Washington bien vale una misa (si es de Leonard Bernstein)

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Leonard Bernstein compuso por encargo de Jacqueline Onassis una Misa para honrar la memoria de su primer marido, John F. Kennedy. La pieza, un delirio que mezcla clásica, pop, jazz y música de vanguardia con un libreto en latín, hebreo e inglés, una partitura de orquestación endiablada, un coro de niños y otro de adultos, cantantes líricos bailarines y actores de teatro, pasajes pregrabados y un conjunto de rock a los pies del podio del director, sirvió para inaugurar el 8 de septiembre de 1971 el monumental centro de artes escénicas que, en Washington, lleva el nombre del presidente, asesinado casi ocho años antes.

El violonchelista Yo-Yo Ma toca el pasado 8 de septiembre en la inauguración de la exposición permanente ‘Art and Ideals: President John F. Kennedy’, con la que el Kennedy Center celebra el medio siglo de su inauguración.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

El Kennedy Center, que en realidad fue una idea de Eisenhower, es el monumental teatro de ópera y el auditorio de la capital de Estados Unidos, y también un punto de encuentro a orillas del río Potomac en el que, como saben los espectadores del primer capítulo de la serie House of Cards, la suerte de una joven periodista puede cambiar para siempre, el poder se codea con la melomanía, las diferencias políticas se aparcan a la entrada y la sociedad washingtoniana se emperifolla a su manera. Allí, 51 años después de la primera vez, reestrenaron el jueves pasado la pieza de Benstein (1918-1990). También han inaugurado una nueva exposición permanente que celebra el compromiso con las artes de Kennedy.

Noche de estreno de la ‘Misa’ de Leonard Benstein, el 8 de septiembre de 1971. En primer término, Alan Titus.
Fletcher Drake

La intención era haber llegado a tiempo para conmemorar el medio siglo del centro, pero una empresa como esta era sencillamente inviable a finales del verano pasado, cuando Estados Unidos se preparaba para el segundo invierno de la plaga mientras añadía una nueva e inesperada palabra, ómicron, a su vocabulario. Hasta 210 artistas, entre músicos, cantantes, bailarines y actores, se han subido al escenario cada una de las tres noches en las que se ha repuesto el espectáculo, esta vez con la dirección de Alison Moritz, coreografía de Hope Boykin y la participación de la National Symphony Orchestra a las órdenes de James Gaffigan.

La ambición sigue ahí medio siglo después, pero se aprecia el esfuerzo por restar el aire de época a la propuesta. En las fotos de archivo, se ve a los intérpretes correr de un lado a otro con sus pelos largos y sus pantalones de pata de elefante. Para subrayar que esta Misa el algo más que un musical hippie (pongamos, Jesucristo Superstar o Hair) en la nueva versión, con el coro encaramado al fondo y la orquesta sobre el escenario (y no, como entonces, en el foso), los intérpretes van vestidos como si llegaran directos de la misa del domingo de una de los casi 800 templos de Washington, una ciudad con un 65% de población católica, creyentes en la misma religión que su vecino más famoso, Joe Biden, el segundo presidente que profesa esa fe de la historia de Estados Unidos, después de… Kennedy.

El nuevo montaje de la ‘Misa’, de Leonard Bernstein.Photo by Scott Suchman-The Kenne

¿Y Bernstein? Bernstein era judío. En una entrevista de la época en Vogue explicó por qué le dio por componer una misa tridentina: “Llevo años queriendo escribir una celebración religiosa de alguna clase. Cuando me hicieron este encargo, pensé en Kennedy e inmediatamente se me fue la cabeza al catolicismo. La misa es probablemente la ceremonia más teatral. Porque esta es una obra escénica, no una pieza de concierto al estilo de Beethoven o Bach”. Misa (MASS, en mayúsculas, en inglés) fue la primera composición del legendario director musical de la Filarmónica de Nueva York (1958-1969) en seis años, tras los Salmos de Chichester (1965). Las dos obras anteriores a esa estuvieron también relacionadas con Kennedy: una fanfarria para la toma de posesión en 1961 y su Sinfonía número 3: Kaddish, que, como explicó a Peter Rosen en el documental Reflections, tenía a medio terminar cuando supo del magnicidio en Dallas y decidió dedicársela al presidente demócrata.

