“No hay que confiar en las grandes potencias. Nunca….”. A 60 años de la crisis de los misiles, cuando el mundo estuvo más cerca que nunca de una guerra nuclear, esta fue una de las conclusiones de un seminario académico realizado en La Habana para analizar las causas, acontecimientos y consecuencias que rodearon (antes, durante y después) aquel histórico episodio de la Guerra Fría. En momentos de máxima tensión internacional, con la guerra de Ucrania andando y el presidente ruso, Vladimir Putin, vertiendo amenazas sobre la posibilidad de usar armas tácticas nucleares ante los reveses sufridos, las experiencias y lecciones de aquel pulso atómico que enfrentó a Washington y Moscú en 1962 por Cuba, cobran hoy, increíblemente, más “vigencia y relevancia” que nunca.
Así lo dijo, en tono serio y preocupado, Peter Kornbluh, uno de los directores del Archivo de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en ingles), institución académica de Washington que durante más de 30 años ha investigado aquella crisis y ha logrado la desclasificación de miles de documentos, algunos de los cuales han sido publicados ahora y revelan que hubo momentos de locura y descontrol en los que se estuvo cerca de disparar armas nucleares.
Así fue, por ejemplo, cuando un submarino soviético que contaba con este tipo de armamento fue interceptado, rodeado y asediado con fuego real por barcos norteamericanos. Ya había estallado la crisis y EE UU dispuesto un cerco militar alrededor de Cuba. El comandante de la nave, Valentin Savitsky, en medio de lo que creía una agresión directa y cegado por los reflectores enemigos, ordenó en ese momento armar un torpedo nuclear sin que EE UU lo supiera. Minutos después, bajo una gran incertidumbre y tensión, en el sumergible percibieron que los disparos eran disuadorios y, pese al caos, de ahí no pasó la cosa. Ocurrió el 27 de octubre de 1962, el mismo día en que artilleros antiareos soviéticos derribaron en la isla un avión espía norteamericano U2, quizás el momento más tenso de toda la crisis.
Misiles antiaéreos del Ejército de Estados Unidos se levantan desde un vehículo con ruedas de oruga para lanzarlos en George Smathers Beach aquí. Seis lanzadores estaban armados con misiles ante cualquier posible ataque de las bases de misiles en Cuba.Bettmann (Bettmann Archive)
Entre los documentos dados a conocer por el NSA, la mayoría ya publicados, pero poco conocidos, destacan testimonios como el de Nikolai Beloborodov, entonces coronel al mando de los cohetes balísticos desplegados en Cuba (cerca de 80), que podían alcanzar el territorio norteamericano en solo minutos con una capacidad destructora más de 100 veces superior a la de la bomba de Hiroshima. Cuenta el militar cómo se produjo el transporte y dislocación secreta de las ojivas nucleares por toda la isla —incluso a 1.000 kilómetros de distancia de donde fueron desembarcadas, en el puerto del Mariel— en condiciones extraordinarias y a veces delirantes, como cuando se usó “hielo del servicio de alimentos, que se produce en grandes cantidades en Cuba”, para mantener las ojivas frescas en el clima tropical. Temerariamente, los pocos cubanos que en la calle estaban al tanto del despliegue llamaban a los misiles “los cabezones”.
Más de 30 años después de la crisis, Beloborodov contó lo que todo el mundo sabía, que en aquel momento Estados Unidos iba muy por delante en la carrera armementista y que la URSS debía hacer algo. “Estaba claro que en las condiciones del equilibrio de fuerzas existente en armas convencionales, que era de diez a uno contra nosotros, solo había una forma en que podíamos repeler un asalto masivo: mediante el uso de armas nucleares tácticas contra los invasores. En principio, esta acción sería compatible con el derecho internacional sobre la protección de la soberanía y la libertad. Pero ese sería el principio del fin. Solo los locos podrían desatar una guerra nuclear”.
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En otros materiales desclasificados que atesora el NSA, aparecen documentos de la CIA y del Departamento de Estado en los que se establece un plan, tras la fracasada invasión de bahía de Cochinos, para aumentar las acciones desestabilizadoras en Cuba y derrocar al Gobierno, incluyendo la creación de pretextos y autoprovocaciones que colocaran a Washington en la “aparente posición de sufrir agravios defendibles de un Gobierno imprudente e irresponsable de Cuba”, incluyendo el hundimiento “real o simulado” de un barco cargado de refugiados cubanos de camino a Florida, para justificar una intervención militar norteamericana.
