El logotipo de Twitter en el piso de la Bolsa de Valores de Nueva York tras una caída en las acciones de la red social debido a la incertidumbre sobre el plan informado de Elon Musk para comprar esa compañía, el pasado 16 de mayo.Justin Lane (EFE)
El salseo de Twitter no nos da tregua. Elon Musk se retira y ya no quiere salvar al mundo de la censura previa, solo los muebles y su empresa estrella, Tesla. La comisión que investiga el asalto al Capitolio de los Estados Unidos no hace más que tirar de la cuenta del expresidente Trump para demostrar que habría animado la insurrección y ahora nos enteramos de que Twitter “mimó” a Trump para beneficiarse de su influencia, y de que la biblioteca del Congreso también ha guardado sus borradores.
Empecemos con la crónica del Sálvame del comité especial de la Cámara de Representantes que investiga el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. En estas semanas, hemos sobrevivido a fondos de videoconferencia inexplicables, a los tortazos en el SUV o vehículo presidencial entre Trump y su escolta, quien se negó a conducirle a liderar la toma al asalto al poder que las urnas le habían arrebatado. O al lanzamiento olímpico de espaguetis con tomate contra los sacros muros de la Casa Blanca por parte de un presidente fuera de sí. Para seguir con aprovechamiento las comparecencias de este comité hay que haber sido adicto al espectáculo circense de la presidencia de Trump o contar con la memoria de un personaje de Sorkin en El ala oeste de la Casa Blanca. Gracias a Iker Seisdedos y sus crónicas sobre la narración del golpe de estado intentado por el cuatrigesimo quinto presidente estadounidense cualquiera se puede poner al día en lo importante.
Esta comisión no solo ha puesto en evidencia el uso intensivo de Twitter por parte del exempresario como canal de comunicación a través del que desinformaba y arengaba a sus seguidores, sino que ha puesto en evidencia el papel destacado de la red social en la insurrección. Entre las ingentes entrevistas que ha llevado a cabo el Comité (y que no se han hecho públicas), se cuenta la de un exempleado de Twitter que señala que sus advertencias internas sobre la violación de las políticas de Twitter por parte de Trump fueron ampliamente ignoradas. El exempleado, cuya voz e identidad se ocultaron, declaró que creía que Twitter se lo puso fácil a Trump durante años porque “disfrutaba” del “poder” que le otorgaba ser su plataforma favorita. “Si el expresidente Donald Trump hubiera sido cualquier otro usuario, le habrían suspendido la cuenta de manera permanente mucho antes“, dijo el testigo en un testimonio pregrabado. El Comité ha citado a las principales plataformas de redes sociales con la finalidad de obtener material probatorio relacionado con sus políticas de gestión de los contenidos vinculados a los intentos de Trump de anular las elecciones.
Lo que aún está por ver es si todo este material es suficiente para que el Departamento de Justicia y el Fiscal General inicien acciones legales. Muy mal lo está teniendo que ver Trump para haberse blindado, adelantando ya el anunció de que se presentará a la reelección.
Pero ahí no acaba la cosa. Como sabe cualquier humano sobre la faz de la tierra que no haya vivido en lo alto de una columna los últimos meses, Elon Musk ha cumplido su amenaza de retirarse del acuerdo de compra de Twitter por 44.000 millones de dólares. Una nimiedad. Twitter, como es lógico, bien no se lo ha tomado. Amenazó con demandar y demandó con toda prontitud, demostrando con los tiempos y la elección del despacho que le representa que se toma muy en serio la tomadura de pelo de Musk. Por eso no quiere la compensación contractual de apenas 1.000 millones de dólares que le correspondería por la retirada del magnate. Quiere que Musk cumpla el contrato, compre la compañía y pague lo prometido. Lo que vaya a ser de la red social si el juez les da la razón ya se ha hablado largo y tendido. El dueño de Tesla, como buen troll, ha dicho que, gracias a esta demanda, tendrá acceso a los documentos que demuestran que los bots de la red social son más del cinco por ciento pactado y que quien habría incumplido el contrato es la red del pajarito azul. Si no está en lo cierto, parece que la ley daría la razón a la red social: el contrato de adquisición de Twitter establece que esta puede obligarle a concluir la operación en virtud de la doctrina del “cumplimiento específico”, que permite a los tribunales a obligar a una de las partes de una transacción a que la complete. De partida, la ley colocaría a Twitter en una posición ganadora si no fuera porque se está desangrando lenta pero inefablemente.
El daño causado a la plataforma por los devaneos de Elon va más allá de los gastos, que no son pocos, de una operación frustrada. No solo las acciones, sino la posibilidad de Twitter de financiarse tras este trasiego, en medio de una coyuntura económica de sequía total, se han reducido enormemente. Que Elon quite valor a los perfiles de la red, único bien con el que cuenta esta compañía, afirmando que un porcentaje significativo son falsos, es un disparo en la línea de flotación de las finanzas y la prosperabilidad de la entidad.
Por eso, la red social quiere un juicio y lo quiere a poder ser en septiembre. Necesita cortar la hemorragia y cauterizar la herida, mientras deja claro que con el pan de sus inversores no se juega. La cuantía y la complejidad de la operación hacen sospechar que ningún juez va a dictar una sentencia tan pronto como el demandante necesita, por lo que la posibilidad de que la demanda permita forzar un acuerdo está en el horizonte. Veremos en cuanto se le queda la broma a Musk y si, de una vez para siempre, se le quitan las ganas de jugar con las cosas de comer.
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