Dejar de comer para escalar

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Dos grandísimos escaladores de roca, una mujer y un hombre instalados en la élite mundial, decidieron ampliar su horizonte y probar con el alpinismo. Hasta ese momento, su universo era el rocódromo, donde se entrenaban varias horas al día, y las escuelas de escalada deportiva que visitaban para completar ascensiones de una dificultad inimaginable. Ambos destacaban por su extrema delgadez. En su nueva piel de alpinistas, viajaron a los Alpes con otra pareja de amigos y los cuatro escalaron una vía invernal y lo que esto conlleva: una larga aproximación por nieve y glaciares, escalada en hielo y, sobre todo, un larguísimo descenso. Sus amigos alcanzaron el valle esa misma tarde, pero ellos, demasiado cansados, tuvieron que improvisar un vivac de bajada. Cuando regresaron a la civilización, los primeros se atiborraron a pizza y cervezas. Un día después, la fortísima pareja de escaladores en roca compartieron una triste tortilla francesa y un té pese a que no habían ingerido prácticamente nada en las últimas 24 horas.

Recordé esta anécdota tras ver el honesto documental titulado Light (escrito, dirigido y producido por Caroline Treadway, 2021), que denuncia los trastornos de conducta alimentaria entre los escaladores, un trabajo que ha recorrido Estados Unidos y Europa despertando una ola de simpatía y alivio: iba siendo hora de que, por ejemplo, la anorexia en la escalada deje de ser un tema tabú, como denunció el seleccionador español de escalada, David Macià.

Light significa ligero en inglés, pero también luz, la que pretende arrojar la autora del documental respecto a la conducta de los rebaños, que no siempre siguen a la oveja más lista. Treadway quiso ser una escaladora de élite y empezó tomando un atajo: dejar de comer. Tras visitar hospitales y centros psiquiátricos, logró escapar de su pesadilla para constatar que el microclima de la escalada ampara el juego perverso con la comida en aras de una excelencia deportiva que no es otra cosa que una aberración. Una de las frases más poderosas y que ayuda a entender de forma gráfica la seriedad de este tipo de enfermedad mental procede de una doctora: “Los trastornos de conducta alimentaria son potencialmente más poderosos que el amor hacia la familia o a Dios”.

La escalada deportiva es una disciplina muy joven que será olímpica por vez primera en Tokio 2021 (si finalmente se celebran los Juegos) y aunque cada vez existen más entrenadores cualificados, el camino hacia la búsqueda del máximo rendimiento suele estar plagado de falsas verdades, creencias infundadas respaldadas sin embargo por una comunidad que discrimina a los que no se obsesionan con contar los gramos que ingieren. La más extendida, según revela el documental, pasa por asegurar que la comida es el mayor enemigo del éxito. La escalada ha sufrido una profunda transformación, y ha pasado de ocupar a “un puñado de dirtbags (tirados) que hacen ascensiones visionarias en montaña a una cultura colectiva de pérdida de peso, una cultura de la dieta como forma de vida”, explica Treadway.

El estrés al que aboca el autocontrol, el sentimiento de culpa o la ansiedad que provoca la búsqueda de resultados generan una gran infelicidad, cuando no el abandono forzoso de la escalada incluso cuando se alcanza la cima.


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