Ucrania: nada está aún decidido

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Patricia Bolinches

La orden de Vladímir Putin de poner en alerta y “servicio de combate” a las fuerzas de disuasión de Rusia, es decir, su armamento nuclear, ha tenido un efecto posiblemente distinto del perseguido: ha abierto el espacio para que los países de la Unión Europea y de la OTAN, incluida España, envíen aún más armas convencionales a Ucrania, no solo defensivas, sino ofensivas, porque ha colocado el dilema moral que implica el uso de las armas atómicas en el lado de Moscú. ¿En qué consiste esa amenaza? ¿La pondrá en práctica Putin si Europa envía a Kiev demasiadas baterías antiaéreas, quizá si las Fuerzas Armadas ucranias reciben demasiados drones, o la reservará sólo por si llega a la conclusión de que no es capaz de lograr lo bastante rápido un cambio de régimen en Ucrania por medios “convencionales”?

Es probable que a Putin no le importe colocarse en una posición moral indefendible, atribuyéndose la voluntad de dar un primer golpe nuclear, pero es también muy probable que a la mayoría de los ciudadanos rusos esa posibilidad le resulte insoportable. Y por mucho que los mecanismos represivos del Kremlin intenten cegar todas las fuentes independientes de información, siempre quedarán resquicios, La audiencia del sitio web de la BBC explicó este jueves que la audiencia de su sitio web en ruso ha pasado de recibir la visita de 3,1 millones de personas a 10,7 millones en los últimos días. En inglés, los visitantes de bbc.com en Rusia aumentaron un 252%. Poco a poco, la información profesional y veraz calaba también en el territorio de Putin. Las nuevas normas de censura (15 años de cárcel para quien las viole) lo harán todo más difícil, pero la BBC ya ha explicado la manera segura en que la puedan encontrar quienes la busquen. (Aviso para el gobierno conservador británico que lleva tiempo criticando a la cadena pública de radiotelevisión e intentando rebajar su financiación y reducir su personal: el servicio mundial de la BBC demuestra una y otra vez que es uno de los pocos instrumentos internacionales realmente efectivos a la hora de defender la democracia).

La comparecencia del presidente del Gobierno ante el Congreso el pasado miércoles y su anuncio de que finalmente España también enviará armas ofensivas a Ucrania aportó poco al debate. Quizá constatar que el Partido Popular practica una oposición más razonable cuando carece de líder y que Unidas Podemos continúa confundida. La vicepresidenta Yolanda Díaz comprende que los ministros no pueden disentir públicamente de su presidente sin presentar al mismo tiempo su dimisión, pero la titular de Derechos Sociales, Ione Belarra, todavía no ha caído en la cuenta y se mostró vivamente en desacuerdo. Nuestro país no tiene que enviar armas, sino apostar por la vía diplomática, dijo.

¿Hasta cuándo resistir si es casi seguro que acabarás derrotado? Es una pregunta razonable que se ha hecho en muchos otros escenarios bélicos, pero no es la señora Belarra quien tiene que decir hasta dónde deben resistir los ucranios, por muy ineficaz que considere su lucha. Son ellos los únicos con voz para decir hasta dónde les merece la pena defenderse con las armas. Mientras así lo estimen, la obligación de los demás es proporcionarles todas las que precisen. Es probable que las tropas rusas enviadas por Putin consigan entrar en Kiev en pocos días o en pocas semanas, pero también lo es que los ucranios están demostrando que son una nación distinta a Rusia y que la resistencia actual podrá ser aplastada, pero que la guerra puede durar mucho más tiempo.

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Todavía nada está descartado. Putin puede aún convencerse de que Rusia quedará empantanada en Ucrania durante años y aceptar una negociación sobre seguridad, no partiendo de la rendición incondicional del agredido, sino desde la retirada del agresor (al menos, adonde estaba el 24 de febrero). O no. Puede que Putin esté dispuesto a mantener una guerra de años para anexionarse toda Ucrania. Puede que su estrategia busque la destrucción de la Unión Europea, alentando y financiando los populismos de extrema derecha, y que apueste a que, si aguanta lo suficiente, los demás terminarán dividiéndose. Puede que se plantee cumplir su amenaza nuclear. Pero también puede que Rusia descubra que no puede convivir con Putin, porque el coste económico de las sanciones es y será brutal y no durante meses, sino años, y que la Unión Europea unida es capaz (siempre lo fue) de acoger dos millones de refugiados y de resistir sus propias crisis y la presión de sus propias empresas. Nada está decidido.

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