Un inexplicable vacío


La visita del alto representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell, a América Latina puso de manifiesto el inexplicable vacío que el club comunitario ha dejado en la región. En una entrevista para EL PAÍS, Borrell declaró que las relaciones con esa región “no están en el radar de la UE”. Y así es. Su viaje era el primero de un alto representante de la Unión en nueve años. Mientras tanto, el vínculo con el continente se ha limitado a comunicados y sanciones de las diferentes instituciones de la UE cuando se ha producido el deterioro del clima político, social o económico de alguno de los países latinoamericanos. Especialmente paradigmático es el caso de Venezuela, que acumula más resoluciones de la Eurocámara que ningún otro país de la zona y que parece haber concentrado la atención de Europa —muchas veces enfangada por disputas partidistas— en Latinoamérica.

Este vacío ha sido aprovechado por China, cuya transformación en superpotencia puede medirse por el grado de penetración en el nuevo continente impulsado durante las últimas décadas. A lo largo de este periodo, las empresas chinas han invertido en el sector minero peruano, en las infraestructuras de energía y de transporte de Ecuador y Argentina, en la agricultura caribeña y en el sector industrial brasileño y mexicano. Algunas de las economías de la región —especialmente Venezuela y Ecuador— se han sostenido gracias a créditos chinos. Actualmente, algunos de los países latinoamericanos tienen como principal socio comercial al gigante asiático y, durante la pandemia, casi todos ellos han administrado vacunas contra la covid-19 procedentes de laboratorios chinos. La crisis derivada de la pandemia ha servido a China para asumir un papel aún más importante allí. Pekín ha activado la “diplomacia de las mascarillas” (o la ruta de la seda de la salud, como la ha denominado) basada en el apoyo directo de equipación sanitaria por valor de 214 millones de dólares o donaciones de tecnología Huawei para luchar contra la covid.

Al mismo tiempo, sin embargo, Europa sigue sin renovar dos acuerdos bilaterales con Chile y México. También la ratificación del tratado más importante de la UE con América Latina (UE-Mercosur) lleva cinco años paralizado mientras el comercio bilateral entre China y Latinoamérica se ha multiplicado por 26. Pero el vínculo de Pekín con la región no solo se limita a esta intensa relación comercial y a incrementar su presencia en la zona con mayor cooperación económica y sanitaria. Además de las varias reuniones en formato virtual entre los ministros de Exteriores latinoamericanos y el titular chino de esa área en el marco del Foro China-Celac —creado en 2014 a iniciativa de Pekín—, su presidente Xi Jinping no solo ha mantenido un estrecho contacto con sus homólogos regionales durante la pandemia, sino que ha viajado durante las dos últimas décadas desarrollando giras por casi todos los países de Latinoamérica.

Europa, en cambio, la ha ignorado como socia estratégica pese a compartir valores y una misma visión sobre gobernanza democrática. El vacío que ha dejado la Unión en ese espacio regional es inexplicable, además de una carencia grave en el contexto de su autonomía estratégica.


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