Yoram Harzony, el filósofo de cabecera de Meloni y las otras nuevas derechas

Yoram Harzony, el filósofo de cabecera de Meloni y las otras nuevas derechas

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Luis Grañena

“Querido Yoram, tu libro va a escandalizar a Italia y yo contribuiré encantada, porque pretendo citarlo frecuentemente”. La frase es de la próxima primera ministra del país, Giorgia Meloni, entonces —febrero de 2020— solo una estrella al alza en la ultraderecha. Y el “querido Yoram” es Yoram Hazony, el pensador israelí-estadounidense que preside la fundación que organizó en Roma esa conferencia de conservadurismo nacionalista en la que hablaron Meloni; el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y Marion Le Pen, la nieta del fundador del Frente Nacional, que adelanta por la derecha a su tía Marine Le Pen. En el público, el líder de Vox, Santiago Abascal.

Hazony siempre ha tenido, física e intelectualmente, un pie en Israel y otro en EE UU. Nació en 1964 en Rehovot, una ciudad cercana a Tel Aviv, pero con solo un año su familia lo llevó a Princeton, donde su padre daba clase de Ingeniería Informática y le hablaba de un hermano menor, más religioso, que vivía “de la forma correcta” en un asentamiento judío ortodoxo en Cisjordania. Al cumplir 18 años, lo visitó y se convenció de practicar las normas religiosas y regresar a su país. Cursó estudios asiáticos en la Universidad de Princeton porque pensaba que el futuro económico pasaba por Japón. Allí conoció a su mujer, con quien se mudó a Israel y tiene nueve hijos.

Hazony, doctorado en Filosofía Política en la Universidad de Rutgers, fundó en 1994 el Centro Shalem, dedicado a combatir “los peligros del pos-sionismo”; publicó textos académicos sobre filosofía política y estudios de la Biblia, y asesoró al ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.

Su nombre no empezó a sonar con fuerza en los círculos ultraconservadores de uno y otro lado del Atlántico hasta 2018, cuando publicó La virtud del nacionalismo (Homo Legens), inspirado en la victoria de Donald Trump y el Brexit, que apoya sin fisuras. Es el ensayo al que se refería Meloni en su discurso. En él, defiende un orden mundial basado en la soberanía de los Estados nación frente a los “imperios” liberales, como la UE o EE UU.

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Su pensamiento se basa en la idea de que liberalismo y conservadurismo hicieron frente común durante la Guerra Fría ante el comunismo, pero el liberalismo es hoy incapaz de recuperar el terreno ante lo que denomina el éxito del “neomarxismo woke”, el término del que se ha apropiado la derecha para referirse a los nuevos progresistas más conscientes de las desigualdades raciales y de género. “La hegemonía de las ideas liberales duró más o menos desde los sesenta hasta 2020 […] Ahora las democracias occidentales deben retomar la tradición nacionalista y conservadora que fundó EE UU”, explicaba en una entrevista reciente con motivo de su nuevo libro, Conservatism: A Rediscovery (Conservadurismo: un redescubrimiento).

En 2019 creó la Fundación Edmund Burke, dedicada a “reforzar los principios del conservadurismo nacional”. Es el “filósofo jefe” de esta corriente, que el periodista Simon Kuper definió el mes pasado en su columna en Financial Times como la “tendencia dominante del populismo”, que ha añadido woke a su “lista de demonios”, en la que ya estaban el islam y el feminismo.

También Francis Fukuyama menciona a Hazony en su último ensayo, El liberalismo y sus desencantados (Deusto). Quien famosamente declaró el “fin de la historia” tras la caída de la ­URSS da la razón al pensador israelí en “la tendencia de países liberales como EE UU a extralimitarse a la hora de tratar de rehacer el resto del mundo a su imagen”, pero cree que “se equivoca al asumir que las naciones son unidades culturales claramente definidas”.

Para Hazony, la nación trasciende la libre elección. “No es solo un grupo de individuos, es gente unida por una lealtad común transmitiendo su tradición, viviendo en una tierra que ven como propia y luchando por cosas que creen que son especiales para ellos”, argumentaba en Roma, donde acusaba a las “élites occidentales” de “trabajar para borrar” este concepto. “En Occidente, cuando vamos a la escuela, a la universidad, no nos enseñan las naciones, no leemos la Biblia, que es el nexo filosófico de la idea de nación. Todo son pensadores racionalistas”.

Aunque suele sonar más teórico que mitinero, a veces recurre al victimismo populista frente a una suerte de élites globales que odian las naciones. La izquierda controla “abrumadoramente” las universidades y los periódicos, opina Hazony, que ignoró las peticiones para ser entrevistado.

Judío ortodoxo, no rechaza el contacto con el mundo moderno (como sí hacen los ultraortodoxos) y ve a los conservadores cristianos como aliados ideológicos. La familia, la tradición judeocristiana o los textos sagrados son clave en sus discursos, que se centran en la tradición política anglosajona. También suele mencionar el “empirismo” y la lealtad. El primero —popular entre los pensadores conservadores— se basa en la idea de que no existen derechos universales y en la desconfianza de máximas como “Todos los seres humanos nacemos iguales”, que vincula con las invasiones estadounidenses de Irak y Afganistán. El segundo se aplica a la familia, la comunidad religiosa o la tribu, término que le gusta emplear. Y no depende del consentimiento, como diría un liberal. “Si tu país es atacado, da igual si consientes defenderlo, tienes que hacerlo por lealtad”.

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