Voces del ultranacionalismo ruso cargan contra el Kremlin por los avances en las negociaciones con Ucrania

Voces del ultranacionalismo ruso cargan contra el Kremlin por los avances en las negociaciones con Ucrania


Cuando Vladímir Putin ordenó a sus tropas “desnazificar” toda Ucrania el pasado 24 de febrero, los partidarios más acérrimos de la guerra pensaron que había llegado el momento de su cruzada por la defensa del “mundo ruso”. El mandatario, que denigraba al Gobierno de Volodímir Zelenski tildándolo de “régimen” liderado “por drogadictos y neonazis”, había prometido recuperar Ucrania para su causa. Y un año antes, en un artículo que escribió sobre la hermandad de ambos países, Putin decía que Kiev era “la madre de todas las ciudades rusas” y su pueblo, una nación de 1.000 años de historia. Por ello, unas negociaciones con el enemigo que podrían derivar en un statu quo prácticamente idéntico al de antes de la guerra han provocado conmoción entre los ciudadanos que defienden la campaña militar y el entorno económico, militar e ideológico del presidente ruso.

Uno de los rostros más visibles del enfado ha sido el del presidente checheno, Ramzán Kadírov, también uno de los protagonistas de la hasta ahora “liberación de Ucrania” en la prensa rusa. “Salam Aleikum [que la paz sea con vosotros], queridos amigos. Leo en distintos canales de Telegram que Ucrania ha ganado, Rusia se marcha y habrá negociaciones”, arrancaba el vídeo que grabó Kadírov por la noche. “Somos luchadores y no estamos de acuerdo ni con estas negociaciones, ni con sus acuerdos. Esto es voluntad política de nuestro presidente y así debe ser, pero somos combatientes que combaten y pedimos al Gobierno, al presidente, que nos permita dar fin a lo que él comenzó”, concluía su mensaje.

Horas antes, el jefe del equipo negociador ruso, Vladímir Medinski, bendecía el tono “constructivo” de sus conversaciones con los ucranios, que a cambio de que se garantice su soberanía estarían dispuestos a renunciar a solicitar su ingreso en la OTAN, a negociar el estatus de la región de Donbás ―reconocida independiente por el Kremlin justo antes de su ofensiva―, y a abordar en un periodo de 15 años la situación de Crimea, anexionada por Rusia en 2014. Es decir, una situación muy parecida a la que había antes del ataque, con la salvedad de la franja sur de Ucrania que une la península del mar Negro con Donbás, prácticamente ocupada por Rusia en su ofensiva sobre Mariupol. Como muestra de confianza, el Ministerio de Defensa ruso anunció que iba a “reducir drásticamente las operaciones militares” en las zonas de Kiev y Chernihiv.

Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con renunciar a la capital ucrania, amenazada desde hace más de un mes por las fuerzas rusas. “Debemos completar lo que comenzamos, no detenernos. Tenemos que llegar hasta Kiev. Si nos situamos alrededor, estoy seguro de que entraremos en Kiev y pondremos las cosas en orden”, dijo también Kadírov este martes en un mitin multitudinario de militares en Grozni. Una vez que conoció el avance de las negociaciones, el líder checheno endureció su tono pese a hablar con una sonrisa cínica. “En Ucrania hay terroristas y extremistas de 52 países. Mientras haya banderistas [colaborador de los alemanes contra Stalin], nazis o combatientes del shaitán islámico [espíritu maligno], Ucrania no podrá tener una vida normal. O los destruimos o los encarcelamos de por vida”.

Destino histórico

Aparte de Kadírov, que pasó de luchar junto con su padre contra los rusos en las guerras chechenas a dirigir su propia república y ejército por apoyar a Putin, en el entorno del Kremlin hay dos camarillas. Una la forman los liberales y oligarcas, más abiertos a Occidente y recelosos de la guerra por las duras sanciones impuestas, y la otra la compone el ala más nacionalista. El sociólogo de ultraderecha Alexánder Dugin es un exponente de este sector. Uno de los referentes ideológicos de Putin, defensor acérrimo de que Rusia es una civilización con un proyecto euroasiático frente al bloque occidental y sus valores, mostró el martes su decepción, igual que hizo en 2015, por no haber avanzado por toda Ucrania en la entonces guerra de Donbás.

