‘Belgravia’ o la disección de la aristocracia

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La RAE define a la telenovela como “novela filmada y grabada para ser emitida por capítulos por televisión”. Menos calvinista es la definición de Wikipedia: “Es un género televisivo, producido originalmente en varios países de América Latina; que cuenta una historia no necesariamente realista y generalmente de argumento melodramático a lo largo de varios capítulos, y que normalmente tiene un final feliz para los protagonistas”. Belgravia, Movistar+, es la adaptación de la novela homónima de Julian Fellowes en la que nos sitúa la trama en 1815, la víspera de la batalla de Waterloo.

Fellowes tiene en su currículo haber sido el creador de una de las series británicas más populares: Downton Abbey. Dicho de otra manera: es un excelente guionista y gran conocedor de la aristocracia autóctona. Grandes mansiones, amores intensos, intrigas, melodrama, grandezas y miserias humanas… pero si hay algo que diferencia Belgravia de, por ejemplo, Pasión de gavilanes son los diálogos, y en eso Fellowes es brillante. Pocas veces cantidad y calidad estuvieron más alejadas. En el caso de Julio Jiménez, lamentablemente apodado “el Hitchcock colombiano”, artífice de los 188 capítulos de su serie, los diálogos son altisonantes, nada que ver con los de Julian Alexander Kitchener-Fellowes, barón Fellowes of West Stafford, conocido como Julian Fellowes y los seis capítulos de Belgravia, tan elegantes como el barrio londinense.

Unamuno lo explica mejor aún sin haber visto ninguna de las series citadas: “Aborrezco los hombres que hablan como libros, y amo los libros que hablan como hombres”, libros o guiones, sin duda. Claro que Belgravia no solo muestra el comportamiento de la aristocracia, también señala las ansias de un burgués por integrarse en ella. De la lucha de clases al anhelo de mejorar en el escalafón.

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