Urge pactar con Irán

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Los detalles no son aún definitivos pero está ya listo para su firma el segundo acuerdo para la paralización del programa nuclear de Irán. Con él, EE UU corrige la catastrófica retirada de Donald Trump en 2018, cuyo efecto inmediato fue permitir a la república islámica situarse en el umbral de la obtención de la bomba, probablemente a solo seis meses de convertirse en una nueva potencia nuclear. Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y la UE consiguieron en 2015 la paralización del programa de enriquecimiento de uranio iraní, sometido a partir de entonces a un estricto régimen de inspecciones internacionales, a cambio de los beneficios que significó el levantamiento de las sanciones europeas y americanas que pesaban sobre la dictadura del chiismo radical. Aquel acuerdo obtenido trabajosamente tras muchos años puede ser revocado por el presidente, como ya hizo Trump en su día.

La garantía de su continuidad es el último escollo que quedaba para los iraníes, que disfrutaron entre 2015 y 2018 de una economía sin sanciones y demandan una salvaguarda para no verse sometidos en el futuro a una nueva anulación del acuerdo en función de los azares electorales estadounidenses. Ha desaparecido la exigencia iraní de que EE UU saque del repertorio de organizaciones terroristas a la Guardia Revolucionaria, precisamente en un momento en que se han reforzado los argumentos para mantenerla en esta lista negra internacional. Washington está investigando un complot para asesinar al exconsejero nacional de Seguridad John Bolton por encargo de un miembro de dicho cuerpo militar iraní, al parecer en venganza por el asesinato del máximo comandante de la organización, el general Qasem Soleimani.

No faltan a uno y otro lado de la negociación personajes dispuestos a boicotear el acuerdo. El experto francés Gilles Kepel no ha dudado en atribuir el intento de asesinato de Salman Rushdie por parte de un ciudadano chií de origen libanés al llamado “yihadismo de atmósfera”, en el que individuos aparentemente aislados actúan en función de una cultura agresiva difundida por las redes sociales, que en este caso correspondería a Hezbolá, el partido proiraní de Líbano. Aunque la acción criminal contra el escritor no responda a un plan preconcebido, casa perfectamente con el regocijo expresado por los medios oficiales y con la persistente doctrina del ayatolá Jamenei sobre la vigencia de la fetua de Jomeini.

A pesar de las dificultades, son muchos más los factores que favorecen la culminación cuanto antes de la negociación. Para Irán aligeraría la carga sobre el nivel de vida de la población, que ha visto reducidas sus rentas a una tercera parte durante la pasada década. Para la estabilidad de la región y los objetivos de no proliferación es también urgente la paralización de un programa nuclear que se está acercando peligrosamente al umbral irreversible de la fabricación. Para los aliados de Ucrania, evita la consolidación alrededor de Rusia del bloque de países antioccidentales. Para la economía global, la entrada de petróleo iraní en el mercado alivia la tensión sobre los precios. El éxito de la actual negociación, en la que participan China y Rusia, sería un mensaje de distensión en mitad de la crisis ucrania y de la tensión en el estrecho de Taiwán. El fracaso, en cambio, se convertiría de inmediato en una oportunidad para quienes propugnan en Israel y en Arabia Saudí una solución militar para interrumpir el programa nuclear iraní. Del descarrilamiento del pacto solo se alegrarán quienes confían en la vía de la confrontación, incluso bélica, y desechan la diplomacia y el multilateralismo.


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