Trump insiste



La orden ejecutiva firmada por Donald Trump que, una vez declarada una emergencia nacional en  EE UU, entrega competencias al Gobierno federal para prohibir a empresas de telecomunicaciones que contraten con proveedores extranjeros va mucho más allá del ámbito de la guerra comercial entre Washington y Pekín porque afecta de lleno a la relación con Europa. La decisión llega en un momento particularmente delicado para la relación transatlántica, que está siendo reconfigurada unilateralmente por el inquilino de la Casa Blanca mediante drásticas iniciativas cuyas consecuencias normalmente no han sido previstas.
Trump se ha justificado en que adversarios extranjeros pueden aprovecharse de las vulnerabilidades de la tecnología de telecomunicaciones estadounidense, situación especialmente importante ante la implementación del 5G. Y apunta como una de las principales preocupaciones de EE UU al espionaje industrial. Resulta imposible separar esta iniciativa del presidente del recrudecido enfrentamiento comercial con China y en particular de la batalla que libra contra el gigante de telefonía móvil Huawei, cuya vicepresidenta se encuentra bajo arresto domiciliario en Canadá a petición de EE UU, que quiere procesarla por fraude.
En nombre de la seguridad nacional, la Administración estadounidense podrá vetar decisiones tomadas por las empresas privadas respecto a sus proveedores, un precedente regulatorio que en una economía abierta como la de EE UU puede acabar en los tribunales. Porque el recurso al mecanismo de la orden ejecutiva para adoptar una decisión de este tipo es más que cuestionable. Primero, porque impone un grado de alarma e inmediatez a importantes decisiones estratégicas en la política exterior estadounidense que deberían discutirse a priori en el Congreso buscando el máximo consenso entre los representantes. Y, segundo, porque no sería la primera vez que órdenes ejecutivas del actual mandatario terminan siendo primero anuladas y posteriormente suspendidas en los tribunales correspondientes, eso sí, habiendo generado antes un auténtico caos en los campos que se ven afectados. Basta recordar lo ocurrido en las fronteras de EE UU a las pocas horas del juramento presidencial cuando una orden ejecutiva cerró las puertas a inmigrantes de algunos países.
Pero además está decisión tensa todavía más las relaciones con los aliados europeos, que no han sido consultados ni advertidos como es habitual en Trump. Europa no comparte la visión negativa de EE UU sobre Huawei. Si ahora no sigue la estrategia estadounidense se agrandará más el foso con EE UU que Trump se ha empeñado en construir. Si lo hace, entrará en colisión con China. Un efecto indeseado de otra decisión unilateral.
 
Puedes seguir EL PAÍS Opinión en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.


Source link