectiva”.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha mostrado este viernes su desacuerdo con la eventual entrada de los dos países nórdicos en la OTAN. Turquía, miembro de la Alianza desde 1952, es el primer socio que ha manifestado públicamente su oposición. La adhesión de nuevos países requiere unanimidad de todos los miembros de la organización.

Según el documento sueco, “la agresión a gran escala de Rusia contra Ucrania tiene una naturaleza y un alcance que Europa no ha experimentado desde la Segunda Guerra Mundial”. Y, aunque Suecia ya coopera en defensa y seguridad con sus “socios estratégicos”, no existen actualmente “obligaciones de defensa vinculantes”. Es decir, “no hay garantía de que Suecia reciba ayuda si fuera el objetivo de una amenaza o ataque grave”, ya que el artículo 5 sobre la defensa colectiva solo afecta a los países miembros, subraya el documento, que han presentado este viernes los ministros suecos de Exteriores y Defensa, Ann Linde y Peter Hultqvist.

El informe destaca que no hay demasiado margen para reforzar la cooperación bilateral ni con la OTAN ni dentro de Europa porque “está claro que hay una falta de voluntad política para crear una defensa colectiva en la Unión Europea”. Además, permanecer fuera de la OTAN obligaría al país a afrontar un gasto en defensa superior al 2% del Producto Interior Bruto (PIB), el mínimo recomendado por la alianza.

“La principal consecuencia de una futura entrada en la OTAN sería que Suecia formaría parta de su seguridad colectiva”, ha señalado en rueda de prensa Ann Linde, que ha expresado su preocupación por la seguridad del país durante el período de transición hasta la integración definitiva en la OTAN. Durante este tiempo, según Linde, Suecia podría ser objeto de ataques cibernéticos o provocaciones como violaciones de su espacio aéreo.

La presentación del informe se produce un día después de que el presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y la primera ministra del país nórdico, Sanna Marin, emitieran un comunicado conjunto en el que instaban a solicitar el ingreso en la Alianza Atlántica.

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El Partido Socialdemócrata Sueco, que encabeza en solitario un Gobierno en minoría, ha convocado para el domingo una reunión extraordinaria de su cúpula tras la cual harán pública su postura sobre el ingreso en la alianza. Las previsiones es que sean favorables a formar parte de la OTAN. El próximo lunes, el Parlamento sueco acogerá un debate especial con motivo del nuevo informe sobre seguridad al que asistirá la primera ministra, Magdalena Andersson. Tras el acto, los medios suecos creen que podría celebrarse una reunión extraordinaria del Gobierno para anunciar el envío de una solicitud formal de ingreso.

La oposición de Turquía

“Estamos siguiendo la situación respecto a Suecia y Finlandia, pero no lo vemos positivamente”, ha dicho Erdogan a los medios en Estambul a la salida del rezo del viernes sobre el acercamiento de los países nórdicos a la Alianza.

El mandatario islamista justificó su oposición en que estos países “se han convertido en hospedaje de terroristas”, en particular de organizaciones armadas como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) o el Partido-Frente Revolucionario de Liberación del Pueblo (DHKP-C). Tradicionalmente, los países escandinavos han sido refugio para numerosos activistas y políticos de Turquía —pro-kurdos, izquierdistas o islamistas— que huían de la represión en su país, tanto aquellos que optaban por vías pacíficas como aquellos más o menos cercanos a estos grupos armados proscritos por la legislación antiterrorista de la Unión Europea y que aún cometen atentados en suelo turco.

“El PKK, el DHKP-C han anidado en Suecia, en Holanda [sic]. Y ahí crecen e incluso tienen lugar en el Parlamento”, criticó Erdogan. El Gobierno turco ha exigido la extradición de muchos de estos exiliados, bien a Suecia o bien a otros países por los que han pasado, como fue el caso del periodista turco-sueco Hamza Yalçin, detenido en España en 2017, pero cuya entrega a Ankara fue finalmente rechazada por el Consejo de Ministros.

La oposición turca podría dar al traste con la candidatura finlandesa y sueca a la OTAN pues se requiere de la aquiescencia de todos los socios para aprobar nuevos ingresos. Hasta ahora, Turquía había sido favorable a las ampliaciones de la organización, ya que, especialmente las últimas, han sido a países con los que Ankara mantiene excelentes relaciones, como Albania o Macedonia del Norte. Con todo, la oposición de Erdogan a la candidatura de los escandinavos puede tratarse de una pataleta bien escenificada para obtener concesiones.

Ya ocurrió con la elección del danés Anders Fogh Rasmussen como secretario de la Alianza Atlántica en 2009. Entonces, el Gobierno turco —del que Erdogan era primer ministro— montó en cólera por la postura que había mantenido el Ejecutivo de Dinamarca durante la crisis de las caricaturas de Mahoma tres años antes. Finalmente, Turquía apoyó la elección de Rasmussen a cambio de que este emitiese una disculpa ante el mundo musulmán por la crisis de las caricaturas. Pero, sobre todo, lo que el Gobierno de Erdogan logró a cambio fue el cierre de la televisión Roj TV, acusada de hacer propaganda del PKK y que emitía desde Dinamarca, y designar a militares turcos para dos altos cargos en la nueva dirección de la OTAN.

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