Vanguardia, innovación y nuevas generaciones: la semana de la moda de Londres vuelve al origen para mantener su vigencia


Puede que ni Burberry ni Victoria Beckham ni J. W. Anderson hayan vuelto a la pasarela londinense desde el inicio de la pandemia, pero la semana de la moda de la capital británica ha encontrado otras formas de reinventarse sin necesidad de recurrir a los grandes nombres internacionales. Aunque quizá, más que de reinvención, haya que hablar de vuelta a los orígenes; a esa idea de Londres como cuna de la vanguardia y el talento emergente. En sus cinco jornadas, de viernes a martes, se han celebrado 37 desfiles físicos, 67 activaciones digitales y, entre eventos, vídeos y pasarelas, han participado 134 marcas y diseñadores. El British Fashion Council, el organismo que regula, apoya y promociona la moda de autor británica, lleva más de dos años haciendo esfuerzos casi titánicos para remontar los estragos que ha causado la pandemia en el sector y los que sigue causando el Brexit. Desde hace dos ediciones cuenta con el patrocinio de dos empresas privadas; Clearpay, una plataforma de compras con pago aplazado que ofrece sus servicios de forma gratuita a las marcas participantes, y TikTok, la red social donde se viralizan las tendencias del momento y donde buena parte del talento joven encuentra hoy la visibilidad que no le brindan los canales de comunicación tradicionales.

De hecho, en el espacio que aporta TikTok para que desfilen las nuevas generaciones, situado este año en la parte trasera de los almacenes Selfridge’s, se han visto las mejores colecciones de la semana. Como la de S. S. Daley, el joven diseñador masculino que trabaja desde las técnicas de sastrería tradicional para romper los códigos de clase y género y cuya presentación, en forma de drama teatral, fue una de las más emocionantes de la programación. O como la de Priya Ahluwalia, cuyas creaciones, que fusionan los códigos estéticos británicos con la tradición textil india y nigeriana, se vieron por primera vez sobre una pasarela, pese a que la diseñadora lleva desde 2018 siendo un nombre recurrente dentro del sector.

La representación teatral de S. S. Daley donde mostró sus diseños el 18 de febrero en Londres, durante la semana de la moda de la capital británica.NIKLAS HALLE’N (AFP)

Lo cierto es que la semana de la moda de Londres logra precisamente eso, que lo emergente se convierta en algo establecido casi en tiempo récord. En un momento en el que las nuevas tendencias y las nuevas firmas discurren por cauces muy distintos a los de hace unos años (TikTok, por ejemplo, ha sustituido a Instagram como plataforma donde descubrir lo nuevo) la capital británica pone en marcha distintos mecanismos para dar visibilidad a sus nuevos valores. El pasado viernes, la supermodelo Irina Shayk abría el desfile del muy vanguardista Matty Bovan; el lunes, Victoria Beckham acaparaba los focos al presentarse a apoyar el trabajo de Supriya Lele. Y Katie Grand, una de las estilistas más influyentes del mundo trabaja entre bambalinas junto a Bovan o el mediático Richard Quinn, que esta temporada ha vuelto a redundar en los códigos con los que siempre trabaja: el fetichismo, los estampados y las siluetas dramáticas, que recuerdan a Cristóbal Balenciaga.

Resulta extraño darse cuenta de que Nensi Dojaka, la creadora albanesa que viste a las celebridades con sus trajes repletos de lazos, nudos y agujeros, es en realidad una diseñadora emergente. La flamante ganadora del premio LVMH al talento joven empezó su carrera hace dos años, pero su exposición en medios y redes genera la falsa impresión de que lleva mucho más tiempo en este negocio. O que las prendas sutiles y minimalistas de Maximilian, uno de los diseñadores fetiche de ASAP Rocky, y uno de los más buscados, según la plataforma de datos Lyst, se confeccionan aún con el apoyo de Fashion East, una iniciativa que ofrece soporte financiero y asesoramiento a jóvenes creativos durante dos años.

Una modelo muestra un diseño de la firma Erdem en la pasarela de Londres, en febrero de 2022.John Phillips/BFC (Getty Images for BFC)

De los veinte nominados este año al premio LVMH al talento joven, el galardón más importante del sector en esa categoría, seis de ellos presentan o han presentado sus colecciones en la semana de la moda de Londres. Entre ellos la española Paula Cánovas del Vas, que no ha estado presente en esta edición, pero que comenzó su carrera creando instalaciones que hibridaban moda y tecnología dentro del calendario oficial. Otra española, Carlota Barrera, exhibía el pasado martes su colección, titulada The Last Run, con un vídeo y una presentación física en el barrio de Chelsea. Su aproximación a la sastrería masculina desde la deconstrucción de las convenciones de género encuentra un espacio propio dentro de una semana de la moda experta en acoger discursos alternativos.

Por supuesto, también hubo sitio para los clásicos británicos. Molly Goddard volvía a la pasarela con una colección inspirada en Sarah, una amiga de su madre experta en combinar prendas de segunda mano con vestidos de fiesta. La diseñadora londinense, famosa por sus amplios vestidos de tul, ha evolucionado hasta ofrecer una gama más amplia de productos (de enormes jerséis de punto a abrigos de corte arquitectónico) sin perder esas señas de identidad tan propias que mezclan lo grunge con lo romántico.

Erdem se trasladaba al teatro Saddler’s para representar un cabaret alemán de entreguerras. El diseñador siempre basa sus colecciones en heroínas desconocidas del pasado cuya biografía resulta pertinente en el presente. En esta ocasión, apoyaba su trabajo en las vidas de varias artistas alemanas de los años treinta (la pintora Jeanne Mammen, la bailarina Anita Beber o la fotógrafa Madame d´Ora, entre otras) para hablar de osadía y fluidez de género, del poder transgresor de la ropa en tiempos en los que la libertad y la audacia convivieron con la amenaza del totalitarismo y la represión de ideas. No hace falta explicar por qué su discurso es también hoy pertinente. Pero quizá no esté de más recordar que la moda es, a veces, un potente catalizador de estas ideas y discursos que revolotean en el ambiente. Y, en ese sentido, Londres sigue siendo el canal predilecto para comunicarlas.

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