Teorías de fans de series: miles de espectadores se convierten en guionistas en internet

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Desde 2019, en internet se sabe que si alguien (menor de 40 años) te dice “¿Quieres macarrones?” lo que busca, en realidad, es echar un polvo. Ese meme salió del cuarto capítulo de la segunda temporada de Élite, un hito que nadie vio venir en la sala de guionistas de la serie de Netflix. “Era solo una frase que nos gustaba mucho, escrita por [la guionista de aquel episodio] Abril Zamora, y tanto era así, que con Jaime Vaca, coordinador de guion, decidimos convertirla en un chiste privado para los personajes de Carla y Samuel. La pusimos en un par de capítulos más, pero nunca imaginábamos que se haría viral”, apunta Darío Madrona, guionista y cocreador de la serie. Lo que describe es uno de esos momentos-milagro a atesorar, como un doble arcoíris, en los que los superfans y creadores se dan la mano con armonía desde la ficción hasta la realidad.

Lo normal es lo contrario. A tenor de la proliferación, en las últimas semanas, de incontables teorías conspiranoicas, algunas rozando el delirio político comparable con QAnon, sobre la serie de superhéroes Bruja Escarlata y Visión (Disney +), el primer gran fenómeno televisivo del año, es que esa sala de guionistas, directamente, se eche a temblar pensando en lo que pensarán los fans.

La última semana de febrero, en plena cuenta atrás por el capítulo final en el que cerrarían todos los misterios de Wanda (Elizabeth Olsen), fue especialmente agónica para el equipo de la serie. El director, Matt Shakman, alertó en una entrevista a EW que el final no complacería a todos por igual: “Sé que hay tantas teorías por ahí que habrá mucha gente que sin duda se sentirá decepcionada”, advirtió.

Una de las actrices, Emma Caulfield, que ya venía entrenada sobre el poder de los fans por haber pasado por Buffy, cazavampiros, bromeó con la posibilidad de que alguien “tirase huevos” a la fachada de su casa por la inevitable decepción de quienes defendían que su personaje en realidad era una supervillana a escondidas. Nada más lejos de la realidad: simplemente era una secundaria más. ¿Qué pasa cuando, como con la producción de Marvel, los superfans se toman demasiado en serio lo que ven y convierten en pistas y misterios todo lo que ven en la pantalla? ¿Quién decide o a quién se busca complacer cuando llega el fin de la serie? En una cultura que celebra y se recrea en la dialéctica de los ejércitos de stans (anglicismo que suma la palabra stalker –acosador– más fan), ¿qué precio pagan las tramas de aquellas series que se convierten en fenómenos culturales?

Si Bruja Escarlata y Visión es el caso más reciente, el final de Perdidos, uno de los más cuestionados de la historia de la televisión (por enésima vez: no, no estuvieron muertos todo el rato), es el canónico. Aquel cierre, emitido en 2010 y anticipado hasta por los periódicos, ya había sido decidido y acordado a mediados de su tercera temporada, en 2006, según ha desvelado hace poco la web Vulture. La serie cambió para siempre la forma en la que consumíamos televisión, e inició la fórmula de la llamada serie mystery box –o caja misteriosa, la etiqueta que se inventó uno de los creadores, J. J. Abrams, por ese estilo de mantener en vilo a los espectadores a través de pistas lanzadas hasta un final resolutivo y contra la que ya se vislumbra un conato de rebelión–. También provocó un alud de decepciones entre algunos seguidores que esperaban resolver el alud de interrogantes formados en su cabeza. El productor Carlton Cuse resumía así la experiencia el mes pasado: “Cuando haces una serie que dura seis años, pasan dos viajes paralelos: está lo que pasa en pantalla y está lo que pasa fuera de ella, con toda la gente que conecta a través de él”.

Desde Perdidos los fans solo se han creído más y más esenciales para resolver el misterio, como niños reaccionando a un espectáculo de títeres. Esto sume a los creadores en un dilema: ¿ajustar sus tramas para sorprender y satisfacer a la marabunta, como si fuese un Twitter de Bergerac, o ceñirse a la historia que se proponían? “Hay una frase que dice James Gunn, el director de Guardianes de la galaxia, que me gusta mucho: que al público no hay que darle lo que quiere, sino lo que no sabe que quiere. Si dejas que el público dirija tus historias, lo más probable es que resultes previsible y decepcionante, porque además el público suele querer que trates bien a los personajes y tengan finales felices, y eso no es la mejor receta para el drama”, reflexiona Madrona.

Las redes pueden ser una pesadilla para los creadores, pero también aportan información sobre los gustos y preferencias del espectador. Lo sabe el propio Madrona, que vio cómo una de las tramas de Élite –que se consume del tirón en la cultura del atracón y no se ve sometida a la crítica semanal– se modificó tras la primera temporada a su pesar: “Uno no puede ser completamente impermeable a la opinión del público. Estábamos ya trabajando en la segunda temporada cuando se estrenó la primera y recuerdo que yo les decía a los guionistas que la pareja de Omar y Ander a lo mejor había que romperla y llevar a los personajes por otro lado, porque me parecía lógico que no se quedaran con la primera relación que se cruzaba en su camino, en el caso de Ander, literalmente el día en que se abría un perfil en Grindr, una aplicación de citas para gais. Pero luego la gente vio la serie y la química brutal de los actores hizo el resto, y se enamoraron de esa pareja, con lo que yo tuve que envainarme mi opinión y decidimos continuar su historia juntos”.

Alberto Caballero, creador y guionista de La que se avecina o El Pueblo, se muestra reacio a dejarse influir por lo que opine internet. “Afecta a lo que quieres que afecte, no deja de ser una elección, siempre que el creador tenga control sobre su obra. Nosotros siempre pensamos que aunque sea un fenómeno viral, esas opiniones son una parcela pequeña de una serie que ven millones de personas, que no te puedes dejar llevar por la paranoia, ni te puedes dejar influenciar por el sector más friki y ultra de la serie”, apunta sobre las opiniones que a veces se han vertido sobre personajes de La que sea avecina. “Tienes que tener claro que lo que te pide la historia no es lo que quieren los fans”.

El creador lo ejemplifica a la perfección con un episodio que sufrió la actriz Petra Martínez, Doña Fina, en la serie, un personaje que se introdujo en la octava temporada. “El suyo no era un papel fácil, hacía de muy hija de puta en la serie. Un día nos vino preocupada, pidiéndonos perdón porque igual lo estaba haciendo mal y no estaba gustando al público. Resulta que se había buscado en internet y quedó horrorizada ante las opiniones de los fans. Le dijimos que de perdón nada, que se esperase un poco. Dicho y hecho, al poco tiempo se convirtió en un personaje queridísimo”, destaca.

Internet también cambia de opinión, resume Caballero: “Antes de Twitter también la gente mandaba muchísimas cartas si había cambios en la trama de su serie favorita cuando se iba un personaje, amenazando con que iban a dejar de ver la serie y cambiar de canal. Nunca lo hacían”.

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