Verstappen llegó a pensar que no podría luchar por el título de 2022

Verstappen llegó a pensar que no podría luchar por el título de 2022

Max Verstappen (30 de septiembre de 1997) fue criado en un ambiente de máxima presión. Desde que era un crío, su padre siempre quiso hacer de él el mejor piloto del mundo. El karting siempre fue lo primero y la escuela, lo segundo. Jos Verstappen le puso al límite en múltiples ocasiones peses a ser un niño. Nada extraño en el polémico Jos, que en 2012 estuvo 15 días en prisión por atropellar deliberadamente a su ex novia con un coche, y que anteriormente fue denunciado por amenazar a su ex mujer, la piloto María Sophie Kumpen, la madre de Max, y por agredir a Frans, su propio padre. En 2017, protagonizó una pelea en una discoteca y le detuvieron por desobedecer a la policía. Y mucho antes ya había protagonizado otro altercado en una pista de karts. Viniendo de él, sus métodos con el pequeño Max no iban a ser los más convencionales. Su entrenamiento fue casi militar. 

Hacían unos 100.000 kilómetros anuales para que Max entrenara y compitiera sin descanso. Le obligaba a conducir con frío en las manos, por mucho que le doliera, y como ya contó Max, una vez, cuando era un adolescente, su padre lo dejó tirado en una gasolinera para que reflexionara tras un accidente en kárting, aunque luego volvió a buscarle. La suma de todo ello y su posterior reclutamiento por Red Bull con 16 años creó el piloto que es Max Verstappen hoy día. Está acostumbrado a que siempre se espera lo máximo de él, y por ello, solo espera lo máximo de los suyos. No permite ni un solo error. Lo demostró este año en varias ocasiones. 

Ayer se proclamó bicampeón del mundo una semana después de demostrar su fuerte carácter ante su equipo. Hace una semana, Max Verstappen no se cortaba un pelo al criticar a su propio equipo, que le ha entregado este año el mejor coche de la parrilla, por un error en clasificación que le impidió lograr la pole. “Es inadmisible”, decía. Ni su enorme ventaja, de más de 100 puntos sobre Leclerc, hacía que relativizara lo ocurrido. No sabe lo que es relajarse. Para él se trata de ganar, ganar y ganar. Por ello, antes de llegar a esta cita japonesa, lanzaba un claro aviso a su conjunto: “Tenemos que hacerlo todo perfecto”. Y ganó con 4 carreras de margen. 

Tras la cita japonesa, la imagen era muy distinta a la de Singapur. Ayer todo eran sonrisas y abrazos con su equipo. Pero no hay que olvidar que hace tan solo 6 meses, la imagen era muy distinta. En abril, Verstappen se mostraba frustrado por haber abandonado en dos de las tres primeras carreras por dos fugas de gasolina. Y además, su Red Bull degradaba más las gomas.

“No tengo razones para creer en el Campeonato. Faltan 20 carreras, pero creo que necesitaría 45 para tener una opción. Necesitamos ser más rápidos y fiables”, decía. El líder de Red Bull volvía a ser duro. Le faltó fe. Y Red Bull y Honda le dieron una lección que quizás le faltó aprender en el duro entrenamiento de su padre: La F1 no es un deporte individual. Es un deporte de equipo y hay que apoyarlo. Red Bull y Honda reaccionaron, solventaron sus problemas rápidamente, ejecutaron las carreras a la perfección con grandes estrategias y paradas a boxes sin errores. Y en la carrera del desarrollo de su coche, los de Milton Keynes aplastaron a los Ferrari con un paso definitivo hacia el frente en la segunda parte del campeonato. Red Bull venció a Ferrari en todas las áreas y le entregó el coche que quería Max. No lo desaprovechó. No tuvo fe. Le faltó creer en su equipo. 




Source link