Leonard Bernstein (derecha) dirige un ensayo de ‘Mass’ en 1971, con, desde la izquierda, Alan Titus, el protagonista de aquel montaje, y Joan y Ted Kennedy.fletcher drake

Para cumplir el encargo de Jackie, Bernstein dispuso de solo seis meses, así que, como había hecho en West Side Story con Stephen Sondheim, recurrió a un joven escritor de Broadway, Stephen Schwartz (Godspell), para completar las partes en inglés del texto. Un tal Paul Simon también echó una mano con algunos de los versos que contribuyen a hacer avanzar la trama, protagonizada por un Oficiante que guía al público por su crisis de la fe (¿o es las nuestra?) mientras celebra una misa tradicional.

Con letras como como “La mitad de la gente está drogada / Y la otra mitad está esperando las próximas elecciones”, Simon subrayó otra de las intenciones de Bernstein: hacer también un comentario político y contribuir con la música a curar “las heridas de una América dividida”. Y ese podría ser otro de los secretos del éxito de una pieza tan insólita: cada vez que se reestrena, parece que está hablando del Estados Unidos del momento, cada día que pasa, más polarizado. En 1971, ya andaban a la gresca: eran los tiempos de la guerra de Vietnam, de Los Papeles del Pentágono y del sonido cuadrafónico, y su compositor, un izquierdista con pedigrí que acumulaba un dosier del FBI de 800 páginas. La agencia aconsejó al presidente Richard Nixon que no acudiese al estreno, por, entre otras cosas, los coqueteos de Bernstein con los Panteras Negras, un flirteo que el sumo pontífice del Nuevo Periodismo Tom Wolfe diseccionó con su bisturí de punta gorda en el reportaje de la revista New York La izquierda exquisita: aquella fiesta en casa de Lenny (que es como llamaban sus amigos al músico).

Logotipo del montaje original.

A la Iglesia católica, la mezcla de fe y progresismo le pareció de primeras un espanto, aunque luego se reconciliara con ella; en 2000, el papa Juan Pablo II pidió que la Misa se montara en el Vaticano. No están las cosas de la fe como para desperdiciar liturgias que reúnan, como estos días en Washington, a unas 2.400 personas por noche: según un reciente estudio del Pew Research Center, el cristianismo arriesga a perder su condición de religión mayoritaria en Estados Unidos hacia 2070.

La recepción crítica se debatió en 1971 entre si la pieza era lo mejor de la producción del compositor (The Washington Post la celebró como “la música más grande escrita por Bernstein”) o lo peor (The New York Times la consideró “el más indigesto mejunje de estilos desde aquella receta de cierta revista femenina de bistec frito en mantequilla de cacahuete con salsa de malvavisco”). El director de orquesta español Ángel Gil-Ordóñez, residente en Washington desde los años noventa, considera que es una de “las obras mayores” del compositor, y también ”una de las más difíciles”. “Solo un americano podría atreverse con tal desparpajo a algo así. Aunque hay que tener cuidado con ella para que no se deslice por la pendiente de Jesucristo Superstar”, dice. Gil-Ordónez la conoce íntimamente: la montó en 2000 en España, con dirección escénica del recientemente desaparecido Joan Ollé.

Pese a un cierto barullo en escena y entre los músicos de la orquesta, la reposición de estos días ha dejado un buen sabor de boca en Washington, gracias, en parte, a su protagonista, Will Liverman, un barítono con raíces en el gospel, que, en la piel del Oficiante, lleva el peso del montaje. La reacción del público no ha sido, con todo, tan entusiasta como en su estreno: cuentan las crónicas de la época que hubo 30 minutos de aplausos. El sábado, el teatro despidió la velada, tras dos intensas horas, en pie y con una ovación cerrada, pero ciertamente no tan larga.

Bradley Cooper, caracterizado como Leonard Bernstein en ‘Maestro’, de Netflix.Netflix

Cuando Ollé y Gil-Ordóñez se embarcaron en “aquella locura”, solo existía una grabación de la pieza, dirigida por el propio Bernstein. Desde entonces, seguramente como prueba de un creciente interés, se ha registrado en seis ocasiones más, con orquestas y elencos de ambos lados del Atlántico. También fue un elemento importante en las celebraciones en 2018 del centenario de uno de los compositores más populares del siglo XX, tan megalómano como sobresaliente divulgador, al que el tiempo parece haberle estar dándole (aún más) la razón. Su figura está lista para un nuevo revival: la estrella de Hollywood Bradley Cooper anda dirigiendo para Netflix una película, titulada Maestro, que también protagoniza. De momento, de ella conocemos solo del trabajo de caracterización del actor, que ha recibido comentarios de todo tipo, hasta críticas por antisemita. El filme contará la peripecia del músico a partir de la relación con su esposa, Felicia Montealegre, con la que estuvo 25 años pese a que ella siempre supo que él era gay. Aún es pronto para saber si esta Misa recién rescatada en Washington formará parte de la trama.

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