“Entiendo la preocupación de todos, pero Kadírov no habla solo en su nombre, ni en nombre de todos los chechenos, ni en nombre de todos los soldados, ni en nombre de nuestro pueblo, sino también en nombre del comandante en jefe supremo [Putin]”, escribió el pensador en su canal de Telegram. “Esto es solo el comienzo de la operación (…) Debemos hacer acopio de valor. Y adelante, solo adelante”, subrayó.

Menos claro lo tiene el coronel Ígor Girkin Strelkov, antiguo miembro del Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso, la antigua KGB, que irrumpió en una operación encubierta en Donbás en 2014 para comenzar la guerra. El exministro de Defensa de la República Popular de Donetsk, que aún tiene su público, fue muy crítico en un debate del canal Roi TV. “En el Kremlin hay muchos que proponen rendirse, pero es imposible. Cualquier desescalada será un paso a la capitulación. Como pasó con los protocolos de Minsk, Kiev firmará y no cumplirá nada”, afirmó.

“Las Fuerzas Armadas rusas han sufrido pérdidas serias. No pueden tomar Kiev, no pueden tomar Járkov, no han podido tomar Mariupol durante varias semanas y Europa observa todo esto. ¿Dónde está el tercer mayor ejército del mundo, tras EE UU y China?”, advirtió Strelkov tras afirmar que Moscú tiene dos opciones: la movilización masiva de las tropas y las fábricas de armamento, o una tregua que, en su opinión, permitirá a Ucrania rearmarse. “Creo que el Kremlin no ha tomado una decisión aún”, afirmó tras puntualizar que debe llamar “a los reservistas, a 200.000 hombres o más, porque movilizar menos y enfrentarlos a un enemigo armado con un arsenal de gran calidad sería un sinsentido”.

Otro de los impulsores de la primera ofensiva de 2014 fue el empresario ultraortodoxo Konstantín Maloféyev, otra de las voces nacionalistas del Kremlin. Su canal Tsargrad TV (Constantinopla, en eslavo antiguo), abría su portal web con el titular “Ruso, no traiciones al ruso”. “Los resultados de las negociaciones de Estambul con los representantes de la junta de Kiev han causado conmoción entre millones de rusos. ¿Es estupidez, una traición o, incluso peor, un error?” arrancaba el artículo donde trataba de averiguar “si el pueblo ruso está preparado para rendirse”. En cualquier caso, advertía de que “es demasiado pronto para dar por concluida la operación especial en Ucrania”.

Mensajes en la prensa

En la misma línea iban ayer los comentarios de los lectores de medios favorables al Kremlin en las noticias sobre el encuentro de Estambul. Entre los cientos de comentarios del artículo en la versión rusa de Russia Today destacaba la palabra “traición”. “¿Primero hace falta liquidar a los nazis, y luego llegar a un acuerdo con ellos?”, decía un lector. Otro destacaba que esto era firmar un “Minsk 3.0″ para volver a otro problema no resuelto. Y en el portal Roi TV destacaban frases como “muchos patriotas están abatidos con estas negociaciones. ¿Cuántas declaraciones de victoria hubo hoy en la propaganda enemiga?” y “¿resulta que Kadírov es más patriota que nuestros generales?”.

A estas críticas se ha sumado también la confusión entre los ciudadanos por una campaña que ha oscilado entre “la desnazificación de Ucrania” y la “operación especial para la protección de las repúblicas de Donetsk y Lugansk”. “¿Para qué fue emprendida entonces?”, se preguntaba un lector. “Esto significa que nuestros soldados han dado la vida en vano”, lamentaba otro.

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