Tokio 2020 plantea prohibir a los espectadores gritar en los estadios

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Siempre que se habla de Saúl Craviotto hay una anécdota que le gusta contar a Miguel García, su entrenador desde hace 19 años, porque dice que es la que mejor le define. “Él no sabía ni freír unos huevos antes de ir a Masterchef. Y ganó porque se lo tomó como si fueran unos Juegos Olímpicos; mientras los demás concursantes descansaban, él ensayaba”. Craviotto cumplirá 36 años en noviembre, se fue de casa con 15 y lleva 20 en el equipo nacional de piragüismo. Ha ganado cuatro medallas olímpicas y en Tokio 2021 buscará la quinta, con la que igualaría a David Cal como deportista con más metales en los Juegos.

La pandemia ha aplazado un año la cita japonesa, en la que será abanderado. Craviotto lleva 13 meses sin competir y el desgaste en todos estos meses ha sido importante: por la covid y la situación que generó, pero también por la incertidumbre sobre los procesos selectivos de la Federación. Las normas internacionales obligan a llevar tan sólo a seis palistas cuando las pruebas en las que se ha clasificado España incluyen a ocho.

“Los últimos 12 meses han sido un cumulo de despropósitos. Una locura”, resume García, el técnico que ha estado al lado de Craviotto desde su primera medalla en el mundial júnior [Brasil 2001] y en todos los ciclos olímpicos desde Pekín 2008. Con él acaba de arrancar su 21ª temporada. “Saúl nunca había vivido tanta tensión y mira que ha habido ciclos en los que tuvo que jugarse el pase al todo o nada en el último momento. Pero sabía el cómo y cuándo”, añade el técnico. Craviotto es el capitán del K4-500 que consiguió el billete olímpico con la plata en el Mundial de Szeged del año pasado junto a Carlos Arévalo, Marcos Cooper y Rodrigo Germade.

La Federación consideró que esa medalla no era suficiente, que nadie tenía plaza fija y estableció unos selectivos internos para elegir la embarcación que competiría en los Juegos. Pero tardó cuatro meses en decidirlos [se publicaron en Navidades]. “Esos criterios se dilataron mucho después del Mundial: hubo reuniones, reuniones y más reuniones y la incertidumbre hizo que el ambiente dentro del equipo empezara a enrarecerse. Fueron meses difíciles, de tensión y rumores de todo tipo. Esa incertidumbre hacía que todo el mundo estuviese pensando en lo que no debía y gastando energías en cosas que no debían. La sensación dentro del equipo era que la Federación no confiaba en nosotros”, confiesa García.

Cuando, finalmente, el grupo iba a jugarse la clasificación con los nuevos criterios [pruebas individuales de K1-200 y duelo posterior entre dos K4-500], se declaró el estado de alarma. “En aquel momento todos pensábamos que iba a ser algo para 15 días y que la cosa no iba a ser tan grave como se demostró luego”, cuenta el técnico asturiano [perdió a su padre en la pandemia] y que siempre destaca de Craviotto su mentalidad ganadora y una cabeza y una genética privilegiadas.

“Cubrimos esos 15 días con ergómetro y mancuernas intentando mantener la forma… luego empezaron los problemas porque se alargó el confinamiento: el ergómetro ya no vale porque es una máquina que te deteriora el gesto y la técnica y te produce lesiones [como la que padeció Craviotto en el codo] y las mancuernas eran de 40 kilos y esta gente está acostumbrada a levantar 150… Encima toda la información que nos estaba llegando a través del comité olímpico era: ‘por favor, que los deportistas sigan entrenando porque va a haber Juegos. No penséis que se van a suspender’… Con lo cual: más presión todavía, más locura, más incertidumbre, porque además veías a tus rivales en Europa que seguían entrenando y tú no. Ya no sólo era el tema de cómo definir la embarcación que iría a Tokio, sino que íbamos a llegar a los Juegos en peores condiciones que los demás porque llevábamos un mes parados. Era una locura total”, recuerda García al otro lado del teléfono.

¿Saúl se vino abajo en algún momento? “Sí. Y a consecuencia de toda la incertidumbre vivida en los meses anteriores él fue el que con más claridad se replanteó la situación y dijo: ‘yo por lo que he pasado este año no estoy dispuesto a pasar otra vez”, responde el técnico. “Los deportistas superclase como Saúl se transforman en los años olímpicos. En los Juegos es donde nuestro deporte tiene más visibilidad, no es como el Roland Garros para un tenista que lo tiene cada año. Los Juegos son nuestro escaparate, y a lo largo de tu carrera puedes ir a dos, tres, cuatro como mucho… Los superclase se transforman esos años: lo ves en la entrega. Hay un plus de motivación, de compromiso, de trabajo, de esfuerzo. Si todos los años fuese así, la carrera deportiva de los piragüistas sería mucho más corta porque no puedes estar con esa tensión 10 años. Pues Saúl estaba en ese modo guerrero de competición, llevaba desde septiembre en ese estado”, detalla García. Y…

“En el momento en que te dicen que no hay Juegos en un principio sientes cierto alivio porque sientes que no podías preparar como dios manda los Juegos y los demás sí. Pero, cuando pasa el tiempo, te das cuenta de que toda esa parte en la que estuviste gastando recursos entre comillas no valió para nada y que toca volver a ponerse otra vez en modo guerrero. No es por tener que hacerlo siendo un año mayor, es más la fatiga mental de decir: ‘joder, ya me había activado, ya estaba visualizando los Juegos y ahora tengo que volver a comenzar y a un año vista’. Ves todo el sufrimiento que te queda y encima en ese momento [abril] el panorama no estaba claro, no sabes qué te vas a encontrar”, añade.

Ahora, terminadas las vacaciones sin Mundial previo como solía ocurrir, y a la espera de que se decidan los nuevos criterios selectivos -en principio el técnico cuenta con que se hagan públicos en un par de semanas-, Craviotto ha reseteado y se ha vuelto a poner el mono de guerrero a las órdenes de Miguel García. El técnico empieza ahora a trabajar con un K4-500 ampliado a seis. A Craviotto, Arévalo, Cooper y Germade se han unido Carlos Garrote y Cristian Toro (que el año pasado entrenaban a las órdenes de Luis Brasero). La idea es que de allí salga el mejor K4-500 posible para conseguir una medalla en Tokio bajo la guía de un único entrenador.


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