Dentro de un supermercado fantasma: la compra contrarreloj

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Poco después del inicio de la pandemia, una conocida cadena de supermercados echó la persiana de su local instalado en la calle Ave María, en el corazón del barrio de Lavapiés. Tras unos meses cerrado, en febrero, los vecinos pudieron ver a través de su puerta de vidrio cómo las estanterías se volvían a llenar de productos y sus pasillos de empleados, aunque con una extraña diferencia: la entrada no estaba permitida. Se trataba de uno de los cuatro establecimientos que ha abierto la empresa Blok en la almendra central de Madrid, tiendas de alimentación dedicadas exclusivamente a la venta online de sus productos, lo que en el argot comercial se conoce como dark store o supermercados fantasma. “La diferencia con los súper tradicionales es la velocidad. Nos basamos en un modelo de microalmacenes distribuidos por la ciudad que nos permite llegar en 10 minutos al cliente”, explica en este vídeo Hunab Moreno, cofundador de la startup, que tiene otros tres locales en España y cuenta con 200 empleados. Junto a Dija, competidor directo de origen londinense, que en la capital ha desplegado seis almacenes, Blok apuesta por un sistema pensado para la compra de urgencia y proximidad: “La necesidad de usarlo ahora es lo que incentiva el cambio de paradigma en la compra”, añade Moreno.

En el caso de Blok, el cliente hace el pedido a través de una aplicación, un empleado llena la cesta en menos de un minuto y un repartidor, que forma parte de la plantilla, lleva el producto al domicilio. “En los momentos valle nos da con un repartidor y un picker [el trabajador que llena la cesta]”, comenta Moreno sobre el ahorro de su modelo de negocio, que por lo demás es similar a un supermercado tradicional. El cliente, eso sí, pagará alrededor de 1 o 1,5 euros por la entrega.

En menos de seis meses, en Blok afirman que han llegado a tener picos de 300 pedidos en un día en toda España, aunque no aportan datos sobre la media diaria en Madrid. Sobre su adaptación en los barrios en la empresa aseguran que no han recibido quejas de los vecinos. “Tenemos a los repartidores empleados, son personal del supermercado, esto hace que estén dentro del almacén, descansando. Tienen sus aseos y su infraestructura como cualquier supermercado y no genera nada más de lo que generaba el súper que había aquí antes”, defiende Moreno. “No diría que se pierde la cosa del barrio, sino que se cambia”, opina el cofundador, que quiere diferenciar así su proyecto de las llamadas cocinas fantasma.

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