Cómo el coronavirus ha cambiado nuestros hábitos sexuales: relaciones sin contacto y más juguetes

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Quien más y quien menos recuerda perfectamente cómo fue el primer polvo que echó cuando la pandemia del coronavirus estalló en su vida. Casi nadie cambió su comportamiento hasta que las autoridades sanitarias limitaron nuestros movimientos, pero en cuanto sucedió, la vida dio un giro para todos. Primero nos obligaron a quedarnos en casa para intentar no contagiarnos ni propagar el virus y esto afectó directamente a nuestro comportamiento sexual. Las dos primeras semanas fueron las del impacto emocional y, también, impacto económico. Las ventas de los juguetes sexuales se desplomaron a cotas mínimas y los amantes con los que no convivimos quedaron aparcados. El miedo y el desconocimiento de la enfermedad nos paralizó y nuestra sexualidad fue de las primeras cosas en resentirse.

Pero el ser humano es un animal de costumbres. Y aprendimos de Darwin que el individuo que sobrevive es el que se adapta, ni el más listo ni el más fuerte. Así que, pasado el primer golpe,  empezamos a comportarnos como lo que somos: animales sexuados. Hoy por hoy, los datos no pueden ser más halagüeños para la industria de la juguetería erótica, aunque en el caso de los profilácticos no es así. ¿Por qué? Por varias razones. La primera porque los confinamientos cierran la producción de profilácticos; los trabajadores no pueden acudir a las fábricas. La segunda porque no es el sexo con preservativo el que más ha aumentado; al contrario. Karex, la gran empresa alemana responsable de uno de cada cinco condones que se compran en el mundo y máximo fabricante internacional cerró tres de sus fábricas en Malasia en marzo. Y eso que las previsiones para este año eran magníficas, su nombre aparecía en todas las grandes apuestas bursátiles; en agosto de 2019, se cifró que la venta de acciones de la compañía ascenderían en menos de un año un 46%. En la actualidad, las ventas han descendido en 200 millones de unidades. Y aún no ha acabado el año. Ahora mismo, ni siquiera se puede entrar al país asiático por las restricciones impuestas por el Gobierno malasio.

Dejamos de practicar relaciones con coito, pero no dejamos de tener encuentros sexuales. El sexo del coronavirus es ese en el que no entra otra persona o en el que no hace falta ni que estemos con quien lo practicamos. La masturbación y el sexteo se llevan la palma en la sexualidad en tiempos del coronavirus. Nunca pensaríamos que nos recomendarían tirar de dispositivos móviles, pero así es. La Agència de Salut Pública del Consorci Sanitari de Barcelona (CSB) considera que el sexteo y la masturbación a solas son la mejor fórmula eróticofestiva en tiempos de pandemia. Y los productos necesarios para practicarlo son los que se llevan la palma en ventas. Ann Summers, la marca de ropa interior femenina y juguetes por excelencia de los países anglosajones ha disparado sus ventas un 27%, siendo el Whispper Rabbit, un vibrador tipo “conejito” (con estimulación de clítoris), el más vendido. Dildo King, otra de las marcas del sector es la que más ha incrementado sus ventas, alcanzando cotas de más del 87% con respecto al año pasado. Como curiosidad, destacar que el disfraz erótico más vendido en el mundo durante el confinamiento fue el de enfermera cachonda. Las ventas del modelito en el mundo roza incrementos de hasta el 32% respecto a los datos de antes de la pandemia.

Si nos fijamos únicamente en España, los datos de Pornhub, el portal con contenido para adultos, nos muestran un cambio radical en el comportamiento sexual de los españoles: Más de la mitad  ha dejado de tener sexo como lo entendíamos antes y, los que lo tienen han dejado de dar besos en la boca. También reconocimos en ese estudio que el 38%, mayoritariamente hombres, recurría más a las páginas de contenido sexual para masturbarse. Solo el 14,4% de los solteros españoles han tenido relaciones sexuales con alguien a quien hayan conocido en estos tiempos de pandemia y un 30% reconoció no tener sexo con contacto por miedo al contagio desde que se decretó el primer estado de alarma, es decir, desde marzo. Pero hay más. Y, sorprendámonos: mucho se ha protestado por las mascarillas, pero Gleeden, el portal para los encuentros esporádicos entre adultos comprometidos (es decir, entre casados), certifica que el 77% de sus usurarios no quieren dejar de usar su mascarilla. Se sienten más protegidos con ella y consideran que pasan más desapercibidos cuando la usan, lo que favorece que no los reconozcan cuando están con sus amantes. 

Demasiados cambios y novedades para un año en el que tuvimos casi que aprender a tener sexo de nuevo porque las limitaciones de la pandemia restringieron nuestros movimientos. Todo esto ha ocurrido en menos de un año y, parece, hemos aprendido a hacerlo todo divino.

El sexo y la forma de practicarlo cambiaron con la hecatombe. Y todo lo que aprendimos ha pasado a nuestros hábitos para quedarse. Bienvenidos al sexo poscoronavirus.

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