19:21 horas. Noche cerrada ya en Donostia. Llegan los dos autobuses de la Real al Estadio de Anoeta. Una veintena de jóvenes esperan móviles en mano. Una cuadrilla de chavales se topa con los autocares a la salida del polideportivo Josean
Gasca. No hay aroma a día grande. Ni camisetas. Ni aplausos. Ni gente. El partido de anoche fue de todo menos una bonita velada de fútbol.
19:44 horas. El grupo de aficionados a las puertas del topo se ha reducido a 10 individuos. Destacan tres ‘tifossi’ napolitanos vestidos de arriba a abajo de celeste. Ellos sí evidencian que Real y Nápoles iban a enfrentarse de tú a tú una hora después. “Zero-tre, zero-tre”, gritaba el más ilusionado. Les ha tocado pasar parte del coronavirus de Erasmus en Donostia. No es mal lugar para vivir durante seis meses.
En la Plaza Ferrerías reina el silencio. Media entrada en el Bar Maite. ‘La Venta del Curro’ con las luces apagadas y las persianas bajadas. “Seguro que un trabajador ha dado positivo”, decía una señora a su marido mientras enfilaban el camino hacia la línea 17 camino de Gros. El toque de queda se acercaba. Escenario deprimente a las puertas del partido más atractivo de la fase de grupos de la Europa League 20/21.
Himnos para nadie
El protocolo manda y a falta de ocho minutos para el comienzo del partido ya sonaba el ‘Txuri Urdin’. Para nadie. En otras circunstancias casi 39.000 bufandas se hubieran hondeado con orgullo para decir a Europa que “aquí está la Real”. Nadie canta. A nadie se le eriza la piel. Los sofás se empiezan a quedar pequeños en cada casa guipuzcoana.
Nada más ponerse el balón en juego, los allí presentes ya nos dimos cuenta que palabra más usada de la noche iba a ser “Modi”. Sagnan entró sustituyendo a Aritz y dejó más fríos a los poco más de 200 espectadores al fallar los dos primeros pases. Manos a la cabeza de Imanol, que no paró de dar instrucciones al galo durante todo el encuentro. “¡Modi, la línea! ¡Modi, con Petagna! ¡Modi, sencillo!”. Todo el mundo nombraba al francés. Remiro, Le
Normand, Gorosabel. Los gritos se escuchaban desde la Avenida de Madrid.
En el otro lado del banquillo, un elegante Gattuso, con algún kilo de más, no sabía cómo parar a la Real. Perdió el equilibrio y llegó a tocar el suelo en una jugada combinativa realista, como queriendo salir detrás del balón a robar. No estamos para estos trotes, Gennaro. Más problemas con la lesión de Insigne. “¡¡Chucky, Chucky!!”. El mexicano salió frio pero dolorido por los mamporros en la espalda de su entrenador.
No hubo ni cohete
En primer tiempo murió sin que ninguno de los dos equipos pudiera desequilibrar el marcador. La mala fortuna había reservado la peor parte para el segundo acto. Un Nápoles inofensivo desde las primeras acciones del partido encontró el gol de la manera más cruel posible. Politano lanzó un misil que pegó en la cabeza de Sagnan.Se escuchó un “¡¡Nooo!!” generalizado en todo el estadio. “¿Qué hago?”, respondió Sagnan con los brazos abiertos. Por no haber no hubo ni cohete para corroborar el gol partenopeo.
Si con el 0-0 la Real dominaba, con el gol visitante se agravó la actitud defensiva del Nápoles. Mientras, Monreal recriminaba a su excompañero Ospina, con el que coincidió en el Arsenal, hacer teatro. La Real lo intentó por todas las vías mientras Gattuso se comía al juez de línea en cada acción. Con el pitido final llegó la acción bochornosa del partido. Fabián y un técnico napolitano se avalanzaron sobre el banquillo realista en actitud chulesca. Con Anoeta sin gente no se le puede llamar fútbol.
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