Beirut, en busca de justicia y resurrección



El presidente francés, Emmanuel Macron, el martes en el puerto de Beirut.POOL / ReutersEmmanuel Macron ha empeñado su capital internacional en Líbano, en un arriesgado intento de enmendar el sistema sectario que lo rige mediante un “compromiso” con la clase política en el poder tras la guerra civil (1975-1990). En su segunda visita a Beirut tras la explosión del 4 de agosto en un almacén del puerto, el presidente francés advirtió el martes de que “no se entregará la ayuda exterior programada” para Líbano mientras no se definan en el plazo máximo de ocho semanas las reformas necesarias para poner fin a la corrupción y el clientelismoLas condiciones que ha planteado Macron a los partidos del antiguo protectorado francés de Líbano, creado hacer ahora un siglo, conllevan la convocatoria de “un proceso electoral en un plazo de entre seis meses y un año”, con nuevas reglas al margen del modelo de cuotas confesionales. En contrapartida, anunció la celebración en la segunda quincena de octubre de una nueva conferencia internacional de donantes en París para ayudar a sacar al país del colapso económico y reparar los daños causados por la deflagración en el puerto beirutí, que se cobró al menos 190 muertos y 6.500 heridos y dejó sin hogar a unas 300.000 personas. También se comprometió a regresar a Beirut en diciembre para verificar la marcha de las reformas.“Es la última oportunidad para este sistema”, declaró el presidente francés en una conferencia de prensa televisada que se inició con un retraso de tres horas sobre el horario previsto por El Elíseo. Macron aseguró que todos los partidos se habían comprometido a la formación de un nuevo Gobierno en el plazo de dos semanas.“Veremos entonces si se empieza a cumplir el contrato que hemos sellado”, precisó, y “si en octubre, dentro de seis u ocho semanas, no hay una hoja de ruta clara de reformas, que incluya una auditoría del Banco Central libanés, habrá consecuencias y la comunidad internacional no dará un cheque en blanco”. A preguntas de la prensa puntualizó también que si se registran “ilegalidades o casos de corrupción” en la gestión de la ayuda exterior, los dirigentes libaneses implicados podrán ser sometidos a sanciones en coordinación con la Unión Europea. “Sería una locura seguir como si no hubiera pasado nada después de la explosión”, concluyó.Líbano ha cumplido 100 años aunque no declaró su independencia de París hasta 1943— en una conmemoración marcada por ceremonias oficiales. Horas antes de a la llegada del jefe del Estado francés a Beirut, en la noche lunes, el presidente libanés, Michel Aoun, había designado primer ministro al diplomático Mustafá Adib, embajador en Berlín desde 2013. Una mayoría de los partidos (con el refrendo de 90 de los 120 escaños del Parlamento) dieron su aval a este tecnócrata casi desconocido. Era la condición previa que había impuesto Macron en su anterior visita a la todavía humeante zona cero de la explosión.Se trata del tercer jefe de Gobierno en 10 meses, tras el también técnico Hassan Diab —quien dimitió tras la tragedia del puerto de Beirut—, y de Saad Hariri, jefe de filas de la principal fuerza política suní. El Elíseo ha exigido ahora la rápida constitución de un Gobierno de expertos con la tarea de salvar al país de la peor crisis registrada desde el fin de la guerra civil hace tres décadas. La primera misión de Adib será sellar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.Su nombramiento como primer ministro no parece despejarlas dudas que planean sobre las intenciones reales de la clase dirigente libanesa, a la que el presidente francés ha invitado cortésmente a hacerse el harakiri. El escenario es devastador: en medio de la crisis sanitaria de la pandemia, la tasa de paro se eleva al 30% y la mitad de los 4,5 millones de libaneses viven bajo el umbral de la pobreza. El suministro de electricidad solo está garantizado unas pocas horas al día, la inflación se sitúa en el 60% anual, la deuda pública supera el 170% de Producto Interior Bruto y la libra se ha devaluado un 80% desde octubre del año pasado.Las protestas volvieron a las calles de Beirut, donde grupos de jóvenes clamaron contra la designación de Adib como primer ministro, informa Efe. Las fueras de seguridad respondieron con granadas de gases lacrimógenos al lanzamiento de piedras.El bajo perfil político del nuevo mandatario limita su capacidad de maniobra ante los poderosos barones de sectarios y confesionales, muchos de los cuales aún se siguen comportando como señores de la guerra. Apadrinado por el exprimer ministro Najib Mikati, Adib, profesor universitario y alto funcionario, ha logrado sortear el veto que Hezbolá, primera fuerza parlamentaria, había decretado a otros candidatos de la comunidad musulmana suní. Con una fortaleza política y militar que le configura como Estado dentro del Estado, el proiraní partido de Dios parece ser el menos interesado en la reforma del sistema que defiende Macron.En dos gestos hacia un país donde la cultura francesa aún se mantiene viva, Macron expresó su afecto por Líbano. Plantó un cedro, árbol nacional que figura en su bandera, en las afueras de Beirut y visitó a la cantante Fairuz, la voz árabe femenina más reconocida tras la egipcia Um Kulzum, fallecida en 1975. Fairuz, de 85 años, es uno de los pocos personajes icónicos que trascienden brechas sectarias entre los libaneses, sean musulmanes chiíes o suníes, cristianos o drusos.


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