Algorta, entre acantilados de novela

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El verdadero roble de los vascos estaba en el paseo de la Galea de Algorta en el mundo literario que el escritor bilbaíno Ramiro Pinilla creó para la trilogía sobre la historia de Euskadi, que comenzó con el libro Verdes valles, colinas rojas (2004). Premio Nacional de Narrativa, el prolífico escritor ambientó muchas de sus historias en los núcleos urbanos de Andra Mari y Algorta, pertenecientes al municipio costero de Getxo que dista apenas 13 kilómetros de Bilbao. Acantilados, playas de cuento y una buena gastronomía convierten este enclave en el destino perfecto para quienes quieran sacudirse la ciudad.

10.00. La llegada, en metro

Un trayecto de apenas 20 minutos en metro desde el centro de Bilbao culmina en la bulliciosa plaza del Metro, donde se concentran buena parte de los comercios de Algorta. Parada obligada merece la pastelería Zuricalday (1), famosa por sus bollos de mantequilla y sus rusos (pasteles de merengue y mantequilla). En la cercana plaza de San Nicolás se hallan multitud de bares junto al frontón y la iglesia donde desayunar un buen pintxo de tortilla, la estrella de las barras algorteñas. De la menos cuajada y popular del Ajuria a la legendaria del Ereatxu, o las rellenas del Jolas-Aurre, La Plaza y el Maggie’s Farm.

11.00. Vistas privilegiadas

En el cercano parque de Usategui (2) se encuentra una de las mejores vistas del pueblo, con una panorámica privilegiada de la bahía del Abra que abarca los municipios de Santurtzi y Portugalete. La inmensidad del Cantábrico se puede observar en el formidable mirador situado en uno de los laterales del parque. Muy cerca está la Bajada de Arrigunaga, que desemboca en la playa (3) del mismo nombre. Lugar mágico y destacado en las novelas de Pinilla, también fue retratada por el director Koldo Serra en 70 binladens (2018). El arenal, con un chiringuito que abre en los meses de verano, está custodiado por un popular skatepark construido junto a las ruinas de lo que en su día fue una antigua fortificación.

El molino de Aixerrota se levantó en 1727 porque la sequía de años que azotó Bizkaia inutilizó los de agua. Activo hasta 1787, es uno de los pocos molinos de viento en el País Vasco.
El molino de Aixerrota se levantó en 1727 porque la sequía de años que azotó Bizkaia inutilizó los de agua. Activo hasta 1787, es uno de los pocos molinos de viento en el País Vasco. GETTY IMAGES

12.30. Del molino al fuerte

Las campas de hierba que rodean Arrigunaga ofrecen un lugar con buenas vistas para hacer una parada antes de subir por la ladera que bordea la playa y que lleva al paseo de acantilados de la Galea. Un área natural que permite una caminata a pie o en bicicleta con parada en el molino de Aixerrota (4), construido en 1727 tras una sequía. En el paseo se encuentra el cementerio de Nuestra Señora del Carmen (5), que según la leyenda popular sobre los camposantos costeros relatada en la obra de Pinilla estaba hueco y vertía los cadáveres al mar. El sendero llega hasta el fuerte de la Galea (6), una edificación del siglo XVIII que tenía el objetivo de proteger el comercio naviero que se dirigía a Bilbao.

13.30. Olas gigantes

Al final del paseo se alza el faro de Punta Galea (7), inaugurado en 1950 en sustitución de las construcciones del siglo XVIII que servían para avistar ballenas y guiar a las embarcaciones. En este lugar se organiza cada año el campeonato de surf Punta Galea Challenge, el certamen profesional de olas gigantes más longevo de Europa, que se celebra entre noviembre y marzo aprovechando las condiciones meteorológicas del invierno. El acontecimiento concentra durante días a figuras mundiales del surf de olas gigantes, que se enfrentan a paredes de agua de 10 metros de altura, convirtiendo al pueblo en uno de los puntos más destacados para la práctica de este deporte que cuenta con un importante número de aficionados locales. El cercano arenal de la Salvaje (8) es de los más populares para practicarlo.

15.30. El origen del kalimotxo

Una de las zonas costeras más atractivas de Algorta se erige en torno al histórico Puerto Viejo (9) y su pequeña playa. Un núcleo de casas de pescadores que conserva intacta su arquitectura y que invita a perderse entre sus callejones. El abanico gastronómico se concentra en su plaza con las deliciosas rabas del bar Arrantza­le, los originales maridajes del gastrobar del mismo nombre, las gildas del Txomin (Ribera, 43) o las inigualables croquetas de queso Idiazabal del Itxas Bide (Muelle Ereaga, 20), ya frente al mar. No se olvide de acompañarlo con un kalimotxo, pues al Puerto Viejo está ligado la creación de este término para la bebida refrescante que mezcla vino tinto y coca-cola, surgida cuando en las fiestas de 1972 la cuadrilla Antzarrak descubrió que los 2.000 litros de tinto que habían encargado se habían picado y decidieron mezclarlos con el refresco para no desperdiciarlos. Según el relato que la cuadrilla ofrece en un libro sobre las circunstancias que rodearon su nacimiento, de la mezcla del nombre de un chico al que apodaban Kalimero, que era un tanto motxo (feo), los amigos inventaron la palabra que perdura 40 años después.

18.00. Al parque en ascensor

La playa de Ereaga (10) es la más grande del municipio. Abrigada por enormes palacetes de estilo inglés, merece un rodeo hasta el hotel Igeretxe, en pleno arenal, o el longevo Petit Palace Tamarises. La caminata puede terminar en el puerto deportivo (11) o, si gusta del paseo, en la Punta del Morro (12), donde se admira la bahía en toda su plenitud. De vuelta, el ascensor construido en la ladera del monte sube al visitante al parque de María Cristina (13), en la parte alta de Algorta. Balcones que miran al mar y bancos que invitan a descansar antes de caminar por la avenida de Basagoiti bajo un techo de árboles entre pequeños palacetes hasta la iglesia de San Ignacio (14).

20.30. Cocina para todos los gustos

De vuelta, en la plaza de Satistegi (15) el atardecer concentra a los lugareños alrededor de los bares y un pequeño muro con vistas al monte Serantes. Para cenar, las famosas hamburguesas de Alvarito’s Bar y las pizzas del Baster (Orobio, 2). El japonés Nikkou y el asiático Taroku (Euskal Herria, 16) ponen el toque exótico. Un café tras el postre en el Piper’s Irish Pub (avenida de Basagoiti, 47) o el bar Etxetxu (Amezti, 2), mientras que el recién reabierto Burdinola (avenida de Basagoiti, 75) o el bullicioso Manhattan (Amezti, 8) tienen buenas copas para quien quiera alargar la noche.

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