Detector de mentiras

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Twitter España anunció esta semana que ponía en marcha una nueva herramienta para identificar “información potencialmente engañosa”. En agosto del año pasado la central de la compañía empezó a probarla en EE UU, Corea del Sur y Australia y ahora han decidido ampliar el ensayo en lugares donde el idioma no es el inglés y donde se aproximan “periodos electorales”. Intuyen, y no les falta razón, que son momentos propicios a la mentira. Los tres nuevos países que participan en el experimento son Brasil, Filipinas y España. Tienen faena.

“Desde el lanzamiento de esta prueba”, explican en la compañía, “hemos recibido 3,73 millones de notificaciones sobre 1,95 millones de tuits distintos y escritos por 64.000 cuentas diferentes”. En esta primera fase, añaden, “es posible que no tomemos medidas ni podamos responder a cada denuncia realizada”. No hay pajaritos suficientes en el mundo para abolir la mentira, pero quieren intentarlo, sobre todo cuando pueda tener consecuencias graves.

Hay mentiras que son delito, como la calumnia, y otras a las que llaman “piadosas”. Hay información completa, neutral, e información parcial, intencionadamente sesgada. Hay hechos y opiniones. Análisis interesantes y tonterías. Hay alevosía y negligencia. Método y descuido. A todo este conjunto de posibilidades, tras un primer análisis del experimento, Twitter lo llama “ruido”.

Menos del 10% de la muestra de tuits revisados por el equipo que la compañía dispuso para analizar las denuncias por “información potencialmente engañosa” incumplían sus políticas. “En los casos de seguridad y abusos, la tasa media de infracción es del 20-30%. Este bajo índice de infracciones es debido, en gran medida, al alto volumen de información reportada sobre temas no relacionados”. Como hay distintos tipos de mentiras —según su nivel de gravedad y organización— y como a menudo se confunde la mentira con lo que no es más que una opinión distinta, el buzón de los encargados de analizar las denuncias de los tuiteros se llenó, efectivamente, de ruido. Aunque sería más preciso decir que lo multiplicó porque Twitter, es decir, millones de pajaritos piando a la vez contra el rival de otro partido o equipo, quejándose del mal servicio de una aerolínea o de una empresa de telefonía, difundiendo chistes, memes, vídeos varios para reír o llorar, etc. es exactamente eso: ruido.

Ya existe un canal para denunciar la mentira. Se llama periodismo. Por ejemplo, si el líder de la oposición, Pablo Casado, declara, como este viernes: “El PP siempre ha participado de operaciones internacionales bajo el mandato de Naciones Unidas o de la OTAN”, los periodistas que recojan esas palabras aclararán que no siempre fue así y recordarán que cuando el Gobierno de José María Aznar decidió que España apoyara la invasión de Irak lo hizo al margen tanto de la ONU como de la Alianza Atlántica.

El periodismo está en Twitter -todos los grandes medios utilizan la red social para multiplicar la difusión de sus contenidos-, pero Twitter no es periodismo y en ese gigantesco nido puede entrar cualquiera, incluidos los que están dispuestos a mentir para imponer una determinada agenda y los que están dispuestos a comprar una mentira porque simpatizan con el vendedor. Es cierto que existen periodistas bufanderos, de trinchera, pero afortunadamente son fáciles de distinguir: suelen llevar los colores por fuera. El detector de mentiras, es decir, el periodismo, está inventado. Lo único que hace falta, como decía uno de los buenos, David Beriain, es hacerlo bien.

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