Fue en ese contexto de amenazas constantes, en mayo de 1962, cuando Fidel Castro recibió la propuesta de Moscú de instalar cohetes nucleares en su territorio como forma de defender a Cuba, y también de recuperar la paridad militar entre el campo socialista y occidente. El líder cubano siempre quiso hacer público el pacto militar con la URSS, pero Moscú se opuso y pidió que la operación fuera “rápida, discreta y secreta”.
Esta es una foto de reconocimiento aéreo tomada en San Cristóbal, Cuba a fines de octubre de 1962, que muestra los montadores de misiles, tiendas de campaña preparadas para misiles y una posición de lanzamiento de misiles. La fotografía tomada en la misma área el 1/11 (VER U110301) muestra la posición de lanzamiento desocupada y proporcionó alguna evidencia para el informe del presidente Kennedy sobre el desmantelamiento del potencial armamento de guerra nuclear soviético en Cuba.Bettmann (Bettmann Archive)
En 76 días, sin que EE UU se enterase, fueron trasladados a la isla varios regimientos de cohetes de alcance medio (R-12) e intermedio (los R-14, estos últimos con un radio de hasta 4.500 kilómetros, es decir, efectivos en todo el territorio norteamericano, aunque nunca llegaron a estar operativos), además de 41.000 soldados, aviones, batallones de tanques, una división de infantería motorizada, brigadas de artillería antearea y 250.000 toneladas de carga. Cuando el despliegue de las rampas de lanzamiento de los misiles fue descubierto por un avión espía, el 14 de octubre de 1962, comenzó lo más duro de la crisis, que duró hasta el 28 de octubre, cuando el presidente de EEUU, John F. Kennedy, y de la URSS, Nikita Jrushov, de espaldas a Castro acordaron el desmantelamiento de los cohetes a cambio de la garantía de que la isla no fuera invadida y, también, de la posterior retirada por EE UU de los cohetes nucleares instalados en Turquía, algo que ocurrió meses después.
En realidad, según los archivos dados a conocer por la NSA, la crisis no duró 13 días sino 59, desde el 4 de octubre de 1962, cuando los misiles llegaron al Puerto de Mariel en el buque Indigirka, hasta el 1 de diciembre de 1962, cuando el barco Arkhangelsk partió de Mariel a Severomorsk con todas las ojivas nucleares a bordo, poco después de que EEUU pusiera fin al cerco naval sobre Cuba.
Kornbluh, una de las personas que más ha investigado y sabe de la crisis de los misiles, intervino el viernes por teleconferencia desde EE UU en el seminario de La Habana, en el que participaron académicos, historiadores, escritores y también protagonistas de los hechos. El investigador norteamericano quiso recalcar las condiciones excepcionales del momento y la importancia de extraer las conclusiones adecuadas de lo sucedido hace 60 años, y para ello comenzó su intervención dando lectura a las recientes declaraciones del presidente norteamericano, Joe Biden, que aseguró que “por primera vez desde la crisis de los misiles de Cuba, existe una amenaza directa del uso de armas nucleares” si las cosas continúan por el camino que van. Una pregunta no se hizo, pero flotó en el aire: ¿Cómo contibuir a evitar la nueva posibilidad de un ‘armagedón” nuclear, del que habló Biden?
Según Koenbluh, el análisis y estudio de la crisis de los misiles de 1962 es clave y tiene una “relevancia inmediata” en estos momentos “para comprender las lecciones de este episodio histórico”, entender porqué se llegó a una confrontación de esa envergadura y, sobre todo, analizar cómo “se resolvió finalmente el conflicto sin usar las armas nucleares”.
