Vitaminas, ajo, tabaco y otros falsos remedios contra el coronavirus


La vitamina D ni es una vitamina, pese al nombre, ni su ingesta como suplemento alimenticio es útil frente al coronavirus. Tampoco la exposición al sol, cuya radiación UVB es fundamental para la formación de esta hormona, pero también para enfermedades de la piel. Sin embargo, un ensayo clínico del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) y el Hospital Reina Sofía de la misma ciudad, ha detectado un elemento clave en la generación de la sustancia química (mal llamada vitamina D) que sí ha demostrado ser efectiva. Se trata del calcifediol, una prohormona que actúa de precursor de la generación de vitamina D a los niveles que ni la alimentación ni el sol pueden conseguir.

El calcifediol, calcidiol o 25-hidroxivitamina D (25-OH-D), es una prohormona que se produce en el hígado por una reacción química (hidroxilación de la vitamina D3) gracias a una enzima, una molécula orgánica que actúa de catalizador. Por lo tanto, la generación de vitamina D requiere una biotransformación previa.

El compuesto analizado en Córdoba se absorbe casi por completo y aumenta rápidamente las concentraciones de vitamina D en la sangre al prescindir de la metabolización hepática. Es entonces cuando la hormona se presenta en concentraciones suficientes (40-60 ng/mL) para combatir la hiperinflamación producida por la tormenta de citoquinas que causan el Síndrome de Distrés Respiratorio Agudo (SDRA) asociado al coronavirus.

Tras un estudio piloto, aleatorio y abierto sobre 76 pacientes, al que se han sumado el seguimiento de otros 300 casos y una quincena de hospitales, se ha demostrado, según explica Luis Manuel Entrenas, neumólogo del Hospital Reina Sofía de Córdoba, que el calcifediol “actúa como inmunomodulador” (estimulador del sistema inmune del cuerpo para defenderse de virus). Además, “mejora la permeabilidad alvéolo capilar” (facilitando el intercambio gaseoso) y “reduce la coagulabilidad de la sangre” y, por lo tanto, los riesgos de trombosis.

Estos efectos reducen el síndrome de dificultad respiratoria aguda que se presenta con el agravamiento de los casos de covid. De los primeros 76 pacientes incluidos en el estudio, 50 recibieron calcifediol y solo uno requirió su ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos. La mitad de los otros 26 que recibieron placebo pasaron por la UCI. Ya está en marcha la ampliación del estudio, pero los resultados, según los investigadores son prometedores.

La llave de la acción del calcifediol vino de la mano del especialista en endocrinología y nutrición José Manuel Quesada, un profesor honorífico de la Universidad de Córdoba que, viendo las dimensiones de la pandemia y pese a estar jubilado, retomó investigaciones que ya habían relacionado los bajos niveles de vitamina D y enfermedades que generan distrés respiratorio.

Implicó a Entrenas, con quien ha trabajado, y a José López Miranda, jefe de Servicio de la Unidad de Medicina Interna del Hospital Reina Sofía, quienes vieron la oportunidad de realizar el ensayo con un producto de bajo coste, sin efectos adversos si se toma bajo vigilancia médica (una sobredosis aguda o por administración prolongada puede causar toxicidad grave por hipercalcemia), y con eficacia probada en situaciones de distrés respiratorio.

“El calcifediol es lo que medimos cuando queremos saber cómo funciona el sistema endocrino en relación con la vitamina D porque es la materia prima que lo produce. Sabíamos que sus bajos niveles eran comunes en enfermedades con síndrome de dificultad respiratoria y que ni su ingesta como suplemento alimenticio ni la exposición al sol eran suficientes para compensarlos”, explica Quesada.

No vale el sol ni la dieta

El nutricionista aclara que la exposición al sol, que es necesaria para la producción de la hormona, “también es carcinogénica, aunque con un largo tiempo de latencia, y causa daño al ADN de la piel”. Además, de noviembre a mayo, prácticamente no se sintetiza vitamina D en el hemisferio norte.

Por otra parte, la ingesta de pescados como atún, bacalao o sardinas, lácteos, huevo, hígado o cereales, aunque son ricos en vitamina D, no aportan lo suficiente para restablecer el déficit que se genera o para alcanzar los niveles necesarios para que sus efectos sean beneficiosos frente a la covid. Habría que tomar al día, según los cálculos del profesor, dos kilos de hígado o nueve yemas de huevo o beber cinco litros de leche.

De ahí surgió la necesidad de recurrir a la prohormona que genera la vitamina D, “por su potencial para aumentar la respuesta inmune y reducir la gravedad de las infecciones por coronavirus”, según Quesada.

“Hablamos de un tratamiento que tiene un coste muy reducido por paciente y que podría ayudar en gran medida a aliviar la presión en las UCI”, comenta José Luis López Miranda, que, además de jefe de servicio de la Unidad de Medicina Interna del Hospital Reina Sofía, es investigador del estudio.

“No es un viricida, pero funciona muy bien. No cura, pero es clave para evitar el problema del colapso de las UCI, ya que reduce o hace desaparecer la progresión a una forma agresiva de la enfermedad”, advierte Entrenas. “Como decía Gabriel Celaya de la poesía, es un arma cargada de futuro”, añade Quesada, quien está convencido de haber hallado un elemento muy importante, eficaz, seguro y barato, en el tratamiento de la covid.

Todos coinciden en que, en cualquier caso, debe ser administrado por prescripción facultativa y advierten sobre el riesgo de automedicación o de ingesta incontrolada de vitamina D como suplemento alimenticio porque es inútil frente a la covid y porque es necesario conocer los niveles existentes en el cuerpo para suministrar la cantidad adecuada y evitar la hipercalcemia.

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