Cómo combatir la soledad

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Felisa Rey, de 87 años y con dos hijos, estudió Comercio y sacó unas oposiciones para un banco. Se dio de bruces con un techo de cristal: en aquella época ninguna mujer podía acceder a puestos de jefatura. Aun así permaneció 40 años como empleada. Se jubiló pronto y vivió la vida. Ahora el escenario ha cambiado: “Entre la pandemia y que hace un par de años me quedé ciega se me ha juntado todo. Se me han parado las carreras”, relata sentada en una terraza, cerveza en mano.

Al otro lado de la mesa, Irune Elosegui, donostiarra de 27 años, afirma con pragmatismo que cualquiera que tenga ojos en la cara y dé una vuelta por la calle debería ser consciente de que todos nos podemos quedar solos. Las dos mujeres se conocieron hace un año, escasos días antes de que se decretase la cuarentena. Vecinas del madrileño distrito de Arganzuela, recuerdan el paseo que dieron por Madrid Río. “Lo primero que pensé fue: ‘¡pero si esta señora no se cansa!”, exclama Elosegui. “Tú ibas ahogándote y yo, como si nada”, contesta Rey. Durante el confinamiento hablaron con frecuencia por teléfono, sobre todo de países y arte, Rey está viajada. Cuando se levantaron las restricciones volvieron a quedar. Se ven una vez por semana: recados, paseos, charlas… Son amigas.

Rey es una de las dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas en España. En este grupo, 850.000 tienen más de 80 años y 662.000 son mujeres, estima el INE. La octogenaria cuenta que siempre ha vivido sola con naturalidad, pero últimamente, entre el confinamiento y la pérdida de visión, también ha comenzado a sentirse algo sola. Pertenece a ese 10% de la población de la Comunidad de Madrid –la cifra alcanzó al 16% durante el confinamiento– que en algún momento ha sufrido soledad no deseada, según un informe de Madrid Salud. Conoció a Elosegui a través de la asociación Grandes Amigos, cuya misión es prevenir, detectar y abordar este fenómeno.

Hoy mantienen una relación orgánica, alejada de lo asistencial. La veinteañera deja claro que su complicidad no es de abuela y nieta, sino algo más espontáneo. Rey le da otra perspectiva de la vida. “Siempre aprendes de alguien como Felisa. Por eso estoy aquí. Y si cualquier otro joven se sentara con ella seguro que diría: ‘¡pues no me importa tomar una caña con esta señora!”, afirma.

Según Grandes Amigos, más de 1.500 voluntarios como Elosegui han participado en estos encuentros intergeneracionales, una de las herramientas más potentes para disipar la soledad. “Existe otra vejez. No todos los mayores están solos y desamparados, y esa es muchas veces la imagen que trasciende”, explica José Ángel Palacios, coordinador de Comunicación. Fundada en 2003, la asociación implica a cualquiera –voluntarios, vecinos, plataformas civiles– que quiera echar una mano: cultiva amistades entre jóvenes y mayores, como Elosegui y Rey, e impulsa encuentros vecinales, acompañamientos presenciales y telefónicos o salidas a la naturaleza. En navidad organizaron más de 500 cenas y meriendas para dos personas. “No es cuestión de dar una imagen edulcorada de la tercera edad, pero sí real. El valor social de una persona no se acaba con la jubilación”, tercia Palacios.

Del carnicero al portero: una red vecinal que protege

Rey lleva 30 años viviendo en el distrito de Arganzuela. Afirma que antes la gente se retraía menos en sí misma y cualquiera te echaba un cable. Volver a una sociedad con lazos vecinales fuertes es otro de los caballos de batalla de Grandes Amigos. “Hay que implicar a todos los actores del barrio en la detección de la soledad: comerciantes, centros culturales, porterías, particulares…”, explica Fabio Cortés, miembro de la asociación de 34 años. “La pandemia nos ha demostrado que es más necesario que nunca”, añade su compañero José Verdugo, de 25 años. Acumulan más de 1.100 acompañamientos a mayores. “Son los últimos en los que pensamos. A nivel social y sanitario son los que más han sufrido”.

