Un mago en busca de sí mismo


No hicieron falta demasiados minutos para darse cuenta de que ayer no iba a ser el día de Martin
Odegaard. Bastó un control, un giro, un golpeo para que el noruego volviese a evidenciar que no está, que su rodilla responde. Su aparición contra el Espanyol abrió una ventana de esperanza que en La Nucía quedó ensombrecida.



El mago de Drammen abandonó el césped después de 53 minutos en los que no dejó de buscarse a sí mismo. Si algo no se le puede achacar es que no lo intente. La pidió, trató de combinar, fue a las disputas y llegó al área. Invocó a Odegaard una y otra vez, pero la respuesta llegaba en forma de molestias.

Un obstáculo con el que tendrá que convivir hasta el final de curso. No sólo él, también un equipo que hasta el confinamiento encontraba soluciones en sus botas. La nueva normalidad amenaza con traer consigo un Odegaard más intermitente, obligado a delegar.

La Real deberá administrar con mimo los trucos del nórdico. Contra el Espanyol, ingresando en un partido ya rodado, dio aire fresco al equipo y se acercó a su mejor versión. Quizá sea la fórmula correcta de encontrarle a partir de ahora. Ayer, partiendo de salida, se le vio fuera de ritmo, acusando quizás el cansancio del viernes o las condiciones del terreno de juego. También el dolor. Será su indeseable compañero de viaje hasta que se cierre el telón liguero.

El traje de ‘jugón’, de futbolistas capaz de desatascar el juego, de romper líneas, de inventar, cuelga de la percha sin dueño tras la inoportuna lesión de Januzaj. Sin el belga, verso suelto en una dinámica complicada, Odegaard es el foco de todas las miradas y el objetivo de muchos de los pases de sus compañeros, que esperan que sus botas mejoren la jugada. Como lo hacían antes del parón y de sus malditas molestias en la rodilla derecha.

Pases atrás

Isak asumió el rol de genio mientras su socio nórdico sufría. El de Drammen completó 23 pases con éxito. Por contra, perdió 13 balones. No pudo superar líneas y terminó girándose para buscar pases atrás, fáciles, en situaciones en las que parecía tener campo abierto para inventar.

Eso sí, el ‘21’ no cejó en su empeño por ayudar y en el cuarto de hora previo al descanso tuvo dos oportunidades para probar a Aitor
Fernández. En las dos volvió a dejar patente su divorcio con la chispa. En ambas ocasiones recibió con la derecha y le costó perfilarse. En la primera disparó blando a las manos del meta del Levante y en la segunda, desviado.

Tras el descanso, a los ocho minutos, Imanol decidió darle respiro. Ayer Odegaard no pudo ser Odegaard. Se le echó de menos.


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