Todo en ti fue naufragio



SI UN MARCIANO enviado a nuestro planeta tuviera que volver a su nave con una representación gráfica de nuestra cultura, podría elegir esta. Parece diseñada para serigrafiarla en las camisetas de verano. Ya conocen la historia: el padre llevó a la niña a nado hasta la orilla de la prosperidad, le dijo que no se moviera y regresó a la orilla del infortunio para ayudar a su mujer. La cría, al verse sola, se lanzó al agua tras la estela del padre, quien, al ver cómo era engullida por la corriente, acudió a socorrerla. No sabemos si fue iniciativa de la niña esconderse bajo la camiseta del hombre, sacando un brazo, el derecho, por la abertura del cuello, o si fue el hombre, al ver el terror de la niña, quien la invitó a cobijarse bajo su prenda para que expirara sintiéndose protegida. No tenemos ni idea de lo que ocurrió en aquellas aguas del río Bravo, que separan México de Estados Unidos. Ignoramos qué se dijeron o dejaron de decir el padre y la hija o si les dio tiempo a mirarse a los ojos mientras la esposa del hombre y madre de la pequeña asistía, espantada, al espectáculo desde el lado del infortunio. Debieron darse unos instantes de afecto y de pavor bajo la indiferencia del mundo, que siguió su curso con la naturalidad con la que las aguas del río seguían el suyo. Ya cadáveres, la corriente los arrojó a la orilla transformados en un extraño ser de dos cuerpos y varios brazos de diferentes tamaños. Si se fijan ustedes, advertirán que junto a la pareja hay varios botes de refrescos abandonados, como si se tratara de un vertedero. Todo en ti fue naufragio. 


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