Es mediodía y una cuadrilla de voluntarios aglutinada por Grandes Amigos recorre manzana a manzana el barrio de Legazpi. Informan comercio a comercio de Madrid Vecina, un proyecto coparticipado por el Ayuntamiento que ambiciona tejer una red de prevención y detección del aislamiento en los madrileños distritos de Arganzuela, Retiro y Villaverde. Los voluntarios entran en una tienda, informan al propietario de cómo afiliarse a la red y reparten una guía básica de actuación. “Siempre sin fiscalizar a nadie. En eso hay que incidir”, matiza Cortés. A Lidia, de 58 años y encargada de una tienda de marcos, le parece muy bien el asunto, una de las mejores iniciativas que ha visto. “Es que el barrio está muy envejecido”, señala. Otros como Jesús Velasco, de 38 años y carnicero con un puesto en el mercado, llevan años atentos al estado de sus clientes. “Uno lo nota enseguida”, dice.

Cualquiera se puede apuntar a Madrid Vecina. Cortés apuesta fervientemente por esta vía para hacer barrio. “No es lo mismo que nosotros lo contemos a puerta fría que el hecho de que se extienda entre la gente que lleva años aquí”, argumenta. El sistema no es algo exclusivo de Madrid. Existen iniciativas similares en otros puntos de la Península, como el exitoso proyecto Radars en Barcelona, que se nutre de los comercios de proximidad y las farmacias.

Si las actividades de Grandes Amigos te han hecho pensar y quieres participar con ellos para cambiar el mundo

ACTÚA

La ronda sigue su camino y se unen varias personas más. Una de ellas es María Jesús Sacristán, de 58 años, representante de la asociación de vecinos Pasillo Verde-Imperial. Como muchos de los entrevistados, Sacristán ha experimentado de cerca el problema del envejecimiento entre sus familiares. “Establecer nuevas relaciones a partir de cierta edad tenía cierto estigma. Hay que cambiar esa mala educación social”, aduce. “Mi impulso personal en este proyecto es mantener la autonomía de las personas hasta el último día”.

Un fenómeno que crece, se diversifica y agrava la salud

La soledad crece: según el INE, los 4,8 millones de personas solas que hoy viven en España serán 5,7 millones en 2035, lo que arrojará un saldo de uno de cada tres hogares unifamiliares. Y aunque el perfil mayoritario sigue siendo una mujer mayor de 65 años, el fenómeno se diversifica. “Vemos a jóvenes hiperconectados y solos, o con relaciones de muy poca calidad. También a discapacitados o personas marginales. A mujeres cuidadoras jóvenes y de mediana edad. O la soledad del migrante al que no acogen”, explica Guillermo Fouce, psicólogo y presidente de la red Psicología Sin Fronteras. “Y por supuesto la de las instituciones, agravada por la pandemia: residencias, hospitales, centros penitenciarios”.

Según Fouce, la salud es un equilibrio entre lo físico, lo social-relacional y lo emocional. La soledad altera esa balanza. “Los estudios de gerontología demuestran que la variable que más explica la fragilidad de las personas es la falta de apoyo y relaciones sociales. Y en este contexto el curso de las enfermedades físicas y mentales empeora con la soledad y el aislamiento”, concluye.

La jornada finaliza muy cerca de la plaza de Rutilio Gacís, donde Irune Elosegui y Felisa Rey departirán aún sus buenas dos horas. “Todas vamos a llegar a viejas y no vamos a querer vernos solas. Son pequeños actos que en esta sociedad que vivimos no cuestan nada y repercuten para bien”, reflexiona Elosegui. “Pues sí. Yo solo espero que cuando seáis viejos os acordéis de esta conversación”, cierra Rey con una risa.

Cuando el abuelo se va a la ONG

Francesco Cavallari
Los Antonios, Pepe y Piti. SOMOS 5

Con muchos años trabajados a sus espaldas, los Antonios, Pepe y Piti decidieron que su jubilación no sería solo retiro. Y se embarcaron en un voluntariado para echar una mano y socializar con personas en riesgo de exclusión social. Estos cuatro amigos forman parte de los 1.900 miembros de NadieSolo, una asociación que fomenta el voluntariado entre personas mayores dándoles la oportunidad de asistir a los más desfavorecidos. “Tengo la necesidad de devolver a la sociedad lo mucho que me ha dado”, expresa Antonio Castillo, uno de los protagonistas. “No vale una o dos horas al día; ser voluntario lo lleva uno ya implícito…”, añade Antonio Raimondo.

Su historia forma parte de Pienso, Luego Actúo, la plataforma social de Yoigo que da voz a personas que están cambiando el mundo a mejor y que ha colaborado en la divulgación de su tarea.

CRÉDITOS

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Coordinación editorial: Francis Pachá
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Diseño y desarrollo: Eduardo Ferrer
Fotografías: Jacobo Medrano

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