Fidel Castro, se dirige a un grupo de trabajadores el 13 de octubre de 10962.. Castro desafió al presidente Kennedy a restablecer las relaciones amistosas entre Cuba y Estados Unidos.Bettmann (Bettmann Archive)
En Cuba, la crisis de los misiles es conocida como la crisis de octubre, y el historiador y general cubano retirado, Fabián Escalante, explicó detalladamente que en aquel momento las agresiones a Cuba realizadas entonces por EE UU eran constantes. En las semanas anteriores, dijo, hubo más 5.000 acciones de sabotaje, había una crisis cada mes, así que con misiles o sin misiles “hubiera habido una crisis de octubre”. El adacémico Juan Sánchez, profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba, analizó un punto apenas investigado y de considerable interés. Cuando Jrushov tomó la decisión de suministrar armas a Cuba y después de desplegar los misiles en la isla, tenía muchos enemigos dentro del Bruro Político que se oponían. En la URSS, afirmó, “se consideraba entonces que América Latina era una area de interés estratégico de EE UU y que ellos no debían intervenir, igual que EE UU debía hacer lo propio en el área de influencia de Moscú en Europa del Este”. Por factores de política interna y de correlación de fuerzas con sus adversarios, a Jrushov le interesaba marcar una política propia de compromiso con Cuba, aunque en su país algunos dirigentes lo vieran con suspicacia —cuando fue destituido, dos años más tarde, uno de los “errores” de los que le acusaron fue su política hacia la revolución cubana y las consecuencias de aquella crisis—.
El académico cubano-norteamericano Jorge Dominguez, que intervino también en teleconferencia desde EE UU, abordó el tema de la carta que envió Fidel Castro a Jrushov el 25 de octubre de 1962, proponiéndo al líder soviético que si Cuba era invadida por EE UU “con el objetivo de ocuparla”, Moscú no debía permitir en “circunstancia alguna” que los norteamericanos pudieran ser “los primeros en lanzar un ataque nuclear contra ella [la URSS]” por el alto riesgo que esa “política agresiva” representaría “para la humanidad”. ¿Estaba proponiendo Castro a Jrushov en aquel momento crítico que tomara la iniciativa de usar las armas nucleares?
El tema ha sido mil veces debatido y el viernes en La Habana hasta salieron traductores para explicar que los términos en los que se expesó Castro fueron mal interpretados en la embajada rusa de La Habana, y se perdieron matices importantes. Dominguez señaló que hasta 2002 Cuba nunca quiso firmar ningún acuerdo de no proliferación de armas nucleares en América Latina, y que luego varió su posición.
Seis décadas después, cuando las amenazas nucleares de Putín son tomadas muy en serio por Biden y los líderes europeos, muchos son los que llaman a bucear en las experiencias de la crisis de los misiles de 1962. En aquel entonces la comunicación directa entre Kennedy y Jrushov desactivo la crisis ¿La hay ahora entre Biden y Putin? Hoy no hay submarinos rusos con cargas nucleares en el Caribe, pero parece claro que si uno posee esas armas, cualquier variable o incidente imprevisto puede provocar una escalada que se vaya de las manos.
Un grupo de manifestantes anticastristas protesta en la ciudad de Nueva York durante una visita del presidente Kennedy. Bettmann (Bettmann Archive)
Sesenta años después, el mundo no está hoy más seguro que después de la crisis de 1962, dijeron el viernes en La Habana varios analistas. Cuba y EE UU siguen ofuscadamente enrocados en su viejo diferendo histórico. La URSS ya no existe, pero Rusia sí y sus tropas están empantanadas en Ucrania. Uno de los documentos publicados estos días por el NSA revela que el secretario de Defensa de EE UU durante la crisis, Robert McNamara, admitió “en retrospectiva” que “si hubiera sido un líder cubano podría haber esperado una invasión estadounidense… [a pesar de] que no teníamos absolutamente ninguna intención de invadir Cuba”. Según Mc Namara, “la acción soviética para instalar misiles se basaba” en “un concepto erróneo”, pero “claramente comprensible, y del que nosotros, en parte, éramos responsables”
El académico Rafaél Hernández, director de la revista Temas y moderador de la conferencia celebrada en la capital cubana, dijo que hasta el día de hoy la crisis de los misiles (para EE UU), o la crisis de octubre (para La Habana), en Moscú sigue llamándose la crisis del Caribe y eso por la percepción que para ellos siempre tuvo de una confrontación regional de alcance limitado. Hernández, para cerrar el intercambio y a modo de conclusión, fue quien opinó: “mejor no confiar en las grandes potencias. En ninguna. Nunca, nunca, nunca…”.
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